Por Viviana Rosenzwit
"Mala suerte si ando solo", la nueva novela de Rogelio Alaniz, nos introduce en el fascinante y misterioso mundo del hampa, en donde los peligros se suceden y la muerte es una moneda de cambio.
Por Viviana Rosenzwit
El protagonista de "Mala suerte si ando solo" rememora su historia de vida. Al día siguiente de cumplir setenta años los flashes de la memoria lo inundan; cada episodio le ha quedado impregnado en la retina como una huella difícil de borrar y se lo dice al lector, paso a paso, sin ocultamientos. Vivir para contarla, diría Gabriel García Márquez.
A cierta edad se produce un cambio en la manera de sentir el mundo, en la forma de inscribirse en ese universo cotidiano que nos rodea. Surge la tentación de dejarse estar para conseguir la tan ansiada paz interior: Ayer cumplí setenta años. Vivo solo y lo celebré solo. Nadie me llamó por teléfono, nadie me escribió una tarjeta o una carta. Nadie se ocupó de maldecirme o desearme lo peor… con la maestría que da el oficio, el periodista y escritor Rogelio Alaniz nos presenta a un hombre que repasa los momentos más fuertes de su vida.
¿Serán las memorias de ese narrador o Alaniz desnuda su biografía? Definitivamente no es auto referencial. El autor se inspira en hechos pasados de la historia para lanzarse a la creación de sus personajes, y esa historia, su entramado, se hace verosímil a los ojos del lector.
Este hombre del hampa, el protagonista que nos relata su vida, nos lleva de la mano por las calles de Santa Fe y de otras partes del mundo en donde le toca vivir; transitamos junto a él sus días (¿marcados con sangre?) por haber elegido vivir fuera de la ley.
La complicidad y el clima intimista, confesional, que se establece entre el protagonista y el lector hace que logremos sentir empatía y le disculpemos sus actos criminales. Cada uno inspira los sentimientos que se merece, narra de entrada como quien marca la cancha –por usar una alegoría de estos días mundialistas–. Él sabe hacerse respetar en el mundo del hampa; dar órdenes, ser desleal, trepar sin escrúpulos, ganar dinero estafando, matar… pero también ayuda, aconseja, protege, ama.
El poder es amigo de la soledad y el personaje no se queja: sabe que cosechó lo que ha sembrado. La muerte no lo asusta, ha disfrutado su vida y aprendió a defenderse desde chico. La vida de un chico en el mundo de los pobres no es una vida feliz y es por eso que, al terminar la escuela primaria elige salir a robar, quizá para compensar sus carencias, quizá para mostrar (y demostrarse) que puede escapar de ese origen de orfandad y miseria.
Así comienza su vida de delincuente, una profesión que abraza con pasión. Es un joven atractivo, alto, de ojos verdes y sonrisa irresistible. Esto lo ayuda a que se le abran puertas y nuevas relaciones; a encontrar oportunidades. Las noches, los naipes y el billar serán el eje sobre el que apoyará su existencia: jugar a las cartas reclama atención, memoria, velocidad para decidir, capacidad para semblantear al que está sentado al frente. Y un poquito de suerte.
Vivir de, y en la noche, no es para cualquiera: regentear whiskerías, prostíbulos, la venta de droga, el juego clandestino. Con la cana hay una ley de hierro que se cumple a rajatabla. Uno arregla con ellos, pero nunca se termina de arreglar. En ese punto es cuando comienzan los problemas.
Distintas situaciones se van encadenando para el personaje: desde el amor hasta la cárcel, su exilio involuntario, su regreso de Europa cuando las cosas también allí se le complican. Fueron más de diez años viviendo en distintos lugares, donde su negocio también florece, pero las esperanzas se desbaratan, la muerte acecha de continuo,
Los años previos a la dictadura lo encuentran en su ciudad natal protegiendo a su hija, una joven estudiante universitaria militante de fuertes ideales políticos que irrumpe de improviso en su vida y que cambiará su historia para siempre. Resulta muy emotivo el silencio entre ambos cuando las palabras sobran para expresar el amor padre-hija. La vida le trae sorpresas, lastimaduras, dolores y, sobre todo, encrucijadas que sortea con habilidad, inteligencia y contactos.
Un hallazgo en la escritura de Rogelio Alaniz, es no caer en la tentación de romantizar el relato de lo que pasa en la época oscura del país y en la propia vida del protagonista. Y su hija se convirtió en el golpe final de su vida, lo que marcaría el antes y el después. Empezaba a envejecer y quiso retirarse a tiempo, lejos del ruido de la ciudad. Construir otra identidad que le permitiera terminar en soledad. Allí nadie conoce su pasado, ni preguntan tonterías. Cada día vale hasta que llegue la oscuridad.
Hay una sucesión de acontecimientos que hacen que el lector avance con rapidez e intriga por las páginas del libro, tratando de enlazar cada secuencia que se desencadena: pero hay algo que se desmorona con rapidez, que va tocando abismos cada vez más profundos, lugares de donde no se vuelve. Lo diferente, en "Mala suerte si ando solo", es esta confesión de 120 páginas en la que el personaje sabe con certeza hacia dónde se dirige, que una vida delictiva tiene un alto costo y, probablemente, se desencadene la desgracia. Sin embargo, abraza su destino igual que una mariposa enceguecida va hacia el fuego que será su perdición.
"Mala suerte si ando solo", la nueva novela de Rogelio Alaniz, inaugura la Colección Nordeste de la editorial santafesina Palabrava, dirigida por Patricia Severín. Una novela ideal para leer al atardecer junto a un buen trago.