Rubén A. Sánchez

El artista oriundo de la villa Carlos Gardel está preparando su cuarto libro de poesías y hace poco estrenó su quinto film. Visitó la ciudad para dialogar con los jóvenes participantes del Programa Nueva Oportunidad.

Rubén A. Sánchez
César González es poeta, filósofo y director de cine. Ha publicado tres libros de poesía (está preparando el cuarto), varios cortometrajes y algunos ciclos televisivos, y muy recientemente vió la luz “Lluvia de Jaulas”, su quinta película.
González (también conocido con el seudónimo que utilizó para publicar algunas de sus obras, Camilo Blajaquis) es dueño de una historia de vida compleja y de superación personal: nacido en la villa Carlos Gardel, a los 16 años fue detenido y alojado en diversos institutos de menores y cárceles, cumpliendo cinco años privado de su libertad. Pero fue entonces cuando se acercó a la lectura, mediante talleres y educadores, y su vida cambió para siempre.
Creó la revista “¿Todo Piola?”, que recoge experiencias y creaciones de pibes de institutos de menores y talleres de escritura en la villa. Al salir en libertad, se anotó en la carrera de filosofía en la Universidad de Buenos Aires.
González visitó nuestra ciudad para dialogar con jóvenes participantes del Programa Nueva Oportunidad. El objetivo de la charla fue el intercambio de experiencias, y que los chicos puedan conocer una historia que pueda resultarles inspiradora y enriquecedora.
Sin embargo, antes de comenzar la entrevista con El Litoral, mientras enciende un cigarrillo Gónzalez dice estar un poco cansado del uso que algunos medios le dan a su vida, reduciéndolo a sólo una historia de superación, minimizando su costado artístico.
“No reniego de mi pasado, soy lo que soy. Reniego del uso que se le da a mi pasado desde varios medios de comunicación, porque lo veo como una trampa escondida. De una forma le dicen a los pibes ‘sean como César González, porque sino es porque ustedes son unos vagos de mierda que no quieren’. Entonces es más profundo ¿Es realmente porque quieren resaltar y valorar lo que hice? ¿O es una excusa para justificar otra cosa? ¿Por qué el pibe tiene que ser como César González?” reflexiona.
La vida es arte
-Esta sensación que sentís respecto del uso que se le da a tu pasado ¿También te ocurre en eventos como la charla de hoy con chicos del Nueva Oportunidad?
-No, totalmente no. Depende el contexto, de los medios, no de la gente o las invitaciones a los espacios. No rechazo mi pasado, no hay nada más lindo que después de todo el sacrificio, de estar cinco años preso y escribir en un lugar donde no había los resultados que puede haber ahora, que uno escribe y te leen, te conocen, te invitan. Ahí era escribir para vencer a la muerte. Escribir para sentirme vivo, real, literal. Y que un pibe se inspire es lo más lindo que puede haber. Aunque no quiera, uno termina cayendo en eso, pero un poco de verdad hay: valió la pena el esfuerzo. Un pibe contaba que no se animaba a escribir, y se anima de a poco gracias a que conoció mi historia y mis poemas, y eso te hace sentir muy bien.
-¿Qué temas surgieron en el intercambio con los chicos?
-Estuvo re zarpado. Doy muchas charlas, pero hoy hubo pibes muy participativos, salieron un montón de temas, del arte, de la vida, de la vida en la villa, de la cárcel. Salieron temas de la masculinidad y los mandatos masculinos en los barrios, y esta competencia feroz que está en toda la sociedad pero que en los barrios se reproduce de una manera mucho más violenta, con una violencia más explícita. En otros espacios es menos explícita, pero en el barrio te terminas matando para ver quien es más macho. Y la realidad la viven los pibes aquí y ahora, eso me pareció de una importancia vital. Y el disenso también, me encantó un pibe que me dijo “yo no pienso como vos pero te escucho y te banco”, me encantó esa honestidad. Yo no busco que me digan tenés razón. No tengo respuestas, tengo más análisis y preguntas que respuestas. Hacerse preguntas es una gran respuesta.
-¿Y con respecto al arte?
-Un pibe me dijo “me encantaría escribir un poema pero lo veo como muy complicado” ¿Y quién dijo que la poesía es algo que se escribe? Para mi la vida es una obra de arte, la vida puede y debería ser una obra de arte. Entoces salió el tema de la lectura, si hay que leer libros. Y yo le digo que no. A ver, a mi me encanta, lo recomiendo, pero no a cualquiera le tiene que encantar, los libros no son garantía de nada. Dice el chiste “conozco gente que lee en cinco idiomas y votó a Macri” (risas). Y conozco gente analfabeta pero super solidaria, super humana, super preocupada por los demás. Si vos tenés cierta sensibilidad, preocupación, intriga y aparecen los libros, surge algo nuevo. Pero sólo con los libros no pasa nada. Porque para mi lo poético no es lo abstracto, esta idea de que la poesía es algo supraterrenal de palabras complicadas es un cliché. Yo veo poesía en la realidad, mi poesía no se aisla de la realidad, se mete. Yo les decía que la poesía en mis primeros tres libros es re simple, no van a encontrar un lenguaje rebuscado y metafórico, es muy directo.

