Por Santiago De Luca
Fue en diferentes lenguas (árabe, inglés, francés, español...) y de diferentes culturas que la obra de Borges se vivificó en esta ciudad del norte de África.
Por Santiago De Luca
Una muestra de la vitalidad y de la infinita e insospechada fecundidad de la obra de Borges fue el congreso internacional “El legado de Borges a través del mundo: lectores y lecturas” que se desarrolló en la ciudad Imperial de Mequínez, en Marruecos, del 21 al 23 de noviembre de 2019.
Durante estos días especialistas de diferentes lugares del mundo coincidieron en la Universidad Moulay Ismail como realización de la profecía del poema Los Conjurados, donde Borges imagina una conspiración benévola: “Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas/ religiones y que hablan en diversos idiomas./ Han tomado la extraña resolución de ser razonables./ Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades”. Y fue en diferentes lenguas (árabe, inglés, francés, español...) y de diferentes culturas que la obra de Borges se vivificó en esta ciudad del norte de África.
Asistieron personalidades como el gran escritor marroquí Abdelfattah Kilito, el hispanista Abdellatif Limami, la investigadora argentina Jorgelina Corbatta o el profesor norteamericano Daniel Balderston, director del Borges Center de la universidad de Pittsburgh. Todos coincidieron en un diálogo con la forma de un tapiz bereber que evocó el rostro del gran escritor argentino con vocación universal. Pero fue la voluntad de una mujer la que permitió este encuentro, la profesora Zohra Lhioui que nos dice lo siguiente cuando le preguntamos por su conclusión del congreso: “A lo largo de estos tres días muy exitosos del congreso internacional sobre Borges seguimos con gran interés todas las ponencias correspondientes a los diferentes ejes del programa. Borges y Kafka, Borges y Las mil y una noches, Borges y Eco, Borges y Dante, pero también el estudio de los manuscritos de Borges, llamado Crítica genética, que ofrece múltiples posibilidades de acercamiento y nuevas perspectivas sobre este escritor argentino”. El gran crítico y autor marroquí Abdelfattah Kilito se distinguió con una comunicación fascinante sobre Borges y Kafka con el título “Borges es el vecino”. No son muchos los libros de Abdelfattah Kilito que se pueden conseguir en Argentina, por lo que es interesante saber que su obra está hecha con referencias borgeanas desde la cultura árabe. Su libro El ojo y la aguja es una interesante lectura de Las mil y una noches.
Cabe destacar también la intervención de la profesora Touria Oulehri de la ciudad de Fez del CRMEF (siglas que corresponden en francés al Centre de Préparation á l’Agregation). Touria Oulehri se centró en el cuento el Zahir y en el rostro del personaje Teodolina Villar, que va recuperando su esplendor en su funeral y desencadena el encuentro del Zahir. El rostro de la bella Teodolina prefigura la moneda que en Buenos Aires es un Zahir. Pero ella de algún modo ya es el Zahir. El narrador, impulsado por el culto del esnobismo, está enamorado de ella, según su propia confesión. El Zahir es uno de los atributos de la divinidad y uno de sus nombres que significa lo aparente, lo visible. Y se sabe que la poesía amorosa y mística han recurrido a las mismas metáforas. Así nos describe el narrador su presencia en el velorio de Teodolina Villar: “En los velorios, el progreso de la corrupción hace que el muerto recupere sus caras anteriores. En alguna etapa de la confusa noche del 6, Teodolina Villar fue mágicamente la que fue hace veinte años; sus rasgos recobraron la autoridad que dan la soberbia, el dinero, la juventud, la conciencia de coronar una jerarquía, la falta de imaginación, las limitaciones, la estolidez. Más o menos pensé: ninguna versión de esa cara que tanto me inquietó será tan memorable como ésta; conviene que sea la última, ya que pudo ser la primera”. Aquí ya tenemos la circularidad de la moneda. El diálogo fue muy fecundo y desencadenó otras lecturas. También estudiantes de la universidad, en “la lengua infinita del desierto” que es el árabe para Borges, analizaron el vínculo de su obra con ese espacio habitado por metáforas que es el desierto. Se recordó el texto en el que, en su viaje a Egipto, Borges escribió: “A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja: Estoy modificando el Sahara.” Esta cita condujo al otro texto donde el desierto aparece como un laberinto, infinito e indefinido, Los dos reyes y los dos laberintos. También, en esta tradición, el desierto es el universo donde habitan los “yennun”, genios y seres fantásticos que son invisibles pero pueden adquirir formas antropomorfas y visibles. Estos seres, creados del fuego, comparten con los seres humanos el libre albedrío. Así que pueden ser amigables y también hostiles. La literatura de Borges ha sido receptiva a los seres fantásticos.
Borges escribió, en el prólogo a la versión de Antoine Galland de Las mil y una noches (o según otros el Libro de las mil noches y de una noche), que los siglos pasan y la gente sigue escuchando la voz de Shahrazad. Podríamos agregar, modificando levemente antiguas palabras, que el tiempo, que despoja los alcázares, enriquece la obra de Borges.
En su viaje a Egipto, Borges escribió: “A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja: Estoy modificando el Sahara.”
Fue en diferentes lenguas (árabe, inglés, francés, español...) y de diferentes culturas que la obra de Borges se vivificó en esta ciudad del norte de África.
Todos coincidieron en un diálogo con la forma de un tapiz bereber que evocó el rostro del gran escritor argentino con vocación universal.