Por Gustavo Feldman
A la investigación por la inteligencia ilegal llevada adelante respecto de los familiares de los fallecidos en la tragedia del submarino ARA SAN JUAN, ahora se le agrega este verdadero escándalo en la Provincia de Santa Fe.
Por Gustavo Feldman
El título de esta columna emula el de la célebre película protagonizada por Gene Hackman y dirigida por Francis Ford Coppola allá por 1974 (si alguien no la vio es buen momento para saldar la deuda).
Se trata de un espía profesional, un "servicio" en nuestra jerga, que graba, espía e investiga a la gente de manera clandestina; trabaja furtivamente para el Estado. Haciendo equilibrio entre no develar el nudo y desenlace del filme, y referir al mismo para abordar el tema, sólo diré que la semejanza con situaciones y personajes reales es asombrosa.
Las "tareas de inteligencia" en la República Argentina tienen un bagaje histórico insoslayable y difícil de olvidar. Todas las dictaduras, sobre todo la última, basaron la tarea represiva criminal en la previa colección de información, de "inteligencia". Hubo planes de inteligencia diseñados y concretados en cuestiones puntuales dentro del plan criminal general; como por ejemplo la supresión de identidad de bebés nacidos en cautiverio o la privación de libertad de personas bajo bandera.
Es así, que la democracia buscó cortar de cuajo con tamaña lacra y así nacieron las normas, leyes y decretos, que vedan y punen la "inteligencia ilegal" con hasta diez años de cárcel.
A la investigación por la inteligencia ilegal llevada adelante respecto de los familiares de los fallecidos en la tragedia del submarino ARA SAN JUAN, ahora se le agrega este verdadero escándalo en la Provincia de Santa Fe. Todas las crónicas periodísticas, las que firman aun los que de alguna forma justificaban las bravuconadas de los ahora sospechados, hablan de una evidencia física importante. Esto no es más que un indicio, porque lo único valioso serán las pruebas que efectiva y legalmente se colecten en la investigación que recién empieza.
Si todas las investigaciones penales deben apegarse a la ley, pues en esta el apego deberá ser irrestricto, sin fisuras; será la única forma de legitimar una eventual sanción.
Pero además será la forma y la ocasión de trazar una línea divisoria entre dos modos conductales del Estado santafesino y sus agencias, ejecutiva y judicial. Uno signado por el proceder patoteril y clandestino, "por izquierda", avasallando garantías, apretando testigos e imputados para fabricar escenarios artificiales. El otro, el que quiere la Constitución, correcto y eficiente a la vez. Para llevar adelante una investigación penal en forma eficaz no hace falta que el Fiscal sea un matón de saco y corbata, hacen falta ideas, decisión y escrúpulos.
Este nuevo "affaire" en la Provincia será una prueba de fuego para el Ministerio Público de la Acusación santafesino; el mismo que procuró exageradamente el allanamiento de un diario porque estaba investigando a un empleado de ese diario; el único caso en casi cuarenta años de democracia. El mismo que hoy está esclareciendo la mayor estafa en la historia de Santa Fe.
Esta "conversación" recién empieza; y cuanto más delicada y complicada es la situación más virtuosa debe ser la salida.
Las "tareas de inteligencia" en la República Argentina tienen un bagaje histórico insoslayable y difícil de olvidar. Todas las dictaduras, sobre todo la última, basaron la tarea represiva criminal en la previa colección de información, de "inteligencia".
A la investigación por la inteligencia ilegal llevada adelante respecto de los familiares de los fallecidos en la tragedia del submarino ARA SAN JUAN, ahora se le agrega este verdadero escándalo en la Provincia de Santa Fe.