Por Ricardo Miguel Fessia
Simón Tadeo de Iriondo falleció el 30 de noviembre de 1883. Domingo Faustino Sarmiento participó, con cierto escándalo, de sus exequias en nuestra ciudad
Por Ricardo Miguel Fessia
I – Nunca más preciso aquello de que la noticia corrió "como reguero de pólvora". Era el viernes 30 de noviembre de 1883 y en las calles y en los salones de los clubes y bares, no se hacía más que comentar la muerte de don Simón Tadeo de Iriondo, una personalidad de fuerte dominio en la política, no obstante su juventud; a nivel nacional era de los que más predicamento mantenía de los hombres del interior, en la provincia era prácticamente el caudillo más fuerte al punto que de su voluntad dependía del gobernador para abajo en cada elección.
Estaba en los primeros días de su segundo mandato de senador nacional, luego de haber sido gobernador en dos oportunidades -1871 y 1878-, senador provincial -1882- y Ministro del presidente Avellaneda -1974-. Era, tal vez, el paladín de la élite política santafesina. Nacido el 28 de octubre de 1836, su padre, Urbano, había sido diputado constituyente en el Congreso de 1824, luego tomó notoriedad influyendo en la convención del 53, más adelante senador y diputado; su madre, era Petrona Antonia Candioti, hija de Francisco Antonio Candioti (1743 - 1815) el "Príncipe de los gauchos", primer gobernador y estanciero con miles de hectáreas, para ser más precisos, 300 leguas cuadradas -750.000 hectáreas-, con 250.000 vacunos y 300.000 equinos y mulas.
Su carrera política se inició muy joven, a poco de llegado de Buenos Aires con el título de abogado, en 1858; Ministro de Pascual Rosas -1860-, de Juan B. Graña -1867- y por último de Mariano Cabal -1868-.
II - Pocos días después se cumplía con el sepelio de los restos del joven repúblico en el cementerio de Santa Fe. Una verdadera muchedumbre se había congregado en la necrópolis para prodigar el último adiós, desafiando el intenso calor incrementado por la pegajosa humedad santafesina de diciembre.
Sobre el horario establecido para la despedida llega un hombre de calva mollera y prominente labio inferior que, con gestos toscos, se abre paso entre la gente hasta llegar al ataúd. Apenas ello, comienza su discurso fúnebre haciendo gala de toda su elevada cultura con referencias a la grandeza de una Roma republicana, a la majestuosidad del Vesubio y algunos aspectos del ilustre hombre público caído. El retórico era nada menos que Sarmiento.
Llegó el turno de la oratoria de Aureliano Argento, respetado jurista, legislador y que había sido ministro general del fallecido, cuya personalidad destacamos (https://historiadelderechounl.wordpress.com/?s=Aureliano+Argento).
El disertador personificó a Iriondo como un católico intachable y funcionario probo que no hesitó en arbitrar todos los medios ante el avance de ideas del laicismo que se pretendían implantar como forma de gobierno, y levantó los principios de la moral cristiana salvando a la provincia de un seguro caos.
Recordemos que entre Iriondo y Mariano Cabal organizaron la revuelta contra el gobernador Oroño que tuvo que abandonar la ciudad y el gobierno, debiendo ser ocupado circunstancialmente por Camilo Aldao en su calidad de presidente de la Legislatura que convocó a elecciones donde triunfa Mariano Cabal con el apoyo del ahora fallecido.
III - Estas palabras respondían no solo a la convicción de Argento, hombre de acendrados principios católicos que llevó a la práctica en forma inquebrantable, sino que también eran compartidos por el célebre difunto.
Pero el sanjuanino, muy avejentado y haciendo gala de su ya conocido mal carácter, tomó del brazo a Juan Arzeno, que estaba a su lado, y le comentó con gesto de confidencia, pero en tono que otros puedan escuchar: "Vamos antes que lo haga ca… a patadas a ese sonso de mier…".
Los más allegados no ocultaban gestos de asombro por las expresiones del "civilizador".
Caminaban los dos por las callecitas del camposanto cuando se encontraron con el doctor Ramón J. Lassaga, amigo de Arzeno, que lo presentó al ex presidente. De inmediato y sin otras referencias, le pregunta si era el autor de la biografía de López. Apenas intentado un gesto de afirmación, nuevamente espetó: "El titulado general López era un gaucho bruto, un cuatrero vulgar….".
El biógrafo del brigadier no pudo evitar el agravio y respondió: "Para nosotros es el héroe máximo de Santa Fe, y para los argentinos el ilustre fundador de las autonomías provinciales".
Sin demoras ni espacio de reflexión, se escuchó la réplica: "Yo he dicho gaucho bruto y basta para que pase a la Historia".
Entre los concurrentes estaban algunos hombres de prensa, y el delegado del diario "Unión Española" de Rosario se acerca para pedirle el texto del discurso. "Si, se lo voy a dar pero a condición de que trate duramente a ese frailón de mier…".
En la edición del día siguiente, el periódico rosarino publicaba el informe de su cronista destacado: "Las palabras del diputado nacional Aureliano Argento dichas ante una tumba fueron más bien una explosión de fanatismo que una alocución fúnebre y sentida, digna del punto donde se hablaba. Se desató en furia contra los liberales, al que puso de todos colores, dirigiendo sus ataques indirectos al Gral. Sarmiento, quién profundamente disgustado se retiró en el momento, dejando al católico Argento batallando contra todo lo que tenía un tinte liberal."
IV - Pasados varios días, el diputado Argento, se cruza en las inmediaciones de la plaza de Mayo de Buenos Aires con Arzeno y sin más, luego del saludo, la conversación giró sobre los exabruptos del autor de "Civilización y barbarie".
Argento dice: "tu amigo se ha revelado una vez más un sujeto de una incultura refinada…". A lo que el ex intendente capitalino contesta: "son genialidades de Sarmiento".
Con la idea de concluir en fortuito encuentro y mientras acomodaba con disimulo sus papeles con borradores proyectos legislativos, el interlocutor afirma: "yo le doy estos nombres sencillísimos; guaranguerías, estupideces."
El sanjuanino, muy avejentado y haciendo gala de su ya conocido mal carácter, tomó del brazo a Juan Arzeno y le comentó con gesto de confidencia, pero en tono que otros puedan escuchar: "Vamos antes que lo haga ca… a patadas a ese sonso de mier…".
Caminaban los dos por las callecitas del camposanto cuando se encontraron con el doctor Ramón J. Lassaga, a quien pregunta si era el autor de la biografía de López. Al gesto de afirmación, espetó: "El titulado general López era un gaucho bruto, un cuatrero vulgar….".