Inmaculada Concepción. Cuadro de la Virgen pintado en 1634 por el Hno. Luis Berger, que hoy preside el altar mayor de la iglesia de los jesuitas. Foto: Archivo El Litoral
Prof. Carlos Eduardo Pauli. El Concejo Municipal ha tenido la feliz iniciativa de poner en valor el itinerario santafesino del hoy Papa Francisco. Por eso creemos oportuno rescatar una de las visitas del entonces padre Jorge Mario Bergoglio S.J. a nuestra ciudad. Esta memoria es particularmente significativa, ya que este año se cumple el bicentenario de la restauración de la Compañía de Jesús por el Papa Pío VII en 1814.
Inmaculada Concepción. Cuadro de la Virgen pintado en 1634 por el Hno. Luis Berger, que hoy preside el altar mayor de la iglesia de los jesuitas. Foto: Archivo El Litoral
Prof. Carlos Eduardo Pauli
El Concejo Municipal ha tenido la feliz iniciativa de poner en valor el itinerario santafesino del hoy Papa Francisco. Por eso creemos oportuno rescatar una de las visitas del entonces padre Jorge Mario Bergoglio S.J. a nuestra ciudad. Esta memoria es particularmente significativa, ya que este año se cumple el bicentenario de la restauración de la Compañía de Jesús por el Papa Pío VII en 1814. El hoy Papa Francisco estuvo varias veces en Santa Fe. No sólo como maestrillo del Colegio de la Inmaculada Concepción, en 1964 y 1965, sino después siendo Provincial de la Compañía de Jesús, entre 1973 y 1979. De esas visitas nos interesa destacar la que realizó en 1977, porque en ella abordó temas de historia santafesina. Fue para cerrar la muestra del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez: el Arte Sacro de las Misiones, donde el 15 de septiembre disertó sobre “Historia y presencia de la Compañía de Jesús en nuestra tierra”. Los puntos salientes de aquella charla implican una mirada nueva de nuestra rica historia provincial. —¿Qué características tiene esta historia? —En la introducción nos dice que “este fragmento de historia que cubren los jesuitas en nuestra tierra argentina es de algún modo una resurrección, porque mirando lo que hicieron estos hombres, cobran una presencia que es como una nueva vida”. Como buen docente, acude a imágenes que nos ayudan a entrar en el tema. Así lo plantea: “De esta historia, me atrevería a decir, como en el Quijote, que es tan simple, que los niños podrían manosearla, los jóvenes leerla, los adultos entenderla y los viejos celebrarla”. Además es “una historia tan directa que se la puede escuchar como un relato en boca de los misioneros”, y destaca que “aún en los escritos misioneros de envergadura científica, no se le escaparía a una mirada simple, el cariño con que estos hombres abordaron la observación de nuestra geografía, de nuestra fauna y de nuestra flora, la originalidad de nuestros nativos y de su cultura, porque con verdadera pasión escribieron nuestra historia”. Todo acontecer histórico tiene motivaciones que lo explican. Aquí Bergoglio precisa: “De esta historia quiero señalar tres realidades, la primera consiste en preguntarnos cuál es la concepción que la anima. La segunda realidad, así como la tercera, tiene que ver con este ámbito santafesino. Nos detendremos en un símbolo de la presencia de la Compañía en esta tierra y aludiremos a una gracia de predilección que sella la acción de los jesuitas en Santa Fe. —¿Cuál es la concepción? —Cuando los jesuitas hacia 1585 entran en nuestra tierra, se ha reunido el Tercer Concilio de Lima, convocado por Santo Toribio de Mogrovejo. Este Concilio habría de marcar las líneas fundamentales de nuestra evangelización en la fidelidad al Concilio de Trento. La teología tridentina inspiraría la labor catequética de los misioneros jesuitas. La concepción del hombre herido por el pecado, pero no completamente corrompido. Esta concepción dio a esta tarea un optimismo valorizador de las culturas indígenas y un empuje apostólico lleno de confianza en las posibilidades de salvación de nuestros nativos. San Javier, un símbolo de la acción misionera La fundación de la Reducción de San Francisco Javier entre los Mocobíes , como sabemos, estuvo precedida de muchas luchas entre los naturales y los vecinos de Santa Fe. Lograda la paz en 1734 por el gobernador Javier Echagüe y Andía, el clima cambió y fue posible establecer definitivamente el pueblo. Entonces “una realidad se hace símbolo cuando su carga histórica es de tal envergadura que vigoriza nuestro presente y le abre rutas futuras”. Agrega a continuación: “Dos hombres se recortan allí, el P. Burgés y el P. Paucke. Ellos amaron esta experiencia y lo hecho y vivido lo consignaron por escrito”. Viene luego la pregunta, ¿qué logros podemos señalar de esta experiencia misionera en tierras santafesinas? Una de ellas es haber logrado consolidar el sentido de unidad, superando las divisiones de las parcialidades indígenas y afianzando así su sentido de pueblo. También es fundamental valorar el sentido de familia, dejando la poligamia que implicaba la esclavitud de la mujer. Había también otros vicios que corregir, la desaprensión al enfermo, al que abandonaban sin cuidados y una conducta ambigua frente a los hijos, que los llevaba a veces a matarlos inmediatamente después de nacidos, si los estorbaban en la marcha. Ahondar la experiencia unitiva del trabajo, superando su pereza y accediendo a la dignidad del trabajo, descubriéndose en el propio esfuerzo y sintiéndose valer. “Aquí no sólo tenían que renunciar al recurso del malón, sino al vivir de la dádiva de los vecinos de Santa Fe, y puestos frente a sus bienes debían adquirir el sentido de la previsión del futuro (consumían lo que tenían sin pensar en el mañana), y de la distribución equitativa de lo que poseían en comunidad, porque tendían a afirmar allí los intereses mezquinos de las parcialidades”.
Concluye Bergoglio: “Había pues entre los indios muchas estructuras injustas y los misioneros se abocaron a cambiarlas con tesón, pero no quedándose en ellas, sino yendo a la raíz de las mismas y proponiendo salidas alternativas viables”. Santa Fe y su gracia de predilección El actual Papa cerró su exposición meditando sobre la gracia que había tenido Santa Fe. “Una gracia muy particular vivió Santa Fe cuando corría el año 1636, y más precisamente el 9 de mayo, el sudor milagroso de Nuestra Señora, la Pura y Limpia Concepción en el devoto óleo que el hermano jesuita Luis Berger había pintado poco tiempo atrás, inspirándose en la visión apocalíptica de la mujer aparecida en el cielo, vestida de sol, coronada de estrellas y la luna bajo sus pies”. En la lectura de este milagro, “la Virgen en su limpia intimidad de mujer purificaba curaba las heridas que el accionar violento de los hombres provocan en el cuerpo de la humanidad, estaba llamada a dar el mensaje, perdura lo que se amasa con paciencia y ternura, lo que sea servicio y no va a complacencia, lo que se juega con el realismo de Dios y no con la pequeñez de los hombres”. Bastaría agregar que en carta reciente al rector del Colegio, el Papa Francisco le pide que le cuente a los santafesinos que la imagen de la Virgen de los Milagros lo acompaña desde aquellos lejanos años en que el Maestrillo Bergoglio oraba ante esta imagen. Como lo sigue haciendo hoy. * Material Consultado: Archivo del Rectorado del Colegio de la Inmaculada, caja Nº 24. Diario El Litoral - edición del 18 de octubre de 1977.