Por Bibiana Degli Esposti (*)
El cuerpo de las mujeres es un lugar donde se juegan varias batallas, sea haciéndola intervenir como moneda de intercambio, como botín de guerra, como destinada a preservar el discurso religioso, moral, ético.
Por Bibiana Degli Esposti (*)
"Adam is a Madam", James Joyce
Mientras escribo este texto, recuerdo la cita de Lacan que pongo de epígrafe, desgraso lo que cocine ayer, vuelvo al texto, preparo milanesas, leo y releo partes de mi libro viejo, y me preparo mate, y así deambulo entre mujer y conservadora de la especie, y mientras, leo y escribo.
A lo largo de un curso psicoanalítico y/o de un psicoanálisis, abrimos la puerta a hablar de sexualidad a las mujeres. También a los hombres pero hoy no va de ellos. Y texto a texto, pensamos la función madre, vista desde la mujer que es madre, desde los hijos de esa madre, desde el hombre padre con quien los tuvo… Y si de curso se trata, cuando le damos una vuelta más a las fórmulas de la sexuación y al goce femenino, nos encontramos Lacan mediante, nuevamente con Freud diciendo que masculino y femenino son conceptos teóricos de contenido incierto.
Hay cosas que hasta su legalización no existen pero no se hubieran legalizado si no las hubiéramos pensado y luchado antes. A veces se trata de leer mejor lo que ya estaba escrito.
Al hilo de los diversos discursos que nos atraviesan el mundo imaginario, el título permite dar varias vueltas: la mujer es la madre, una mujer no es mujer si no es madre, no hay sino madre y por fin, distinguir entre mujer y madre. Entre esos giros se cuelan apoyos y discriminaciones: desde subsidios para madres solteras, a no tomar mujeres porque se embarazan, y con un cuerpo desde la sacralización a la incriminación.
Para dios y los creyentes judeo cristianos, la mujer llega al mundo por una operación quirúrgica que dios hace en el cuerpo de Adán, o sea, en su propia creación. El juego de palabras de Joyce le sirve a Lacan para decir que Eva es la primera hablante de la lengua de dios, no va es directamente singular porque existe en un mito, en una escritura. Para Virginia Woolf una mujer llega al mundo, escribiendo. Escribiendo no para desahogarse sino escribiendo para ser leída. Una mujer que busque poder y no oculte su búsqueda, pero que lo busque más allá de las cunas y las camas. Entre La mujer bíblica y una mujer, se juega una verdad. Y la verdad siempre es reprimida.
Pero retorna. Virginia se suicidó, sí. Pero no antes de asegurarse ser leída, hoy, otra vez. Entre madre y mujer las cuentas van por parte del deseo. Y puede valer para ambos vocablos, si una mujer busca desesperadamente un hijo para cumplir un mandato, si busca un hombre para tener una referencia en ser, entonces es Eva andando por Callao. Ha de buscar un hombre para que la domine y parirá con cuanto más dolor mejor, para ser una buena madre. Pero su posibilidad de ser una mujer quedará mutilada, negada, sin espacio de construcción. Porque decir que Eva es mujer singular, es una lectura, una nueva operación discursiva hecha por Lacan. En el mito que la articula, habla y ese hablar la vuelve funesta y de ella no se vuelve a saber, ni muere.
Para la Biblia una mujer no existe; de la leyenda oral de donde es tomado el Génesis escrito luego, es recortada Lillit, una mujer que goza. Y una mujer que habla muchas veces sigue siendo vista como funesta, de lo contrario no se entiende cómo en las mesas de debate, en programas de altísima audiencia, programas políticos, las mujeres brillen por su ausencia o se las haga callar de manera infame. Entre los editorialistas de Clarín ¿cuántas mujeres hay? En el staff de Minuto Uno, ¿cuántas mujeres hay? Ojo al parche o parche a la boca. No falla ni de un lado ni del otro.
Ni hombre ni mujer nacen siéndolo. Mujer no se nace, se hace, nos arenga desde hace más de sesenta años Simone de Beauvoir y su arenga siempre me gustó. No fue una feminista complaciente con todo lo que hacemos las mujeres y sus textos señalaron que si una mujer se recuesta del lado del mandato, si todo su goce se juega acorralado ahí, explotará en síntomas. Por eso no se trata de estar a favor de tener o de no tener hijos para poder ser una mujer, se trata de que una mujer decida por su deseo, si quiere ser madre o no quiere serlo. Habría que preguntarse si la maldad pecaminosa que desde los textos sagrados se le atribuye a las mujeres, como posibilidad original estropeando al pobreto de Adán, no es sino la consecuencia de una represión brutal.
Este tema que abordo psicoanalíticamente nos invita sí o sí, a nutrir la clínica cotidiana de otros discursos entre los que el discurso psicoanalítico se ponga a funcionar. Diferenciar o hacer equivaler mujer y madre, indica sencillamente, vivir en un mundo o en otro. Los dos dentro del mismo mundo de lenguaje, pero produciendo sujetos radicalmente distintos e invitados a vidas disímiles donde las haya. El cuerpo de las mujeres es un lugar donde se juegan varias batallas, sea haciéndola intervenir como moneda de intercambio, como botín de guerra, como destinada a preservar el discurso religioso, moral, ético.
A una mujer embarazada se la respeta, es sagrada porque lleva la semilla de un hombre. Porque dará un ser. Luego se la abandona, se la asesina o en un supuesto mejor de los casos, se le hace un regalo para el día de la madre. O se le da la cúpula más alta en el techo de Il Duomo, la Madonnina reina, es la madre de Italia. Si recorriendo Milán no entendés por qué la madre triunfa y la mujer se reprime, es que no has mirado bien. La cocina de mamá es su vientre fecundo.
Madre y mujer, madre como mujer honrada, mujer "separada" de madre, mujer que desea, luego puta. Y así pasan los siglos desde la Biblia mínimo. Eva sí, Lillit no. Ahora bien, si existe La mujer, no salimos de Eva, de la primera madre, de la madre de todos los mortales. Si la madre no cae del lugar de la todopoderosa, no hay lugar para el deseo del sujeto, se encarne en un cuerpo de hombre o en un cuerpo de mujer. Si una mujer quiere hacerse cargo de su deseo, debe renunciar a ser la madre todopoderosa de sus hijos, debe facilitar su caída del pedestal, o sea, debe aceptar la ley de castración que dice que no se debe reintegrar el producto.
Lejos de la Madre Coraje, de Brecht, lejos de la madre corajuda y socialista de Gorki, la madre a veces se parece más a Mi madre, de Bataille. Menos literalidad y más literatura sería bueno para pensar. Madres que someten a sus hijos, que los seducen, que les buscan esposas, madres que no pudiendo tomar sus decisiones obligan a sus hijos e hijas a vivir situaciones de maltrato, madres amadas destinadas a ser odiadas porque el sometimiento extremo también empoza odios extremos. La clínica te lo muestra todos los días al abrir la puerta.
No la cerremos, pero abrámosla de par en par para no someter ni someternos con mandatos, porque ese no ha de ser nuestro lugar en el discurso.
(*) Psicóloga. www.aprescoupsp.com.ar
Diferenciar o hacer equivaler mujer y madre, indica sencillamente, vivir en un mundo o en otro. Los dos dentro del mismo mundo de lenguaje, pero produciendo sujetos radicalmente distintos e invitados a vidas disímiles donde las haya.
El cuerpo de las mujeres es un lugar donde se juegan varias batallas, sea haciéndola intervenir como moneda de intercambio, como botín de guerra, como destinada a preservar el discurso religioso, moral, ético.