José Luis Espert se hizo notar en Santa Fe en su paso por el debate presidencial de 2019, en el paraninfo de la UNL. Tres años después, ya como diputado nacional electo el año pasado con un notable crecimiento entre un comicio y otro (700 mil votos y dos bancas en el Congreso, más otras tres en la provincia de Buenos Aires), volvió a la ciudad con un perfil más bajo, pero una agenda mucho más intensa. Y la decisión de, tal como en otros distritos importantes del país, desarrollar Avance Libertad en Santa Fe.
En ese marco, y acompañado por Luis Rosales (de su propio partido), se reunió con empresarios, comerciantes y distintos dirigentes. Y dialogó con El Litoral.
- Estuvo con empresarios y representantes del sector productivo. ¿Cuáles son los planteos que más escucha de estos sectores?
- Una coincidencia total de preocupaciones. El interés empresario coincide con nuestras ideas sobre el país. Creemos que la Argentina tiene que estar vinculada al mundo, tiene que comerciar con el mundo, en lugar de usarlo como prestamista. Esto implica que no haya retenciones a las exportaciones, un tema muy caro a la agro-Argentina y también una economía abierta al mundo, que compita. Por ejemplo, creemos que para que la Argentina desarrolle un empleo genuino y en blanco tiene que tener otras leyes laborales, no éstas que le dan tanto miedo al empresario a contratar gente. Eso coincide con el interés empresario de tener otras leyes laborales también: el empresario hoy no toma a nadie como empleado, mucho menos en blanco, como consecuencia de que siente que si emplea a alguien mete una bomba atómica en la empresa en lugar de un empleado. Nadie va a tomar empleados con estas leyes laborales y tampoco con estos fallos de la justicia laboral que son demenciales.
Entonces, no es que seamos defensores de los intereses empresarios, sino que creo que hay un prejuicio sobre el lucro empresarial en la Argentina. Parece que es algo malo y conseguido a costa del empleado. Y esto no es así: si hay trabajadores es porque hay gente que da trabajo y que también trabaja para dar trabajo. No es que se da trabajo como una concesión divina. Estamos en defensa del empresario competitivo, que innova, que expande las fronteras de producción; y esos son los que dan trabajo y remuneran mejor a sus trabajadores.
- Siempre se enumera entre los principales problemas del país a la inflación, el déficit público, el desaliento a la producción. Pero si tuviese que poner el foco en uno, ¿por dónde empezaría?.
- Hay un problema económico que es central, del cual los demás (la inflación inclusive, el empleo en negro, la baja productividad del empleo informal) son consecuencia, y es que la Argentina está muy mal conectada con el mundo: se conecta y se vincula de muy mala manera. Lo abraza como un prestamista, somos mangueros del mundo en lugar de ser socios. En cuanto uno no es socio del mundo, uno empieza a coquetear con que te pueden cobrar cualquier impuesto, total lo trasladás a los precios, porque no estás vinculado al mundo.
Si ponés los caballos adelante del carro, o sea ponés a la Argentina a vincularse con el mundo de manera adecuada, vas a necesitar de bajos impuestos, del tamaño del Estado más chico y de leyes laborales más flexibles que las actuales. Y digámoslo con todas las letras: leyes laborales flexibles son a favor del trabajador y en contra de los sindigarcas que tenemos como sindicalistas.
- En este contexto se indica hasta a la invasión de Rusia a Ucrania como otro factor que jugó en contra del país. ¿Ustedes piensan que es así?
Rosales - Para nosotros es una oportunidad única. Los dos grandes competidores argentinos en exportaciones de alimentos están en guerra y el precio de los productos han subido. Lo que queremos hacer es gravar a los exportadores en vez de fomentar que se ganen nuevos mercados. Los países árabes se están quedando sin trigo, Argentina podría aprovechar esta circunstancia.
- ¿Cuál es la razón de fondo de las retenciones agropecuarias.? ¿Es una mala idea sobre cómo resolver los problemas, tiene un trasfondo ideológico?
Espert - Son irrelevantes para financiar al fisco. No sé si la gente lo sabe, pero del cien por ciento de la recaudación, las retenciones al agro solo representan el 8 %. Entonces, un fin recaudatorio no tiene, porque es irrelevante. Aquí hay un tema ideológico; un prejuicio ideológico, porque uno podría tener una ideología equivocada o no. Esta es una especie de prejuicio. Se desconoce la realidad, que el productor es un laburante más, madruga, no tiene feriado cuando tiene que cosechar ni cuando tiene que sembrar. Cuando se siembra la soja de segunda no tenés ni siquiera Nochebuena. Así que hay un prejuicio. El resto es armar un discurso para sostener el prejuicio.
- Lo mismo opera en las relaciones internacionales. Hay un factor ideológico que interviene.
- Si, ahí ya no hay un prejuicio sino una decisión estratégica de estar alineados con el fascismo del mundo, aún a riesgo de poner en juego la vida de las personas, como fue la decisión de no ponerse la Pfizer de manera masiva para no herir la susceptibilidad de países con los cuales el kirchnerismo está alineado como Rusia y china.
Creo que en un país normal, Alberto Fernández ya no sería presidente, porque un juicio político hubiera obturado su presidencia. Porque usted no puede matar gente como ocurrió acá por no poner la Pfizer por cuestiones políticas. Es un criminal Fernández. O la política sanitaria ha sido criminal.
- Y a nivel económico, lo que impacta más directamente en el bolsillo de la gente es la inflación, sea síntoma o causa. ¿Qué se puede hacer con ella?
- Para ser coherente con lo que dije antes, la forma de explicar la decadencia argentina es nuestra mala vinculación con el mundo. Detrás de eso hay un Estado elefantiásico, y detrás de eso vienen las leyes laborales de la época de las cavernas, de Musssolini más exactamente. El Estado argentino es tan grande que ni siquiera la montaña de impuestos (que pagan los laburantes, empresarios, no empresarios, asalariados, comerciantes) alcanza. Por eso tenemos déficit fiscal, que siempre te lleva a dos finales que ocurren, a veces, en forma simultánea: alta inflación y vivir en default. Si uno toma los últimos 60 años, Argentina es un país que vive con alta inflación y en default permanente. Son consecuencias ineludibles cuando tenés déficit fiscal, que es hijo del enorme tamaño del Estado. El tema central de este problema de la inflación es el gasto público: el Estado que no puede pagar la gente con impuestos y nadie te quiere financiar.