"El componente más importante de una cámara está detrás de ella". Ansel Adams, fotógrafo estadounidense
Paradojas de la comunicación actual. Casi no queda tiempo para comunicarse. Uno debe ser breve y conciso y, si el audio es largo, te lo paso a velocidad duplicada y, si es demasiado largo, ni siquiera te lo escucho.
"El componente más importante de una cámara está detrás de ella". Ansel Adams, fotógrafo estadounidense
Para los que rondamos las cinco décadas de existencia terrenal (años más, años menos) el ejercicio de empezar a recordar los tiempos pasados delata que nos estamos poniendo viejos en una era en la que ya somos "tecnos". Lo bueno (para nosotros) es que aún nos sentimos muy jóvenes como para recordar con melosa nostalgia y/o rastros visibles de melancolía en la mirada; lo malo es que termina siendo un hecho auto-incriminatorio, que nos deja en evidencia ante los demás (los jóvenes sub 40) de que sí, que estamos poniéndonos viejos, aunque el espejo nos mienta, la ropa lo disimule, y nuestra actitud frente a la vida los desoriente. Y así vamos destejiendo el tiempo, simulando no sentirnos viejos, adoptando nuevas tecnologías, nuevas palabras, nuevos momentos de usos casi descartables.
Porque sí, vamos descartando la instantaneidad de la vida, todo sucede en un segundo, los recuerdos se van archivando en la acotada memoria del celular; respaldamos nuestras experiencias en la nube; guardamos las historias en un disco duro. Nuestros momentos pasaron a verse reflejados en bytes, en megas, en gigas. Muy atrás quedaron los tiempos en que la familia se reunía y como de la nada aparecía el álbum de fotos de las últimas vacaciones; de los 15 de la madre o del nacimiento del último nietito. Las risas generadas por los atuendos, las caras de asombro, los detalles mirados al extremo; a veces asomaba la melancolía al ver a aquellos que ya no estaban. Fotos ajadas, en blanco y negro; sepias; enmarcadas en una línea blanca con la fecha del registro; gruesas polaroids con imágenes lavadas y difusos contrastes; fotos sueltas; pegadas; manchadas y manoseadas, también se sumaban al festín de recuerdos plasmados en papel fotográfico. Era un evento espontáneo y aglutinador, disparador de historias y anécdotas, volver a vivir un pedacito de pasado en un pedazo de papel; revivir historias; re-vivir.
Nuestra vida pasó de tener álbumes de fotos con historia a historias de fotos virtuales sin álbumes (la gran mayoría sin historias para contar). Miles de momentos captados por diferentes cámaras de diferentes ángulos por distintos dispositivos; un flash, un toque en la pantalla y listo. Un puñado de fotos en diez segundos, caras sonrientes, gestos asumidos, poses estudiadas que se guardaran en la memoria del teléfono y que en el mejor de los casos pasarán a ser la historia de Instagram o Facebook; estarán 24 horas a merced de la virtualidad de cientos o miles de amigos (virtuales) que con cierta curiosidad y cierto desdén, arrastrarán su dedo índice o el pulgar por la pantalla, como quien pasa de hoja a una revista vieja en un consultorio médico; absortos y desinteresados moverán sus dedos automatizados y acostumbrados al proceso de ver y olvidar, a perderse en los momentos de sus semejantes apenas un par de segundos y seguir en ese proceso autómata y apático que la tecnología y la internet puso en nuestras manos.
