Gabriel Rossini

Cinter participó en la construcción de la terminal aérea que fue elegida como la mejor del mundo.

Gabriel Rossini
El aeropuerto internacional de Carrasco fue elegido como el mejor del mundo, en un concurso internacional organizado por el sitio estadounidense www.architizer.com; superando en la final a los de Bodrum (Turquía) y la Terminal II de San Francisco (Estados Unidos). En la obra premiada, participó con la construcción de toda la estructura metálica la empresa santafesina Cinter.
“La empresa concesionaria Puertas del Sur tenía dentro de su plan de inversiones la construcción de una nueva terminal y le encomendó al arquitecto uruguayo Rafael Viñoly el desarrollo que, tal como se puede apreciar, tenía aspiraciones estéticas. Había una intención muy clara no sólo del arquitecto sino también del cliente de hacer algo que se convirtiera en una referencia de arquitectura. No quería sólo hacer un aeropuerto. Había una pretensión de llevar a cabo algo trascendente en el tiempo. De hecho, en el discurso de inauguración el presidente de la compañía dijo en Montevideo que en estos tiempos, los aeropuertos son los que en otros las catedrales, edificios que atraviesan las generaciones y la gente los va a visitar”, explica Juan Carlos Vincenzini (h), gerente comercial de Cinter.
“Para llevarla adelante, hicieron un concurso privado donde segmentaron la obra. Nosotros participamos en el segmento de la estructura metálica, que es el esqueleto que vertebra el edificio. Pero además, nos dejó satisfecho el rol que tuvimos. No fuimos sólo el fabricante de la estructura metálica. La obra fue ideada en Estados Unidos con una concepción general o conceptual, como se suele decir. Estaba establecido lo que se pretendía pero no estaba llevado al diseño cada parte constitutiva. Por esta razón, el rol que tuvo que ocupar la ingeniería de Cinter dentro del proyecto, en vinculación con los equipos de ingenieros y arquitectos que estaban en EE.UU. trabajando, fue importante. Introdujimos en las primeras ideas muchas innovaciones y ajustes para que el proyecto fuera tecnológica y estructuralmente posible. Fue una obra de complejísima fabricación por la enorme cantidad de piezas -casi todas distintas- y por la concepción estructural de la obra”, manifestó Vincenzini (h).
“Para la empresa, el aeropuerto de Carrasco fue una obra muy importante. No es la única que hicimos que tiene un sentido estético más que industrial ya que construimos el Orfeo de Córdoba, el anfiteatro de Villa María, el edificio de La Nación en Puerto Madero y la estructura metálica de un hotel que está sobre un cerro con vista al canal de Beagle en Ushuaia, entre otras. También hicimos más grandes e importantes, pero pocas van a dejar a la empresa la calificación y el antecedente que nos va a brindar ésta. Más allá de medirla en términos de rentabilidad, es una carta de presentación en otros proyectos. Me he sentado con clientes donde pusimos esta obra sobre la mesa y nos abrió la puerta para nuevos contratos porque mostramos que tenemos la capacidad para hacer este tipo de obras de primer nivel”, enfatizó Vincenzini (h).
“Queremos decir con mucho orgullo que es posible -desde una modesta ciudad de un modesto país y con profesionales graduados en la universidad publica- hacer cosas que tengan la consideración internacional que tiene esta obra. Este tipo de trabajos con éxitos que trascienden al logro de Cinter. Creo que a los que vivimos en esta región, nos debería quedar el sabor de que existe la posibilidad de hacerlo, que se puede. Obviamente que lleva años, esfuerzo y que no es un camino de rosas, pero que existe la posibilidad de construir y de organizar empresas o emprendimientos que sean exitosos basados en lo que tenemos. Esta obra la hicimos no con tecnología o ingenieros que fuimos a contratar al exterior sino con la que está acá, en Santa Fe”, terminó el gerente comercial.
Juan Carlos Vincenzini (h) y Héctor Marcelo Ruffo. Foto: Amancio Alem
Vista aérea del aeropuerto finalizado. Foto: Prensa Cinter
“Una de las obras más complejas” Para el gerente de Ingeniería de Estructuras de Acero de Cinter, Héctor Marcelo Ruffo, la obra del aeropuerto de Carrasco “fue una de las mas complejas que hicimos por la geometría particular de la estructura. La forma curva del edifico, que en realidad tiene una doble curvatura, hace que ninguna pieza sea igual a la otra, aunque sea por milímetros de diferencia. Cada una tiene su nombre, su numero y su ubicación en el espacio”. Desde que se inició hasta que se terminó de proveer la última pieza pasó alrededor de un año y de ingeniería llevó entre 6 y 7 meses. Durante su construcción participó la mitad del departamento ingeniería de la empresa. “Ante un proyecto como éste se toman ciertas precauciones. Por ejemplo las vigas principales del edificio miden 130 metros de largo y cinco metros de altura. Antes de empezar a fabricar las más de 100 vigas que tiene el edifico armamos una en la planta, la relevamos, evaluamos si las soluciones eran prácticamente factibles e incluso hicimos algunos cambios”, contó. “Había -además- otra complejidad adicional que era coordinar con quienes hacían la superestructura de hormigón donde iba a apoyar la estructura de metal. También trabajamos mucho en paralelo con la gente de EE.UU. para lograr que el proyecto se pudiera concretar tecnológicamente y sobre todo en el tiempo establecido, porque si uno pretendía hacer lo que estaba originalmente previsto había que importar todo. Hubo que hacer una tarea para adaptarlo a nuestra tecnología, que es de primer mundo, pero sobre todo para ajustar a los materiales locales porque de lo contrario había que importarlos ya que eran imposibles de conseguir en el país”, explicó Ruffo. “La obra es un mecano donde hubo que definir cuales son las mínimas partes que se iban a transportar y como se iban a montar. En eso tuvimos una coordinación muy importante, porque al ser tan complejo el proyecto el cliente nos encargó hacer la evaluación de como montarlo. Nosotros teníamos que decir como armar ese mecano para que no se caiga hasta que este terminado y de hecho tuvimos gente supervisando en la obra todas las tareas de montaje”, explicó. “Internamente este tipo de obra dejan mucho de aprendizaje y enseñanza, porque nos hace desarrollar muchas técnicas y metodologías de trabajo nuevas. Si se lo toma profesionalmente y se trata de aprovecharlo como un aprendizaje es muy valioso porque va generando procedimientos que suman valor propio para la empresa”, terminó.
Montaje de la construcción de la estación aérea. Foto: Prensa Cinter