Remo Erdosain
Por Remo Erdosain
Remo Erdosain
Mañana de sol. Todavía los calores sofocantes santafesinos del verano no han llegado, motivo por el cual todos estamos de muy buen humor. No hace mucho calor, pero la costumbre de tomar lisos se mantiene, salvo para Marcial que insiste con su recoleta taza de té. Quito acaba de servirnos, pero mientras cumple con su trabajo no se priva de decirnos que está de acuerdo con quienes ingresaron a la Catedral de Buenos Aires. —Yo soy católico y no me meto en una sinagoga o en una mezquita ha dicho- y un rabino no permitiría que un sacerdote celebre misa en una sinagoga. —Es que en la catedral no se celebró una misa -aclara Abel- y, además, todo lo que se hizo fue con la autorización del Papa. —A mí, algunas de las cosas que hace este Papa no me terminan de convencer. —Los lefebvristas han conseguido un nuevo predicador y no lo saben -acota Marcial en voz baja. —¿Quiénes son los lefebvristas? pregunta Quito, quien desde sus tiempos de soplón de la policía dispone de un oído muy sensible. —Es una peña de hinchas de fútbol de Boca contesta Marcial. Quito lo escucha, pone cara de no entender y finalmente se retira. —No hay que llevarle el apunte dice Abel-, repite el mismo disco de los fanáticos que entraron en la catedral. —Lo repite o improvisa -agrego- pero vos sabés que Quito en estos temas nunca se equivoca, siempre apoya las posiciones más reaccionarias, y lo hace con conmovedora inocencia. —No todos los trabajadores son como Quito observa José. —No lo sé -respondo. —¿Cómo que no lo sabés? pregunta nervioso José. —Lo que escuchaste. No lo sé; pero de lo que sí estoy seguro es que las ideas más trogloditas de la derecha suelen ser absorbidas por los pobres sin ningún cargo de conciencia. José está a punto de contestarle, pero prefiere cambiar de tema. —La compañera Cristina vuelve la semana que viene -se ufana, mientras su mirada recorre desafiante los rostros de sus compañeros de mesa. —El peronismo siempre alentó la fantasía del retorno de algún jefe o jefa -comenta Marcial como al descuido. —Pasamos de “Perón vuelve” a “Cristina vuelve” -ironiza Abel. —No es lo mismo -enfatiza José. —No es exactamente lo mismo, pero se parece -digo. —Las diferencias son las existentes entre un tiempo más heroico y un tiempo más mediocre, entre la realidad y la caricatura -sentencia Marcial. —Por ese camino vas a llegar a la conclusión de que Perón era bueno -observa Abel con tono burlón. —Nunca ese error -exclama Marcial y hace como que se persigna- no hablo a favor ni en contra del modelo original; me limito a criticar la caricatura y ese afán grotesco de intentar organizar un relato épico con lo que en realidad es una farsa a tiempo completo. —Cuando las críticas contra la compañera son más duras, más me convenzo de que estamos en la línea justa. Muchas veces nosotros hemos dudado de las virtudes de este gobierno, pero son las reacciones destempladas de los gorilas como ustedes los que nos mantienen leales a la compañera Cristina y el compañero Néstor -reflexiona José. —En lo personal, lo que sorprende es la falta de información responsable sobre la salud de la máxima autoridad política del país -puntualiza Abel. —Es un hecho privado y los compañeros tratan de manejarlo con la mayor discreción posible, para que los medios no hagan sensacionalismo con una enfermedad observa José. —Ustedes son geniales exclama Marcial- la salud de la presidente es un hecho privado, mientras que la exposición irresponsable de sus hijos es un hecho público. —Esa costumbre del populismo digo- de hacer las cosas exactamente al revés. —Costumbre o no, es lo que están haciendo ahora afirma Marcial- la señora expone a sus hijos en el espacio público como si fueran herederos de una monarquía, cuando en realidad lo que debería hacer es lo que hacen todos los presidentes sensatos del mundo: mantenerlos alejados del poder porque ellos no tienen la culpa de tener un padre y una madre presidentes. —A mí lo que me interesa saber es cuándo vuelve, pero sobre todo, qué es lo que va a hacer cuando regrese a la Casa Rosada -resaltó. —El “compañero” Barrionuevo ironiza Abel- declaró que la compañera va a volver, pero va a volver peor que antes, es decir, más intolerante, más narcisista, más obsesiva, más paranoica. —¿Se puede ser peor? pregunta Marcial con cinismo. —En estos temas, la compañera presidente dispone de un talento incomparable. —Yo difiero con ustedes y con Barrionuevo replica José- la compañera será la de siempre, pero un poco más sabia, más prudente, más sensible a los problemas populares. —¿Vos estás hablando en serio o en joda? -pregunta Marcial. —Nunca en mi vida fui tan serio responde José-, aunque no lo crean o no lo admitan, vamos a conocer otra Cristina, con todas las virtudes que ya sabemos, pero multiplicadas por la reflexión y la lucidez adquirida en estos días. —Decididamente estás hablando en joda concluye Marcial. —Creo digo- que así como la gente no se hace más buena o más mala porque se muere, tampoco es más buena o mala porque se enferma. La compañera en todos estos días ha meditado, ha reflexionado sobre cosas profundas... —Me imagino suspira Marcial sin dejar de sonreír. —A mí me parece bien que regrese a la presidencia, pero creo expresa Abel- que en 2015 se va y a mí lo que me importa es eso. —Todavía la película no terminó advierte José-, no vaya a ser que al final tengamos una sorpresa. —Yo, en tu lugar, me conformaría con llegar a 2015, porque si hay una sorpresa no va a ser la que vos te imaginás, sino exactamente lo contrario -advierte Marcial. —¿Vos querés decir que no va a llegar a 2015, que la van a destituir antes? pregunta José que de pronto se ha puesto serio. -No he dicho nada de eso. Lo que sostengo es que de acá a 2015 pueden pasar muchas cosas y en política, como en cualquier otro orden de la vida, nadie tiene el futuro comprado. —Insisto en que la tuya es una afirmación destituyente -se encrespa José. —Vos estás leyendo demasiado los comunicados de Carta Abierta contesto. —Carta Abierta o no agrega Marcial- todos los opositores queremos que la señora concluya su mandato, pero en última instancia eso depende de ella. —No me queda claro adónde querés llegar. —Al hecho obvio y cierto de que si la señora sigue metiendo la pata, equivocándose sobre el rumbo de la economía, cada vez más encerrada en el microclima del poder y cada vez más empecinada en negar la realidad, la que se va a destituir es ella. —Ojalá eso no ocurra digo. —Ojalá repite Marcial-. pero la Constitución Nacional prevé alternativas para un posible vacío de poder. —Eso y un golpe de Estado civil es lo mismo sentencia José. —No jodamos reacciono- golpe de Estado tal como lo conocemos significa, en primer lugar, militares en la calle y un general en la presidencia de la Nación. Nada de esto es posible hoy. —¿Y por qué hablan de golpe de Estado o maniobra destituyente entonces? pregunta Abel. —Para encubrir sus incompetencias, para ejercer una suerte de chantaje emocional sobre la sociedad, para descalificar cualquier crítica. —No comparto concluye José