Si no estás en las redes, no existís. Máxima generalizada que cada día se escucha con más firmeza y con cierta ligereza conceptual. Todo pasa por las redes, todo está en el teléfono celular; teléfono cuya función original paso a ser la menos usada, la de mantener una fluida charla con alguien al otro lado. Nos habituamos a usar WhatsApp, a escucharnos por WhatsApp; pero tanta es la prisa que nos imponen los tiempos actuales, que hasta ni tenemos tiempo de escucharnos por la aplicación, de modo que WhatsApp nos "regaló" la función de adelantar el mensaje grabado y así reproducir el audio a más velocidad, hasta el doble, para que no nos quite el preciado tiempo y poder seguir perdiendo el tiempo escuchando otros mensajes y respondiendo a la velocidad de la luz para que nuestro interlocutor escuche nuestro audio reproducido también al doble de velocidad para no perder segundos y poder escuchar otros mensajes con la misma desidia. Paradojas de la comunicación actual. Casi no queda tiempo para comunicarse. Uno debe ser breve y conciso y, si el audio es largo, te lo paso a velocidad duplicada y, si es demasiado largo, ni siquiera te lo escucho... hasta corrés el riesgo de que te puteen por tu falta de brevedad, siempre bajo la justificación del tipo. "Uno no tiene tiempo para estar escuchando un mensaje de más de un minuto" o "que se me llena la memoria", o simplemente "no tengo ganas de ponerme a escuchar". Es una obviedad que no puedo escucharte porque tengo que seguir chateando o seguir viendo historias de gente que nunca vi en mi vida o que no veo hace 30 años y que me muestran qué comen, con quiénes se acuestan y en qué lugar del mundo se encuentran. Sucinta vida expuesta en fotos y videos (cortos) pues, se sabe, los videos sólo deben tener un minuto; es que no es cuestión de andar perdiendo el tiempo ¿vio?
Hace un par de años se hizo viral un video en el que una mujer joven se retrata en la mesa de un bar con su cita del momento creyendo que era el momento perfecto para mostrar a su hombre también perfecto, pero, cuando le pide que le dé su Facebook para compartir la foto, su galán le dice que no usa redes sociales y le muestra un celular con botonera, celular A.C. (Antes del Covid19). Desesperada corre a verificar si su reciente conquista figura en alguna de las decenas de redes sociales existentes; pavor y terror la inundan cuando se da cuenta de que no tiene ningún tipo de cuenta o app en la red. Conmocionada, siente que estuvo saliendo con un fantasma. Ella y sus amigas recorren las redes en búsqueda de indicios virtuales, pero nada. "¿Y cómo te manda fotos de su pene?", le preguntan. "Solo he visto su pene en persona"... ante las caras de horror y el shock de sus amigas. "¿Cómo expresas lo que sentís?", le pregunta al novio. "Se lo digo a la persona más cercana", responde, mientras ella pone los ojos en blanco a punto de desmayo. Al borde de la exasperación busca indicios de la existencia del hombre que duerme a su lado, entonces encuentra un álbum de fotos en un mueble y busca desesperadamente los comentarios de otros con manos temblorosas, indaga por "likes" y nada… Desesperada y desorientada escapa pensando que ese hombre no existe. ¿Qué comió? ¿Qué hizo en sus vacaciones? ¿Cuántos seguidores tiene? ¿Es real?
Claro señores/as, somos reales. Hay vida fuera de las redes. ¿Pero se puede vivir sin las redes?
"Si hay foto, hay video". Este axioma surgido de la cultura de redes sociales se instaló con fuerza arrolladora, a veces con la mala intención del escrache: sale foto, sale video, sale noticia de impacto. No importa la fuente, solo importa el daño que se quiera infundir desde los medios. Así asistimos a ignotas -o no tanto- señoritas que a fuerza de su modelado cuerpo se convierten en "pornstars"; o vemos cómo presidente y señora quedan expuestos "in fraganti" en una reunión que no debería haberse realizado por ilegal. Miembros del otro lado de la grieta se rasgan las vestiduras por semejante hecho delictivo e irresponsable, los medios se hacen eco de semejante afrenta, y todos se hacen cínicamente los "dobolus" cuando sale a la luz otra foto con ellos mismos en igual o peor situación. Son los dictados de la "fotocracia".
Las fotos se muestran, no se comparten; porque una vez compartidas, en estos tiempos de internet y redes (antisociales), lo publicado termina siendo de todos y de nadie, claro; mucho menos del que pone el cuerpo para la misma.
Sonría y diga "Güisky", le estamos grabando.
Vamos destejiendo el tiempo, simulando no sentirnos viejos, adoptando nuevas tecnologías, nuevas palabras, nuevos momentos de usos casi descartables.
Paradojas de la comunicación actual. Casi no queda tiempo para comunicarse. Uno debe ser breve y conciso y, si el audio es largo, te lo paso a velocidad duplicada y, si es demasiado largo, ni siquiera te lo escucho.