I
La lógica del peronismo conduce a un escenario que ya conocemos: el peronismo deviene en oficialismo y oposición al mismo tiempo. La tentación de la exclusividad política.
I
Una vida vale porque toda persona vale. Rico o pobre; lindo o feo; joven o viejo. Un crimen es siempre una afrenta a la humanidad. No importa el apellido o la condición social de la víctima. Como tampoco importa distinguir la condición social de los asesinos, porque la identidad del asesino debe ser lo único que importa. Muchas personas están muriendo en la Argentina. La bala, el puñal o los golpes son las herramientas de los asesinos. La obligación de un gobierno -municipal, provincial o nacional- es proteger a sus ciudadanos. Y ninguna protección es posible si en primer lugar no se tiene en claro quiénes son las víctimas y quiénes son los victimarios. Vivimos en un estado de derecho donde lo que importa -por supuesto- es la ley con sus garantías, pero también con sus exigencias y su severidad. Con jueces que respeten la ley y respeten el dolor de las víctimas, de sus hijos y de sus padres. No es bueno que en el país haya tantos asesinos en la cárcel, pero mucho peor sería que los asesinos estén libres o se los pretenda constituir como víctimas.
II
A Fernando no lo mató un golpe imprevisto. No fue víctima de un accidente o de la mala suerte. Tampoco “se murió”, lo asesinaron. A Fernando lo mataron los golpes en la cabeza, en el hígado, en los riñones y en los pulmones. Fernando fue víctima de una verdadera carnicería. Si le hubieran disparado balas de calibre 22 seguramente habría tenido más chances de vida. Los asesinos no solo fueron conscientes de lo que hicieron, sino que además festejaron la masacre. Y uno de ellos realizó el aporte más “sensacional” a la antología del crimen, un aporte que ni los nazis en materia lingüística se hubieran animado a hacer. “Caducó”, dijeron. Nunca antes -y espero que nunca después- se pronunció para aludir a la muerte, al crimen, una palabra tan envilecida, tan canalla, tan miserable. “Caducó”. El uso de esa palabra dice de la identidad de los criminales mucho más que lo que contienen las leyes y los códigos.
III
Todo asesino es propietario de una responsabilidad individual, íntima, exclusiva. Importa conversar sobre el contexto social o la educación, siempre y cuando ese contexto no sea una coartada para asegurar la impunidad de los asesinos. Es verdad que hay alcohol y que hay marihuana. Pero miles de jóvenes toman alcohol o fuman marihuana, pero esos miles de jóvenes no asesinan, no golpean a traición, no destrozan a golpes, como una jauría sedienta de sangre, a un muchacho. Los asesinos. Importa pensar en ellos. Raras veces en un grupo de diez u once tipos se concentra tanta miseria moral, tanta bajeza, tanta mierda. Cobardes, traicioneros, cínicos, impiadosos, racistas, ventajeros, llorones. A no llamarse a engaños. Pedir cárcel para los asesinos es una exigencia de justicia. La empatía hay que establecerla con Fernando. Ese chico que una madrugada calurosa de enero, en Villa Gessell, y en apenas un minuto, conoció el infierno propiciado por quienes viajaron con el objetivo de su veraneo: “terminar de romper lo que no pudimos romper el año pasado”.
IV
La lógica del peronismo conduce a un escenario que ya conocemos: el peronismo deviene en oficialismo y oposición al mismo tiempo. La tentación de la exclusividad política. Los veteranos sabemos los costos que pagó la nación entre 1973 y 1976, cuando el país empezó a teñirse de sangre al ritmo de los ajustes de cuentas entre diversas facciones del peronismo. El partido -como se dijera- de los asesinos y los asesinados; de los torturados y los torturadores; de las víctimas y los victimarios. Es verdad, el contexto histórico de 2020 no es el mismo que el de 1973, pero lo que se mantiene intacto es esa pretensión movimientista de la Argentina peronista. Advierto: algo anda mal en un país cuando oficialismo y oposición se concentra en un solo centro de poder. El desenlace de esa contradicción suele ser siempre violento y las facturas que se pagan alguna vez estuvieron teñidas de sangre. Y los costos los paga toda la sociedad.
