Era un día habitual en la playa de Las Grutas, con miles de personas distribuidas en la arena. Muchos estaban en el agua y otros tantos refugiados del sol bajo la sombrilla. Se mezclaban el ruido de las conversaciones, la música de algún parlante y las risas de los niños. Hasta que un gran estruendo captó la atención de todos. Pareció una explosión, pero fue el desprendimiento de rocas del acantilado.
Es un fenómeno cada vez más común y el final puede ser trágico, porque el consejo de no instalarse junto al muro de rocas no es tenido en cuenta por muchos veraneantes. Por momentos, es el mar el que acorrala a la gente que no quiere dejar la playa hasta la pleamar.
Sin embargo, son muchos los visitantes que eligen sentarse junto al acantilado aún cuando el mar les quede a cientos de metros. El intendente de San Antonio Oeste, Adrián Casadei, hizo "un llamado a la reflexión, tanto a locales como a turistas, ante el peligro de derrumbe de los acantilados", ante el peligro que conlleva ubicarse en el lugar.
"Los carteles indican claramente la posibilidad de un desprendimiento, por eso, acudimos a la responsabilidad de cada uno de los veraneantes para no circular ni establecerse en las inmediaciones de estos lugares. Evitemos inconvenientes, seamos conscientes del peligro que esto representa, cuidémonos y hagámoslo saber a quienes no lo cumplen", manifestó el intendente de SAO.
El último derrumbe fue el jueves por la tarde, cuando la playa estaba colmada. Una mujer y su hija se salvaron por centímetros, escucharon el estruendo y reaccionaron justo a tiempo: una de las rocas cayó sobre una de las reposeras. "Yo estaba a 50 metros y se escuchó un ruido impresionante, como una explosión", aseguró un testigo.
Por fortuna, según afirmaron testigos del incidente, las dos mujeres resultaron ilesas.
Todo el murallón costero de Las Grutas es frágil. Además de la erosión natural que provocan el viento y el mar, diversos estudios determinaron que hay gran influencia del peso por las actividades humanas, como las construcciones y la circulación de vehículos a muy pocos metros. Ésa es una de las razones por la que los derrumbes ya son moneda corriente.
Otro factor que debilita el acantilado son las cuevas que excavan los loros barranqueros que llegan en grandes cantidades en primavera, cuando nacen sus pichones.
Las aves cavan cuevas de hasta dos metros de profundidad, que agrietan la roca.
En 2020, luego de tres derrumbes durante la temporada, el Municipio de SAO realizó un relevamiento de todo el acantilado y determinó la existencia de zonas muy frágiles, por lo que junto a Bomberos Voluntarios se realizaron maniobras para provocar derrumbes controlados cuando la playa estaba vacía.