Por Cristian Riom (*) y Lic. Magín Ferrer
Por Cristian Riom (*) y Lic. Magín Ferrer
Las agencias sanitarias, dependiente de los ministerios de Salud, que velan por la seguridad sanitaria y alimentaria de la población se han convertido en la mayoría de los países en una barrera para ingreso y deportación de nacionales y extranjeros, respectivamente; todo ello bajo el paraguas de la pandemia COVID 19 y sus diversas variantes que afectan a los sistemas de salud nacionales.
Desde inicios 2020 hemos asistido a un cúmulo de reglamentaciones sanitarias en la totalidad de los países del mundo con el simple objetivo de evitar la transmisión del COVID-19. La cuestión es que en esa misión casi todos los Estados han avanzado sobre las libertades individuales y colectivas, sobre los principios más básicos en los que se asientan las democracias occidentales, sobre la actividad comercial, industrial, turística y por sobre todo han incidido, para mal en algunos casos, en la educación de los menores. En muchos de los casos analizados toda esta batería de medidas restrictivas (muchas veces permanentes) solo dejó a la vista el patético estado de los sistemas de salud y de ahí la urgencia de las restricciones.
Lo cierto es que estas agencias sanitarias sumaron más poder a sus funciones ordinarias de velar por la salud sanitaria y alimentaria de cada país; ahora: la de seguir y perseguir ciudadanos que no cumplen las normativas sanitarias para evitar un mal mayor.
De esta manera nos encontramos con una nueva forma de vínculos restrictivos entre Estados y es que, frente al virus COVID y sus diferentes variantes surgidas en distintos países, se establecen restricciones discriminatorias frente a las personas provenientes de países cuyas cepas hayan sido decretadas como más peligrosas o súper contagiosas. Las medidas van desde la prohibición del ingreso hasta hacerlos cumplir a raja tabla encierros temporales para evitar cualquier riesgo. Incluso, para esos lapsos de cuarentena, se los obliga a ir a hoteles específicos y pagarlos de su bolsillo.
Argentina no está exenta de este tipo de medidas, las aplica a propios y extranjeros y quizás haya recibido una respuesta a esto.
A principio de mes fuimos testigos de un papelón internacional en el clásico del fútbol latinoamericano que tiene trascendencia mundial por la talla de los equipos, nos referimos al partido por las eliminatorias entre Brasil y Argentina por las eliminatorias del Mundial de Qatar de 2022. El ingreso de autoridades de Anvisa (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria) al campo de juego en pleno partido, convirtió al evento deportivo en un escándalo de repercusión internacional dejándonos varios interrogantes. En el actual sistema internacional, ¿qué rol juegan determinadas organizaciones no gubernamentales? ¿tienen estas asociaciones mayor preponderancia que algunos Estados nacionales? Los "protocolos FIFA" fueron diseñados para poder disputar partidos de futbol internacionales bajo medidas específicas para evitar el contagio del Covid 19 y fue consensuado con las distintas asociaciones de futbol. Este protocolo FIFA es aceptado por los distintos países aun cuando se contraponga a alguna disposición interna por lo que entendemos que el espectáculo y el movimiento de dinero que genera la FIFA está por encima de las regulaciones nacionales, una verdad aceptada pero no explicitada.
¿Por qué el consenso FIFA no se aplicó en Brasil? La respuesta viene desde el mismo gobierno brasileño y sus particularidades. El presidente Bolsonaro registra una caída pronunciada en su imagen, acumula un rechazo que supera el 50% (según encuestas XP Ipespe y DataFolha) y un crecimiento sostenido de sus opositores políticos. Desde el inicio de la pandemia el presidente se encontró al menos errático, subestimando su alcance y gravedad, con continuos cambios en la titularidad de la cartera de salud, esta situación se tradujo en picos de contagio, saturación del sistema y descontento popular. En el plano exterior son conocidas las discrepancias con nuestro presidente Fernández por motivos ideológicos y comerciales tanto a nivel bilateral como en el marco del Mercosur. Respecto a las relaciones con EE.UU., con el arribo de Biden a la Casa Blanca éstas se han puesto tensas sobre todo en temas como medio ambiente, derechos humanos y democracia.
Es innegable el papel que juega el futbol en la cultura latinoamericana en general y en Brasil en particular, no pasa desapercibido en el pueblo la participación de la "Verde-amarela" y los gobiernos respiran tranquilos cuando el desempeño es exitoso. No podemos considerar como desapercibida la derrota de Brasil en la final de la Copa América en manos de su tradicional rival, nuestro país, sin duda fue una mala noticia para Brasilia, una más y de difícil digestión. Es en este contexto negativo que se desarrollaron los incidentes dentro de una cancha de futbol, difícil de entender para casi todo el mundo que miraba perplejo pero no para quienes entendemos la complejidad de la peculiar forma de gobernar de Jair Bolsonaro para quien parece que la "tristeza nao tem fim".
Las agencias sanitarias sumaron más poder a sus funciones ordinarias de velar por la salud sanitaria y alimentaria de cada país; ahora: la de seguir y perseguir ciudadanos que no cumplen las normativas sanitarias para evitar un mal mayor.
Nos encontramos con una nueva forma de vínculos restrictivos entre Estados y es que, frente al virus COVID y sus diferentes variantes surgidas en distintos países, se establecen restricciones discriminatorias.
(*) Analista Internacional