Enrique Cruz (h) (Enviado Especial a Moscú, Rusia) / [email protected]

Islandia es un país que tiene menos habitantes que Santa Fe y se ha convertido en la presencia inesperada y sorprendente en este Mundial. Los nórdicos llegaron a Rusia para hacer historia.

Enrique Cruz (h) (Enviado Especial a Moscú, Rusia) / [email protected]
Ya está. Ya pasó la emoción del primer día, de la ceremonia inaugural, de ese majestuoso estadio Luzhniki que, ojalá, nos tenga como protagonistas del último partido de este Mundial y que en alguna oportunidad, hace ya 36 años, pasó a convertirse en tristemente célebre cuando una avalancha provocó la muerte de 66 personas. Ya pasó la primera emoción del Mundial y ahora viene la primera emoción de los argentinos, que en cantidades “industriales” están inundando las calles de Moscú esperando el debut.
Pasó mucho en estos cuatro años. El fútbol argentino se sumergió en una crisis muy profunda, partiendo de la impresentable conducción de la Afa (en manos de Luis Segura primero y de una junta normalizadora que lo que menos hizo fue normalizarla). Y esa profunda crisis llevó a cambios en la conducción del equipo.
Martino se encontró con un plantel que había estado en la antesala de la gloria y que perdió una final sin merecerlo y jugando bien. Volvió a darle dos chances de campeonar, pero no pudo. Las tres finales perdidas en cuatro años colocaron a esta generación de jugadores en un injusto sitial de perdedores. Y ahora vienen por una nueva oportunidad, para muchos la última de intentar el paso a la historia.
En realidad, esta generación de jugadores ya entró en la historia. El tiempo los va a acomodar, seguramente. La gran pena tiene nombre y apellido: Lionel Messi. Por eso, cualquier esfuerzo que se haga por él y para él, contribuirá y agregará un granito de arena a esa necesidad extrema que tenemos de volver a ser campeones del mundo. Por el fútbol argentino, naturalmente, pero también por Messi, una estrella que siempre ha querido brillar con la celeste y blanca tal como lo hizo con la blaugrana, aunque sin lograr lo que tanto anhela y se le niega.
Recorriendo los pasillos de ese gigantesco estadio ruso de la apertura y del partido inaugural, me encontraba con varios colegas argentinos. Y charlando del partido de este sábado, casi todos coincidían en hacerse una sola pregunta: “¿por qué Sampaoli mete a Biglia junto a Mascherano para un partido como el que se supone que se presentará ante Islandia?”. Un análisis en retrospectiva nos remonta a hace cuatro años, cuando el ingreso de Biglia y el de Demichelis terminaron acomodando las cosas del medio hacia atrás en aquel equipo de Sabella. Pero no sólo pasaron cuatro años sino que, además, la pregunta es: ¿sirve jugar con dos “5” de marca ante un rival que nos atacará poco y de contragolpe?
Quizás busque equilibrio teniendo en cuenta que Salvio y Tagliafico serán más wines que marcadores de punta; y que, por lo tanto, habrá que endilgarle a alguno de los “5”, o a los dos, la responsabilidad de meterse en la línea de cuatro cuando alguno de ellos, en plena gestión ofensiva, no pueda volver a tiempo. Evitar que nos conviertan es uno de los grandes objetivos. Y no está mal. A veces los triunfos se gestan a partir de saber mantener el arco en cero. Con Messi en la cancha y si alguno —esperemos que sean más de uno— lo acompaña, la posibilidad del gol estará latente siempre durante los 90 minutos.
Será una prueba de fuego también para Caballero, para Tagliafico, para Salvio, para Meza y hasta para un Rojo que admitió haber jugado siempre de “6” en inferiores, pero que cuando fue mayor, su posición se asemejó mucho más a la de un lateral que a la de un zaguero. Al menos, así se dio siempre con la selección.
Hay que ganar el primer partido y hay que ganar el grupo. Ganar el primer partido es clave para ir en búsqueda de Croacia, que a priori parece ser el gran rival en un grupo que tiene una gran incógnita (Islandia) y una selección a la que siempre le hemos ganado en los mundiales, pero que no se los puede subestimar.
Ha llegado la hora. Se cometieron muchos errores en cuatro años, murió Grondona, hubo tres presidentes de la Afa, se perdieron dos finales más, Messi renunció pero volvió —y gracias a Dios que volvió— y entramos por la ventana, de última y con un partido sensacional del hombre en el que depositamos gran parte de nuestras ilusiones.
Sampaoli todavía es algo indescifrable. Se desnuda una actitud de técnico que busca el arco de enfrente, pero también sorprendieron algunas cuestiones vinculadas a lo táctico y al funcionamiento. Tuvo un tiempo prudente de trabajo para encontrar el equipo, aunque sin amistosos. Probó una y mil veces hasta que ahora parece decidido por los once que van a arrancar, pero todos sabemos que no serán los que van a terminar.
Acá hay algunos jugadores capaces de aportar algo diferente y hasta superador de los que están. Pavón es uno de esos jugadores. Mercado puede ser otro. Y Lo Celso es la sorpresa que dio Sampaoli dejándolo afuera.
El fútbol argentino necesita un reencuentro con la gloria. Y también necesita darle a Messi, un fenómeno como Maradona, la chance de no pasar desapercibido ni dejar de inscribir su nombre en ese sitial sólo reservado a los elegidos. Este sábado hay que dar el primer paso. Más que un paso, ojalá demos el primer gran salto.
¿Cómo llegó Islandia?
Con apenas 103.000 kilómetros cuadrados de superficie y 331.811 habitantes, según el censo de 2016, Islandia ratificó todo lo bueno que viene haciendo en materia futbolística. Ya en la Eurocopa del año pasado, disputada en Francia, los isleños se destaparon como la gran revelación del torneo. En su debut, de hecho, igualaron con la Portugal (que luego fue campeona) de Cristiano Ronaldo y lograron pasar la zona de grupos con otro empate ante Hungría y un triunfo frente a Austria.
Aunque lo mejor llegaría en los partidos de eliminación directa. En octavos de final, por ejemplo, derrotó por 2-1 a Inglaterra, aunque luego, en cuartos de final, cayó 5-2 con la anfitriona Francia.
En estas Eliminatorias todo fue sobre ruedas para Islandia. Y su tarea resultó implacable. Compartió el Grupo 9 junto con tres rivales nada sencillos como Croacia, Ucrania y Turquía. Y terminó primera, lejos, con 22 puntos, relegando a los croatas (su verdugo en el repechaje para Brasil 2014) al segundo lugar y, por ende, obligándolo a jugar la repesca.