Por Profesor Carlos Eduardo Pauli (*)
Por Profesor Carlos Eduardo Pauli (*)
En los últimos años el Libertador hizo un balance de su vida política y de sus servicios a la causa americana. En la correspondencia con sus amigos americanos, desde su exilio europeo, aparece en toda su grandeza humana el héroe de Chacabuco y Maipú. Despojado de ambiciones personales, muestra su lucidez de estadista, su preocupación por la patria y su destino americano.
Hay dos cartas de 1848, que podemos considerarlas como su testamento político y una guía para los jóvenes intelectuales americanos, muchos de ellos encandilados con el progreso europeo. La primera, del 11 de setiembre de 1848, está dirigida al Mariscal Ramón Castilla, presidente de la República del Perú. En ésta hace un resumen de su carrera militar y política. Dice San Martín, “en el período de diez años de mi carrera pública, en diferentes mandos y estados, la política que me propuse seguir fue invariable en solo dos puntos, y que la suerte y circunstancias más que el cálculo, favorecieron mis miras especialmente en la primera a saber, la de no mezclarme en los partidos que alternativamente dominaron en aquella época en Buenos Aires, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital por el espacio de nueve años. El segundo punto fue el de mirar a todos los pueblos americanos, en que las fuerzas de mi mando penetraron, como Estados hermanos, interesados todos en un santo y mismo fin. Consecuente con este principio, lo primero era hacerles declarar su independencia y crearles una fuerza militar que la asegurase”. Con la tranquilidad que le da su conciencia, le dice a continuación, “si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no sólo comprometía mi honor y mi reputación, sino que me era más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas en Colombia, la guerra de la independencia hubiera terminado en el año 23...” (1823). Deja en claro el Libertador, que en la famosa entrevista de Guayaquil, no logró convencer a Bolívar de la sinceridad de sus intenciones. Por eso agrega, “este costoso sacrificio, y el no pequeño de guardar un silencio absoluto, tan necesario en aquellas circunstancias”, es el servicio a que alude al comienzo.
La segunda carta, fechada también en Boulogne sur Mer, el 2 de noviembre, está dirigida al Gobernador de Buenos Aires, Capitán General Dn. Juan Manuel de Rosas. Enterado que el bloqueo anglo-francés, ha concluido con una victoria diplomática para la Confederación Argentina, expresa su opinión. “A pesar de la distancia que me separa de nuestra patria, Usted me hará la justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo a mi achacosa vejez”. Cierra su comentario diciendo, “así es que he tenido una verdadera satisfacción a saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa, esta satisfacción es más completa cuanto el honor de mi país no ha tenido nada que sufrir, y por el contrario presenta a todos los nuevos Estados Americanos un modelo que seguir”.
A continuación se refiere a la situación europea, muy distante de aquella idealización de muchos intelectuales que combatieron al Dictador de Palermo. Dice San Martín, “en cuanto a la situación de este viejo continente, es menester no hacerse la menor ilusión, la verdadera contienda que divide a su población es puramente social, en una palabra, la del que nada tiene trata de despojar al que posee, calcule lo que arroja un tal principio infiltrado en la gran masa del bajo pueblo, por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles de panfletos, si a estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones de proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, la probabilidad de una guerra civil por el choque de ideas y partidos...” . Así veía San Martín las consecuencias de las luchas sociales que se daban, en especial en la Francia de la revolución de 1848.
La despedida
En la parte final de su carta, agradece a Rosas los homenajes que éste hizo en diversas oportunidades, en sus mensajes a la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. Recordemos que en su testamento de 1844, en la cláusula 3era del mismo, el Libertador había dispuesto la entrega de su sable a Rosas. “Un millar de agradecimientos, mi apreciable General, por la honrosa memoria que hace Ud. de este viejo patriota en su mensaje último a la Legislatura de la Provincia.... esta es la última carta que será escrita de mi mano, atacado después de tres años de cataratas, apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con increíble trabajo...”. “Que goce Ud. la mejor salud, que el acierto presida en todo lo que emprenda, son los votos de este su apasionado amigo y compatriota, José de San Martín”.
Así se despedía de su amada patria el Libertador. Hoy nos sigue alumbrando con el ejemplo de su vida coherente, virtud que reclamamos a muchos de nuestros dirigentes.
(*) Vice Pdte. de la Asoc. Cultural Sanmartiniana y Miembro de Número de la Junta Provincial de Estudios Históricos.