V
Atendiendo a sus declaraciones y sus actos podría postularse que el actual gobierno peronista quiere pagar la deuda, pero al mismo tiempo quiere despacharse contra los bonistas y el FMI en clave nacional, popular y antiimperialista. Quiere mantener buenas relaciones con Venezuela, pero aspira a ser considerado por los líderes políticos de Occidente. No puede disimular su satisfacción cuando Donald Trump manifiesta que está dispuesto a ayudarlo, mientras la vicepresidente convoca a un acto “cultural” en La Habana, y en las barbas de los titulares de la dictadura más prolongada del mundo, ataca al FMI, a los bonistas y al imperio. ¿Cómo convivir en el mundo globalizado con semejantes contradicciones? ¿Cómo sostiene su legitimidad interna un gobierno cuando sobre materia de seguridad, por ejemplo, un ministro dice una cosa y otro ministro dice otra; o cuando un funcionario reclama por los presos políticos, mientras el presidente no se cansa de repetir que no hay presos políticos. ¿Qué pasa con el poder cuando en el gobierno hay funcionarios que aseguran que Fernández es el presidente, pero que la jefa es Cristina? ¿Qué vale más para un peronista: el presidente o la jefa? Supongo que para todos estos interrogantes no hay respuestas. Porque no puede haberlas, porque tal vez no estemos dispuestos a resistirlas. Todo gobierno se sostiene atendiendo diferentes fundamentos: la legitimidad, el poder, la fe. Como oyeron: la fe; la convicción de que todo saldrá bien a pesar de todo. Nada contra la fe, pero esperemos que no sea solo la fe la que sostenga al actual esquema de poder.
VI
Qué cómodo le resulta a Cristina Kirchner echarle la culpa a Mauricio Macri por las desgracias físicas y psíquicas que padece su hija. Una vez más la tentación de no hacerse cargo de sus propias responsabilidades. Ya estamos habituados a sus maniobras políticas para eludir las consecuencias de sus actos. Lo novedoso ahora, es que la misma tendencia se expresa a la hora de responsabilizarse por lo que padece la hija. ¿O acaso no es posible pensar que los estragos que padece el cuerpo y la sensibilidad de su hija tenga el nombre de su madre? La historia nos enseña que nunca fue fácil ser hijo o hija de un presidente. En este caso, hijos de dos presidentes: papá y mamá. Y uno muerto. Lo siento por Cristina, pero a las causas de los padecimientos de Florencia no hay que rastrearlas alrededor del hogar de Macri; yo indagaría (simbólicamente se entiende) por las inmediaciones de Río Gallegos y Calafate. O en algunas de las residencias levantadas en Recoleta o Puerto Madero.
VII
Encima que tenemos más problemas que los Pérez García, a la vicepresidente se le ocurre acusar de mafiosos a los italianos. No nos privamos de nada. Como le gusta decir a tía Cata para referirse a los actos de Cristina: “Otra vez la pelota al patio”. ¿Descontrol verbal, irresponsabilidad, estupidez? No lo sabemos. Tirarse contra los “genes” italianos en un país como la Argentina, donde por lo menos la mitad de la población tiene “genes” italianos, más que un acto racista es un acto imbécil. Hay que agregar que en la volteada la Señora se los llevó puestos a Castelli y Belgrano; al Gringo Pellegrini y Arturo Frondizi; a José Ingenieros y Juan B. Justo. Y calculo que el sanbenito los salpica a Maradona y Messi. ¿Qué dirán de las declaraciones de la Jefa, peronistas como Cafiero, Lavagna, Zannini, Schiaretti, Perotti, Carlotto, Bonafini? Y alguien más: Raúl Caferatta. ¿Quién es Raúl “Lagarto” Caferatta? Les doy una pista: rugbier y niño bien en La Plata. Más no puedo ni debo decir.
Algo anda mal en un país cuando oficialismo y oposición se concentra en un solo centro de poder. El desenlace de esa contradicción suele ser siempre violento y las facturas que se pagan alguna vez estuvieron teñidas de sangre. Y los costos los paga toda la sociedad.