Rogelio Alaniz
El 27 de mayo de 1942, un comando checo organizado por los servicios de inteligencia británicos, emboscaron y dieron muerte al nazi Reinhard Heydrich, el “Obergruppenfüher” de las SS y eficaz y temible protector de Bohemia y Moravia. El operativo se cumplió alrededor de las diez y media de la mañana. Heydrich se trasladaba desde el castillo de Praga hasta su domicilio. Lo hacía sin escolta y en un auto descapotable al que se había negado a blindar. Según las crónicas, el operativo estuvo a punto de suspenderse porque inusualmente Heydrich se había demorado en sus oficinas. Cuando el comando estaba a punto de retirarse del escenario, vieron llegar el auto y se prepararon para entrar en acción.
El operativo había sido preparado minuciosamente. El gobierno checo en el exilio estaba al tanto de los acontecimientos, pero el respaldo principal fue británico. El objetivo era eliminar al nazi que el propio Hitler llegó a considerar como su sucesor y como el modelo del superhombre. Heydrich, para esa época, tenía treinta y ocho años y una exitosa carrera militar y política en las filas de las SS. Inteligente, culto, inescrupuloso, dotado de un inusual talento conspirativo y una absoluta ausencia de culpa y remordimiento, era temido por sus enemigos y por sus propios camaradas de armas. Personajes como Canaris, Bormann o Himmler, admitieron que su presencia los intimidaba.
Para esa época Heydrich había demostrado ser uno de los cerebros más eficaces de la inteligencia nazi. La “Operación Krüger”, destinada a emitir libras esterlinas falsas para devaluar la moneda británica, fue de su autoría. También pertenece a su talento el operativo de contrainteligencia destinado a convencer a Stalin de que los generales Tujachevsky y Gorev conspiraban en su contra. Stalin, un paranoico que no necesitaba que le brindasen demasiadas pruebas para proceder contra sus supuestos enemigos, inició la llamada “Gran purga” que incluyó la ejecución de los principales oficiales del Ejército Rojo. Heydrich al enterarse de la noticia sonrió satisfecho. Tujachevsky y Gorev eran considerados verdaderos genios militares. Ahora estaban muertos y, por lo tanto, la invasión a Rusia sería un paseo, un paseo que incluiría el exterminio de la población civil, misión honorable a cargo de los “Einsatzgruppen”, organizados por el propio Heydrich.
También es de su autoría la maniobra destinada a justificar la declaración de guerra a Polonia. La operación “Reichs fhürer”, consintió en montar una provocación en la frontera con soldados alemanes vestidos con uniforme polacos. Por último, el 20 de enero de 1942, en una elegante mansión de las afueras de Berlín, Heydrich presidió la llamada Conferencia de Wannsee, reunión donde se diseñó lo que luego se conocería como la “Solución Final”, es decir, el exterminio metódico y sistemático de alrededor de cinco millones de judíos.
Esta eficaz y siniestra máquina de matar había nacido en 1904 en el seno de una familia de músicos amantes de Mozart, Schubert y Bach. Un día antes de su muerte, Heydrich estuvo presente con su esposa, Lina Matilde von Osten, en el concierto celebrado en el palacio Waldstein de Praga, concierto organizado en homenaje a la memoria de su padre. Un fotógrafo registró la escena que lo muestra salñiendo del palacio con su esposa. Se lo ve solemne, distante y peligroso.
(Lea la nota completa en la Edición Impresa)






