(C) Priscila Fernández Comunicación científica UNL - El Litoral
Más personas requieren más casas, ésa es la premisa con la que se suele pensar la necesidad de viviendas. Sin embargo, a la hora de estimar el déficit habitacional es necesario tomar en cuenta cómo se agrupa la gente para vivir y en qué condiciones lo hace.
Al seguir los datos censales de las últimas dos décadas (1991; 2001 y 2010), especialistas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) pueden identificar distintos patrones de la población santafesina. Así, la cantidad de viviendas que se demandan puede calcularse incluyendo diferentes componentes.
Por un lado están las viviendas precarias o irrecuperables que deben ser reemplazadas, es decir, aquellas que no son aptas como ranchos, casillas, casas rodantes o la vía pública. El censo de 1991 mostró que el 6 % de las viviendas de la provincia entraba en la categoría de precarias, mientras que los datos de 2010 evidencian un marcado descenso, hasta el 2 %.
Otro de los componentes del déficit habitacional que es posible monitorear a través de los datos censales disponibles es el número de hogares hacinados, es decir, que conviven en una misma vivienda.
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