La escritora Adriana Amado acuñó el término “política pop” para describir las conductas de varios líderes políticos.
Gabriel Rossini
“La política pop es la política de la comunicación en serie, de la receta publicitaria que tanto sirve para vender un candidato como para exaltar un presidente, del mensaje reproducido masivamente, del esténcil como arte callejero. Al convertir personajes corrientes en líderes, la política pop parece desafiar los cánones de la política tradicional, por lo que muchos se entusiasmaron al considerarlo una renovación”.
La que describe las nuevas formas de hacer política en sociedades despolitizadas es Adriana Amado en “Política pop. De líderes populistas a telepresidentes”. Doctora en Ciencias Sociales por Flacso y licenciada en Letras por la UBA, estudiosa de la comunicación pública y los medios masivos, es profesora en universidades de Iberoamérica. Dirige el Centro para la Información Ciudadana (infociudadana.org.ar) y tiene publicada más de una decena de libros.
—¿Cuál es el concepto de “política pop”?
—Me inspiré en un amigo que sabe mucho de comunicación que se llama Omar Rincón y que me dijo: “Si tratás de explicar la política latinoamericana por la ciencia política siempre te va a faltar algo. En cambio si la explicás con la telenovela te cierra perfecto porque casi siempre tenés un galán o una especie de super héroe que llega a salvarte y a redimirte”. Considerando además que estos líderes latinoamericanos tenían desesperación por estar en los medios, por manejar las noticias, por tener su programa de televisión, decidí hacerlo desde la lógica pop. Y tomé el concepto que fue pensado para Berlusconi, que de zar de medios se convirtió en político. Nosotros lo que teníamos eran políticos que llegaban al poder y se convertían en zares de medios porque su obsesión era tener canales de televisión y radios afines.
—Que digan lo que ellos quieren que digan y que los muestren como ellos quieren ser vistos.
—Que es un poco la pretensión de la diva pop. La que llega a los recitales y pone condiciones acerca de cómo tienen que ser las fotografías, qué tipo de agua mineral. Empezamos a encontrar que eso pasaba en la política. Cristina, por ejemplo, exigía cierta marca de agua mineral y no podía ser otra. Además en todos los casos fueron líderes que no eran Fernando Henrique Cardoso que venía de la intelectualidad. Eran personajes populares que habían crecido en el momento de apogeo de la televisión que cuando llegaron al poder quisieron hacer lo que habían vivido de chicos.
—La adhesión a los líderes no es sólo propia de regímenes populistas ni de Latinoamérica. Vos citás a Berlusconi pero también a Bush. Tampoco es nueva la vinculación entre los presidentes, los medios de comunicación y la farándula.
—Por eso lo vinculo con la cultura pop que es la cultura de la celebridad. Hasta las organizaciones sociales más humildes piden ser visibilizadas. Estamos en sociedades donde ser vistos da una legitimidad que no tiene el invisible. La visibilización en su grado máximo es la celebridad. Esto te da cierto encanto, cierta legitimidad y en alguna medida es imbatible.
—¿Donde quedó con una de las expresiones más repetidas de la historia argentina que es “mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”?
—El entretenimiento y la celebridad son muy atrayentes. Pero lo que tiene de impacto también lo tiene de efímero. La política de celebridades no ha construido confianza en la ciudadanía. Ha construido una desilusión generalizada, un cinismo con relación a la política. Son los candidatos de la antipolítica como Donald Trump.
—O Miguel del Sel en Santa Fe.
—Del Sel hizo en los últimos años un esfuerzo enorme para mostrar que no era frívolo y no se pudo sacar de encima el mote.
—Los que estudiamos comunicación social aprendimos que la comunicación sirve para la campaña pero que la gestión se comunica con obras. ¿Esto cambió?
—A la larga sigue siendo así. De hecho, en los últimos años en Argentina ganó el que venía de la gestión local. Macri mismo. Pensamos que ganó por poner fotos de Antonia en Instagram, desconociendo que 10 millones de personas entran todos los días a una ciudad de Buenos Aires en un metrobús con florcitas y Wifi desde ciudades conurbanas devastadas. Tan encantados estamos con esta lógica de la celebridad, que nos olvidamos que la ciudadanía esta eligiendo más cuestiones concretas, por la economía y el bolsillo que por las grandes promesas.
—Hace un par de meses el jefe de campaña de Hillary Clinton admitió que el establishment político estadounidense había subestimado a Trump y no habían tomado real dimensión del estado de crisis de la sociedad.
—El problema de construir la burbuja del relato es que los principales consumidores son los políticos y los periodistas que son los que están informados. La mayor parte la sociedad que está afuera. Está atenta, mira una cosa, escucha otra, pero esa agenda mediática que tanto obsesiona a los políticos y periodistas sólo le importa a ellos y es una las razones por las cuales todo el mundo estaba sorprendido por el triunfo de Macri porque todos leían el microclima.
—¿Por qué el humor de la sociedad cambia tan rápidamente?¿Qué influencia tiene en todo esto las redes sociales si es que hay indicios de ello?
