Ignacio Andrés Amarillo
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El sábado Sunchales se vio alterado por un suceso inédito: el Prevemusic 2011, festival gratuito organizado por Prevención ART que llevó a varios miles de personas a “copar” la Capital Nacional del Cooperativismo para disfrutar de un line up pocas veces visto en el interior del país: Las Pastillas del Abuelo, Vicentico, Ciro y los Persas y Charly García & The Prostitution fueron los animadores de la jornada histórica.
Joven guardia
A las 14 se abrieron las puertas del Club Unión de Sunchales, con centenares de jóvenes que se acomodaron en el campo y participaron de juegos de karaoke. Más tarde tomaron el escenario tres bandas de la ciudad: El sofá de Lito, Bazofia y Mil Huesos, presentadas por un “festivalero” por excelencia, Bebe Contepomi.
Luego de un tiempo muerto de una hora y media, en el que la prensa acreditada tuvo la ocasión de enterarse de que no podía sacar fotos de cerca, ni entrevistar a nadie (las radios se disputaron a un extraviado Nacho Goano), ni mucho más que hacer que mirar los conciertos, Contepomi anunció a los ganadores ex aequo del concurso nacional de bandas: así, los juninenses de Parientes y los platenses de Tourettes alcanzaron a mostrar dos o tres canciones cada uno, como anticipo de los platos fuertes.
Historias de barrio
Los primeros en salir fueron Las Pastillas del Abuelo, encabezados por un rapado Piti Fernández, que como casi todos los otros participantes (salvo el bicolor) prepararon un set bien compacto (lo que se dice “un show de festival”), mientras mostraban su alegría de participar en un encuentro de estas características.
Así, frente a la primera explosión de banderas de la jornada, pasaron canciones como “La cerveza”, “Papá”, “Pierdo”, “Donde esconder tantas manos”, “Gobiernos procaces”, “La casada” y el enganchado que hacen de “Enano” con la ricotera “La parabellum del buen psicópata”, dejando a sus fans sin “El sensei”, su eterno clásico.
Manos en el cielo
Vicentico se propuso hacer bailar a los presentes, “como Shakira” (dicho esto al tratar de menear su cintura). El ex Cadillac se paró al frente de su numerosa y profesional banda con una set list que unión pasado y presente: “Ya no te quiero”, “Chalinet”, “Paisaje”, “Siguiendo la luna”, “Morir a tu lado”, “Las manos” (en un medley que la enganchó con “Hasta siempre”, el himno de Carlos Puebla al Che Guevara, que dedicó de una manera algo confusa “al espíritu rebelde”), “Tiburón”, “Los caminos de la vida” y “Sólo un momento”.
Con su particular estilo supo interactuar con el público, con frases que fueron de “un momento, señorita” o “no le entiendo, caballero” a “este se tomó”.
Trapos al aire
Andrés “Ciro” Martínez salió al frente de sus Persas para dar el show más intenso de la velada (y con el pico en cantidad de público), apelando a la mística piojosa para encender a los miles que habían ido a verlo, embanderados con trapos que recordaban a su gloriosa ex banda. El prognato vocalista, el de los meniscos rotos, le puso voz, guitarra y armónica a la formación que completan Juan Gigena Abalos y Juanjo Gaspari en guitarras, Broder Bastos en bajo (especie de Doug Wimbish sudamericano), Lulo Isod en batería y Diego Mano en teclados.
La lista de temas alternó las canciones de su disco “Espejos” con clásicos de Los Piojos: así pasaron “Antes y después”, “Pistolas”, “Banda de garaje” (con sus guitarras stone), “Todo pasa”, “Vas a bailar”, “Ruleta”, “Blues de la ventana”, “Verano del ‘92”, “Insisto”, “Tan solo” y “Chucu chu” (con un disfrazado de pato como mascota, bailando con los músicos).
Desafiando la fragilidad de sus meniscos el cantante se sentó en el borde del escenario y llegó a descender para interactuar con su público, apretado al otro lado de las vallas y más allá, poniéndole calor a la gélida noche (pudo verse a una señorita en corpiño sobre los hombros de un muchacho, revoleando su remera). Primero en la jornada en hacer una salida de bises, se despachó con “Cruel”, “Servidor”, “El farolito” y “Noche de hoy”, para hacer una pasada por “Aguanten los trapos” para leer los carteles y banderas.
Finalmente, ya solo sobre el escenario, se despidió con uno de sus clásicos: la introducción del Himno Nacional Argentino en armónica, algo que el “Niño” Esnaola nunca imaginó cuando la creó.
El perseguidor
Charly García subió al escenario apenas pasada la medianoche, dispuesto a hacer un show propio de unas dos horas, en el que se dio el gusto de reversionar (una vez más) canciones viejas y no tanto. Siempre de la mano de The Prostitution, su reformulada banda que suma al trío chileno (Kiuge Hayashida en guitarra y coros; Tonio Silva Peña en batería y Carlos González en bajo), a su compinche Carlos García López (“en la guitarra: un negro. Sunchales sin discriminación”) y el infaltable Fabián “Zorrito” Quintiero en teclados. A ellos se unieron Rosario Ortega (“la hija de un amigo”) en voces, Fernando Samalea en bandoneón, vibrafón y percusiones, junto a un trío de cuerdas.
García volvió a las andadas, siempre con un comentario inesperado, tal vez uno de los inimputables del rock argentino junto con Ricardo Iorio (aunque la historia esté de su favor).
Algunas frases: “Yo no salí con Massera”; “¿Cómo se llamaban ustedes? ¿Sunchales? ¿Por qué no lo cambian por Kurt Cobain?”; “Busquen un ciego, péguenle una piña y compren mi disco”; “Soy Freddie Mercury” (cuando se le rompió el pie del micrófono); “Yo no soy como Fito Páez, que hace como que rompe los teclados pero no los rompe” (pisando un teclado).
Pero más allá de las habladurías y de sus balances químicos (propios y externos), García es un performer, por un lado, y un perseguidor cortazariano por el otro, siempre vibrando en otra frecuencia. Quizás por eso, o por el frío, o porque fueron a ver a Ciro, muchos abandonaron el campo; pero los que se quedaron pudieron disfrutar de un show fuera de libreto.
Por ahí pasaron “Cerca de la revolución”, “Rock and roll Yo”, “Pasajera en trance”, “Los dinosaurios”, “No toquen”, “Confesiones de invierno”, “Me siento mucho mejor”, “El amor espera” y “Anhedonia”. Después vino un pequeño intervalo con imágenes de “Un perro andaluz” (“un poco de cultura, muchachos”), para pasar a “Yendo de la cama al living”, “No importa” (del rehabilitado “Kill Gil”), “Hablando a tu corazón”, “Demoliendo hoteles”, “Promesas sobre el bidet”, “Viernes 3 AM” y “No me dejan salir”.
Para los bises eligió “Desarma y sangra”, “Eiti Leda”, “Fanky”, “Rezo por vos” (“recen por Gustavo Cerati”) y la explosión final con “Canción para mi muerte”. Ya con el escenario vacío, su otrora polémica versión del Himno Nacional Argentino acompañó la salida de los presentes a la fría noche sunchalense, en busca del medio de transporte que, remontando las oscuras rutas, los devolviera a sus lugares de origen.






