"Tranquilos, al dólar lo tenemos bajo control; tenemos capacidad de tiro". La promesa de Martín Guzmán a Cristina Kirchner y Alberto Fernández no se inscribe en la moderna ciencia económica sino en la alquimia medieval, en procura de ilusionar a una sociedad que va a las urnas con 42% de pobreza, 10,2% de desocupación y 50,2% de inflación interanual en junio.
De los creadores de "el que apuesta al dólar pierde", y "les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo", llega esta nueva versión de una casta política negacionista de sus fracasos. El dólar "ilegal" cerró la semana a $ 185 para la venta (brecha del 82% con el oficial) en un país donde el que produce soja -el que trabaja- recibe $ 63 por la misma divisa.
El "insignificante" dólar blue es el síntoma que atormenta la conciencia de los alquimistas. Pueden apelar a la tanguera emotividad soviética o -si redoblan la apuesta como habitualmente lo hacen- acudir incluso a Grigori Rasputin. Eso no logrará que la emisión monetaria deje de ser un robo al salario y la producción; tampoco que el asistencialismo sea un plan de inclusión productiva y ciudadanía económica.
La promesa del ministro tampoco puede evitar que el país tenga vencimientos por U$ S6.300 millones antes de fin de año (U$ S3.800 millones por pagos de capital en septiembre y diciembre al FMI). A eso se suman -entre enero y marzo- U$ S6.900 millones, incluyendo dos cuotas de capital y una de intereses al Fondo (U$ $ 4.018 millones) y el saldo postergado a marzo con el Club de París.
¿Cuál es la capacidad de tiro de Guzmán? En el Banco Central hay -con viento a favor- unos U$ S 7 mil millones de libre disponibilidad, pero eso y los U$ S 4335 millones "de regalo" que llegan como Derechos Especiales de Giro desde el FMI, están lejos -muy lejos- de constituir reservas capaces de calmar a los que responden con el bolsillo.
El plan "vamos viendo" procura dos cosas: llegar a las elecciones sin mayores sobresaltos (la brecha cambiaria inquieta) y arreglar después con el FMI (el relato habrá de sentirse herido). Es legítimo subir a Mauricio Macri al ring electoral para acusarlo por los U$ S 44 mil millones de deuda con el organismo multilateral; eso no impide desconfianzas con el kirchnerismo, que dejó en 2015 un déficit del 6,8% del PBI.
Acelerar emisión monetaria y acrecentar el gasto es lo que llevó a aquella bomba de tiempo; lo mismo hace ahora el gobierno nacional. Economía regala bonos en dólares para evitar que la divisa se dispare más; la nueva deuda en pesos, ajustable por precios, impide licuar los compromisos del Estado en moneda nacional. Ya ni la inflación le queda a la Casa Rosada para salvar las cuentas públicas a costa del empobrecimiento social.
El Departamento de Estado -EE.UU. tiene el voto decisivo en el FMI- advirtió sobre los controles de precios, la alta carga fiscal o el cepo. ¿Se puede argumentar trasfondo ideológico para bloquear inversiones? Una victimización al estilo cubano tampoco sirve; es la Argentina la que tiene 106% de carga fiscal; eso significa que un empresario que no evade, quiebra.
La petrolera china Sinopec dejó sus activos argentinos en manos de Eurnekian; Beijing quiere recobrar U$ S 1500 millones de las paralizadas represas en Santa Cruz; la Casa Rosada le puso cepo a las exportaciones de carne vacuna y no habilita las granjas de cerdo del gigante oriental. "Standalone", estamos solos, aislados por mérito propio como la dictadura castrista. Morgan Stanley Capital International (MSCI) no nos define, sólo nos describe.
La Argentina es un país que registra déficit fiscal en 53 de los últimos 60 años. Por estas horas puede parecer promisorio que las exportaciones aumentaran en el semestre 28,3% (7.786 millones de dólares), pero es más como resultado de subas en los precios (22,4%) que por las cantidades (4,7%). Las importaciones de junio, en cambio, subieron 47,7% en cantidad, justo después que la actividad económica cayó 2% (Emae de mayo). No en vano se apuran los importadores.