Ignacio Pellizzón | [email protected]


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En la plaza Homero Manzi, en la zona sur de Rosario, funciona una de las ferias más grandes de la ciudad, al punto de que se la conoce como la “saladita rosarina”. Si bien siempre fue vista como una suerte de termómetro de la pobreza, porque mientras más crecía peor funcionaba la economía, el contexto pandémico modificó esa visión.
De hecho, desde que irrumpió el Covid-19 el año pasado, la mega feria duplicó su tamaño y hasta se instalaron grupos mayoristas, que aparentan haber vislumbrado allí un nuevo nicho de negocios.
Al parecer, los cambios de hábito en el consumo que se vienen dando, están provocando que los comercios de cercanía puedan sumar nuevos clientes. Así, la feria se presenta como un espacio de oportunidades para muchos emprendedores, pero también para algunas compañías que ven la posibilidad de vender mercadería remanente fuera del circuito tradicional.
La “saladita rosarina” se encuentra entre las calles Lainez, Salva, Avenida Bermúdez y Rui Barbosa, muy cerca del Parque Regional Sur. Con puestos fijos, mantas y carritos de todo tipo, los fines de semana ese rectángulo se convierte en una verdadera feria en la que se puede encontrar desde prendas de ropa hasta electrodomésticos usados o repuestos de auto.

Es incontable la cantidad de personas que se acercan a pasear todos los fines de semana y tratan de ver si encuentran alguna “oportunidad” u oferta para poder llevarse algo a su casa. Se trata de una salida para muchas familias y de un lugar de trabajo para tantas otras, que no les queda otra que manejarse por los márgenes del sistema tradicional.
En tiempos de crisis económica, la Homero Manzi se convierte en el epicentro de decenas de desempleadas y desempleados que, mediante changas, se acercan tratando de vender lo que tienen a mano. Es un núcleo que concentra muchos feriantes y manteros; es un reflejo del estado de salud de la economía local.
Pero, con la llegada de la pandemia, el rol de la plaza parece haber virado. Según cuenta a El Litoral, uno de los representantes emblemáticos de la feria, Ramón Saucedo, “se duplicó” la cantidad de feriantes que están trabajando los fines de semana.
“Por supuesto que hay relación con el aumento del desempleo”, admite, pero puntualiza que se convirtió en el último tiempo “en un negocio sin control”. La expansión de la “saladita” sobresale ya de la plaza, y “se extiende como en forma de L por las calles Lainez y Bermúdez” al punto de que suman “más de mil” las personas que se instalan los sábados y domingos.

Desde la óptica de Saucedo, ya no son solamente desempleados que buscan una oportunidad de ganar unos mangos en la plaza, sino que también “llegaron empresas mayoristas” con sus productos. Obviamente “no exponen las marcas ni hacen mucho ruido”, pero los trabajadores de las firmas se hicieron un lugar y “están vendiendo todos los fines de semana”, subrayó.
Sumado al ojo que le echaron algunas empresas, el referente de la feria advierte que “desde la Municipalidad ya no controlan nada”. Entonces lo que está pasando es que “cada vez más feriantes pasan la noche para no perder sus puestos”. Por ahora, solamente hubo discusiones, pero “la situación puede empeorar”, teme Saucedo.
La pandemia del coronavirus lo está cambiando todo, inclusive la “saladita rosarina”. Con las restricciones para circular y los protocolos que hay que mantener para las reuniones sociales, los espacios abiertos y al aire libre, como la plaza Homero Manzi, son el escenario ideal para que proliferen nuevas oportunidades de negocios, pero fundamentalmente para que los excluidos del sistema puedan subsistir con sus changas, aunque sea.
Así las cosas, parece que una de las ferias más importantes de Rosario no solamente desborda de puesteros sino también de nuevos interesados en ofrecer allí su mercadería. La entrada de empresas mayoristas “no es un buen síntoma para nosotros”, aclara, porque entiende que se trata de una “competencia desleal” y le quitan espacio a personas que realmente necesitan trabajar.