Por Carlos Suárez, concejal de UCR-Juntos por el Cambio
Por Carlos Suárez, concejal de UCR-Juntos por el Cambio
Este 10 de diciembre se cumplieron 37 años de la asunción democrática al poder de Raúl Alfonsín. Para quienes consideramos sus postulados y los del Radicalismo como una guía en la forma de vincularnos con la sociedad a través de la política, es ineludible realizar un análisis comparativo de aquellos días y de los que nos toca hoy vivir.
Aunque las expectativas y las encuestas favorecían a Italo Lúder, candidato del partido justicialista, las elecciones del 30 de octubre proclamaron a Raúl Ricardo Alfonsín como presidente.
Con “el diario del lunes” se podría asegurar que la diferencia entre los candidatos surgió a favor del ganador, por realizar una campaña electoral fuertemente centrada en los derechos humanos, además de su carisma personal y su discurso refundacional en torno a la democracia como valor ético superior, reconstituyente de la comunidad política. Esa joven democracia era la promesa de un futuro de “justicia” y una automática ruptura con el «pasado inmoral» y de «violencia».
Mucho se ha escrito sobre aquellos años, pero considero oportuno poder abrir un puente histórico y ubicarnos casi cuatro décadas después. ¿Qué debemos hacer hoy en día para mantener los principios escritos a fuego en 1983 por la mayoría de la sociedad democrática?
Hablar de República no implica hablar de democracia dado que una República puede ser democrática, aristocrática o monárquica. Por otra parte, vemos que votar no significa democracia, y para muestra sobra el botón de Venezuela. Es decir que la combinación de las dos cosas es lo que está en discusión en ese país.
Llegamos a un punto de bipolaridad social y política que es una situación que creíamos zanjada con Raúl Alfonsín. Los principios democráticos de mayorías y minorías, la no modificación de las normas para favorecer al gobierno de turno, la alternancia en el poder, la no injerencia en el Poder Judicial, el respeto de las resoluciones del máximo tribunal judicial, el control de la oposición de las acciones del oficialismo, el normal funcionamiento de las instituciones, la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, las elecciones en tiempo y forma, el no avasallamiento en la distribución federal de los recursos entre las provincias, la no intervención estatal de empresas privadas, el derecho a la propiedad privada, entre otros, son algunos temas que se consideraban superados.
Lo cierto es que, a través de las más altas esferas del poder nacional, existe una insistencia, no por avanzar en nuevos temas (ecología, libre acceso a las tecnologías, nuevas formas de capitalismo y producción, nuevos esquemas de distribución de recursos, nuevos y simples esquemas fiscales, nuevos sistemas de seguridad ciudadana), sino en discutir constantemente temas resueltos por la propia sociedad hace más de 4 décadas. Esto lleva a generar más división, grieta y confrontación.
Este 10 de diciembre no solo se cumple un nuevo aniversario de la recuperación de la democracia, sino también el primer año de Alberto Fernández en el sillón de Rivadavia. Demás está decir, que como Radical e integrantes del Frente de Juntos por el Cambio, no coinicidí su propuesta electoral.
Pero acepté la decisión de la ciudadanía, siempre esperanzado en que este nuevo periodo cierre algunas de las discusiones que nos ubicaban en la era prealfonsinista. Lamentablemente no fue así y nos queda por delante un año de elecciones legislativas y tres más del gobierno del Frente de Todos.
Este panorama nos invita a iniciar ese camino hacia el 2023, con el rezo laico “con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.