Rogelio Alaniz
Como a todos los hombres de valor a quien el destino le asignó vivir aquellos años tormentosos de la revolución y las guerras civiles, Juan Bautista Bustos asumió las responsabilidades de su tiempo según sus certezas y atendiendo a las oportunidades que brindaban las circunstancias. En la Edad Media se les llamaba soldados de fortuna a quienes a lo largo de una vida azarosa y guerrera ganaban posiciones y honores personales. Aquí se les llamó caudillos.
En el Río de la Plata, durante la primera mitad del siglo XIX, las necesidades de la revolución obligaron a militarizar la sociedad. Y con la militarización, llegaron los valores del coraje y de ese singular impulso emotivo y político que se llamó patriotismo. La militarización también abrió el cauce a la carrera militar en el improvisado escalafón de aquellos años. La carrera militar -donde los ascensos se ganaban en los campos de batalla pero también con la mayor o menor habilidad para tejer intrigas- ampliaba los horizontes personales para la carrera política y la conquista de posiciones económicas y sociales.
Juan Bautista Bustos fue una expresión clásica de aquellas virtudes y ambiciones. No fue el único. Con sus singularidades, algo parecido podría decirse de López, Quiroga, Ibarra, Heredia y la gran mayoría de los guerreros de la Independencia que luego se enredaron en las guerras civiles y, en más de un caso, se transformaron en caudillos.
Insisto, Bustos fue un exponente típico de ese derrotero. Con sus virtudes y sus defectos. No logró conquistar la centralidad política de López, careció de las dotes de estratega militar de Paz, no dispuso del carisma de Facundo, el destino no le brindó la oportunidad de un final trágico como el de Ramírez, careció de los atributos políticos e ideológicos de Artigas, no fue un guerrero a tiempo completo como Lamadrid. Sin embargo, fue un protagonista de su tiempo, desempeñó responsabilidades militares y políticas importantes y la historia de Córdoba de las primeras décadas de la revolución no se puede escribir ignorando su nombre y algunas de sus iniciativas políticas y culturales.
(Lea la nota completa en la Edición Impresa)