—Las redes sociales reconstruyen el concepto de comunidad que había en las investigaciones de los años 50. Lo que antes conseguías en el pueblo hoy lo conseguís en el pueblo de las redes sociales. Las noticias que no cubren los medios tradicionales circulan por las redes sociales. No es casualidad que los líderes políticos inviertan fortunas en medios del siglo XX y leyes del siglo pasado y no en habilitar conectividad gratis y de buena calidad. Porque la verdadera revolución ocurrirá cuando toda esta gente se ponga a hablar entre sí, cosa que en parte ya sucede.
—Los medios tradicionales han perdido a manos de las redes sociales el monopolio de la distribución de la información.
—Hay un dato muy interesante que publica Latinobarómetro. Le preguntan a la gente de distintos países de Latinoamérica cuál es la principal fuente de información. Hay una caída de 30 por ciento de los medios gráficos, se mantiene la televisión y hay un crecimiento del 70 por ciento en el conocido o el amigo como fuente de información. En Latinoamérica, el 80 por ciento de los ciudadanos tiene un teléfono celular pero sólo el 50 por ciento tiene 2 comidas diarias. Es decir que hay un 30 por ciento que sacrifica una comida diaria para tener el celular.
—Decías antes que la agenda de los medios y los políticos es una y la de la gente es otra. Los medios no han sabido generar las mediaciones para atraer a la gente. Hoy ven “Intratables”, que son 25 personas que hablan todos a la vez y es muy difícil saber de que hablan.
—Estamos terminando una investigación de noticias de los 4 diarios de más circulación de Argentina. El 66 por ciento de las noticias es política y campaña. Salud, educación, infraestructura y transporte es menos del 3 por ciento de las noticias. La pregunta es ¿cuál es la agenda para la gente? Los estudios demuestran que lo que jerarquiza un diario muy pocas veces coincide con lo que la gente cliquea.
—Ha muchos que dicen que el actual gobierno es básicamente comunicación. Otros que dicen que es kirchnerismo con buenos modales. Otros que comunican de manera distinta y tenemos que acostumbrarnos.
—No creo que haya kircherismo ni macrismo. No son movimiento, no tienen doctrina escrita. Y no se puede comunicar lo que no hay. El gobierno es comunicación, pero si no hay gestión no se puede comunicar nada. El problema es que la lógica instantánea de los medios quiere soluciones instantáneas. Están todos reclamando soluciones y el gobierno en vez de decir que no las tiene para todos, sale a comunicar lo que no puede mientras el periodismo sigue en el rol de comentador de la realidad en vez de traductor.
—¿Por qué los políticos no entienden esta lógica? Porque con la que usan ahora le están hablando todo el tiempo a gente que no los escucha y no les importa lo que dicen.
—A veces te encontrás con líderes que conectan con la gente como Mujica. Hay personajes carismáticos que se expresan con la lógica de la gente. Carrió, Gustavo Vera, Altamira, que no son mayoría, pero aciertan con ciertas problemáticas.
—Ése era uno de los méritos de Del Sel. Como se identificaba con la antipolítica podía hablar en el lenguaje de la gente. ¿Por qué los políticos no lo entienden?
—Porque una vez que entrás en la burbuja de la celebridad empezás a vivir en el mundo de fantasía y creés que todo el mundo vive en ese mundo. Hay una frase que dice “los políticos le mienten a la tarde a los periodistas y a la mañana siguiente se creen la mentira cuando la leen”.
—Coincidimos en que si toda la energía que gastan en comunicar la gastaran en gestionar seguramente nos iría mejor.
—Serían imbatibles. Pasa que nadie cree en el largo plazo, menos la política. La política necesita acomodarse rápidamente y tiene mucha lógica de legitimación para la tribuna. Parte del pop tiene la lógica del consumo, del clientelismo. Lo saben los supermercadistas: hoy te venden una cosa y si mañana lo encontrás más barato en el de enfrente, te vas ahí. El clientelismo no genera fidelidad, siempre hay alguien que le va a dar más o le va a hacer una mejor oferta.
—El gobernador de Santa Fe que más votos sacó en los últimos 30 años fue Reutemann. Y los consiguió haciendo todo lo contrario: salía lo necesario en televisión, escapaba de la foto, hablaba poco y breve.
—Sin conocer en profundidad la política santafesina entiendo que parte de la pérdida de prestigio del socialismo es porque se mediatizó. El socialismo era un gobierno local, que brindaba soluciones y mostraba una sociedad ejemplar. A todos nos parecía encantador... Cuando vos te querés comparar con el mediático y no te da el carisma, descuidás lo que fue tu base de sustentación y tampoco cumplís con lo que venías haciendo.
—Además, tuvieron un problema de gestión en algunos temas importantes como obra pública y seguridad.
—Es que todo finalmente se resuelve de esa manera. El problema que tuvo Cristina fue de gestión: en los últimos 4 años no hizo nada. Llegaron a gastar un millón de dólares diarios en comunicación. Se compró la solución del capital simbólico y nos olvidamos de construir capital social. El capital simbólico es volátil, un símbolo es reemplazado por otro símbolo, un mito es reemplazado por otro mito. En cambio, la construcción de la red social es mucho más fuerte.