Marginalidad y fetiche
-Como director de cine, oriundo de la villa y habiendo vivido en carne propia el sistema penitenciario argentino ¿Por qué crees que tienen tanto éxito las tiras como El Marginal?
-Es una pregunta que yo la tengo también ¿Qué pasa? ¿Por qué despierta tanta fascinación? ¿Por qué hay una obsesión del cineasta argentino en mostrar eso y de esa manera? Pero yo soy de los que cree que el público siempre algo de razón tiene, entonces ¿Por qué tanta gente la mira? Hasta hace dos meses me preguntaba porque los autores tienen este morbo, y ahora me pregunto por el público. Porque si el público no lo demandara no se hace. Hay una frase que uso mucho: “aman leer a personajes que en la vida desprecian”. Les encanta ver películas de tiroeteos y narcotráfico, y después están llorando por la inseguridad. Yo escribí un texto al respecto, llamado “El fetichismo de la marginalidad”, jugando con el texto “El fetichismo de la mercancía” de Marx. Allí Marx nos dice que las mercancías se fetichizan, y creemos que son entes sagrados que caen del cielo, que no existe todo lo que está atrás, y las consideramos como entes suprasensibles, más allá de lo tangible. Y eso pasa con la marginalidad: se la transforma en mercancia, y se la representa con puros mitos. Mitos de tipo del orden griego, de bestias, no son seres humanos. Ahí te das cuenta que para el capitalismo la violencia en las cárceles es una mercancia muy rentable.
-Hace un tiempo dijiste que, frente a esta sobreabundancia de lo marginal en la ficción, cuesta encontrar películas que desde esta perspectiva incomoden ¿Podrías mencionar alguna?
-Las hay, pero no tienen tanta prensa. Se puede. Hay dos opciones: por un lado se sobreedita la violencia, y por el otro lado la historia de color de rosas, del pobre que se levanta temprano y se esfuerza, y para mi tampoco pasa por ahí. Una más o menos contemporánea es “Cesar debe Morir” (NdR: ‘Cesare deve morire’ en el idioma original, del año 2012), de los hermanos italianos Taviani, es una película sobre unos presos del sur de Italia. Esperás ver un tipo de película, y en realidad se trata de cómo los presos preparan una obra de Shakespeare en un taller de teatro que hay en esa cárcel. Parece ir hacia el amarillismo, y rompe con los presos haciendo Shakespeare, el autor sagrado de occidente, el dios del teatro occidental. Y esperas que en algún momento se van a apuñalar...y no. Son los presos haciendo a Shakespeare. Me pareció una película maravillosa, que la hacen los hermanos Taviani que no son ni proletarios, ni estuvieron presos, son burgueses italianos. A veces se me quiere encasillar con que pienso que cualquiera que no es de la villa no puede representar la villa y eso es mentira. Que seas un reaccionario o conservador no tiene que ver con tu clase social, tiene que ver con algo tuyo, existencial.
Obra y autor
Al nombrar influencias de la talla de Spinoza, Nietzsche y Focault; González no duda en nombrar a Jorge Luis Borges, considerando que “era un fascista, pero era un maestro. Si lo lees aislado de esa faceta lo que escribía es increíble”.
(“Para mi es el mejor” retruca rápidamente quien suscribe).
En épocas de sobreabundancia de información, ya es corriente que salgan a la luz delitos o asuntos turbios de grandes personalidades (en su mayoría relacionados a abusos y violencia de género, aunque no es el caso de Borges, a quien se le achaca su cercanía con la dictadura militar y su ferviente antiperonismo) que plantearon la incógnita: ¿Se puede disociar la obra del autor?
“Yo no puedo” cuenta González.
“En la obra, aunque el artista se esfuerce, se termina viendo la hilacha, no zafás. En ‘Los gauchos’ de Borges, por ejemplo. Pareciera ser complejo, pero se nota su línea...” agrega.
“Alguna noche los perdió el pendenciero alcohol de los sábados/Morían y mataban con inocencia” o “No dieron a la historia un sólo caudillo/[...]No murieron por esa cosa abstracta, la patria, sino por un patrón casual, una ira o por la invitación de un peligro” rezan los versos borgeanos en alusión a los habitantes de la llanura.
Entonces, cuando leemos a Borges, Vargas Llosa o Heidegger ¿Qué nos pasa?
González piensa un rato y se ríe.
“Muchas contradicciones” sentencia.
A veces se me quiere encasillar con que pienso que cualquiera que no es de la villa no puede representar la villa, y eso es mentira. Que seas conservador no tiene que ver con tu clase social, tiene que ver con algo tuyo, existencial” César González