De la Redacción de El Litoral

Cintia Carlotta tiene 32 años y tres pequeños hijos. Vive en barrio Guadalupe y sufre por una historia de terror con su ex pareja. Su caso se hizo público porque ella misma, cansada de esperar respuestas que no llegaban, lo contó en su muro de Facebook.

De la Redacción de El Litoral
Cintia conoció a Guillermo las primeras horas de 2013, en una reunión de amigos que se juntaron para festejar el Año Nuevo. Ambos estaban separados desde hacía poco y tenían hijos con sus respectivas parejas. Sintieron atracción a primera vista, pero lo tomaron con calma. Él se mostraba entonces como una persona amable y cariñosa. Con el paso del tiempo, decidieron vivir juntos y hasta tuvieron un bebé, pero la historia se fue apagando hasta que cayó en la más absoluta de las oscuridades.
Cintia Luz Carlotta tiene 32 años hoy y trabaja en una conocida empresa de transporte. “Demoré un año aproximadamente después de separarme de él en animarme a denunciar. Me daba miedo, porque me amenazaba a diario. Estaba asustada por mí, por mis hijos y por toda mi familia”, relató la mujer. Su caso se hizo público a través de la red social Facebook, porque ella misma hizo un extenso resumen de su calvario. “Escribí por un tiempo largo y le di publicar cuando exploté”.
“Cuando nos conocimos, fuimos despacio. Recién nos habíamos divorciado y teníamos chicos. Él era dulce, atento, romántico. Nadie podía hablar mal de él. El primer episodio violento sucedió cuando comenzamos a convivir, unos años después. Tenía celos enfermizos. Sin razón. Un mensaje, un saludo... Cualquier excusa era buena para él. Ese día rompió todos los vidrios de la casa a puñetazos. Entonces me fui, pero unos días más tarde me convenció de volver. Me dijo que iba a volver, que nunca más iba a hacer algo así, que iba a cambiar. Yo le creí”, dijo Cintia.
“Con el tiempo quedé embarazada -recordó la mujer- pero las cosas no mejoraron. Me enteré de que había perdido fortunas en el casino, porque era ludópata, pero toda la culpa era mía para él. Se puso más violento con mis hijos, los de mi anterior matrimonio, que ahora tienen 12 y 8 años. El ambiente en casa era cada vez más hostil. Todo estaba bien hasta que él volvía de trabajar. Los nenes no podían hacer ruido, ni hablar. Todo le molestaba. Todo el tiempo estaba tensionada para no hacer nada que lo haga enojar. Sólo cambió un poco la cosa unos meses cuando me enfermé y estuvo en riesgo la vida del bebé y la mía. Pero una vez que pasó el susto, otra vez todo fue igual que antes. Cuando llegaba del trabajo era un infierno. Yo trataba de dejar a los chicos con alguien. No se podía estar. A él lo echaron de su trabajo, también por violento. Ahora hacía changas en un club de barrio”, manifestó Cintia.

Basta
“Decidí dejarlo definitivamente un día que me hizo una escena de celos a mí y la empezó a tratar mal a mi hija, que tenía 10 años. La tenía como a una sirvienta. Le gritaba que hacía todo mal, mientras ella lavaba los platos. Fueron mis hijos los que me hicieron dar cuenta de la situación. Agarré unos bolsos con ropa y le pedí a mi papá que me busque. Me tomó un año hacer la denuncia. El manipulador te mira a los ojos y te dice lo mucho que te ama y todo lo que hizo por vos. Por un tiempo pensé que podíamos solucionar las cosas, pero cuando empezaron las amenazas me di cuenta de que era imposible. Además, una psicóloga me hizo ver las cosas desde otro lado. Él me mandaba mensajes: ‘Si llegas a estar con alguien te la voy a hacer pagar’, ‘si no me decís la verdad va a ser peor’. Me gritaba por teléfono, me insultaba. Si cuando venía a buscar al nene yo saludaba a alguien en la calle, me armaba un lío. Le gritaba a mis padres, a mis sobrinos”, señaló la mujer.
Lejos de mejorar, todo empeoró cuando a Guillermo se le puso en la cabeza que Cintia salía con un amigo de ella. “Una vez mi amigo vino a tomar mates a casa (en barrio Guadalupe). Su hijo es amigo del mío y juegan juntos al fútbol. Esa tarde, él persiguió a mi amigo de una manera muy peligrosa, con nuestro bebé en la parte trasera de su auto. Finalmente, la policía lo detuvo y él se victimizó. Lloró y lo dejaron seguir. Entonces otra vez persiguió a mi amigo. ‘Se donde vive el hijo’, me decía. Fue el 12 de abril, la última vez que tuvo al bebé. En ese momento me animé a denunciar y pedí la medida de distancia”.
Fuera de sí
Pero el episodio más grave fue el viernes pasado. “Nos juntamos a cenar con mi amigo y su novia. Nos quedamos hasta tarde viendo una película y comencé a recibir llamadas telefónicas. Me asusté por lo que podía hacerle a ellos y les pedí que se fueran. Cuando se estaba preparando, empezamos a sentir ruidos afuera. Salimos y Guillermo estaba destruyéndoles el auto. Le pegaba a los vidrios con una baldoza. Al vernos fue corriendo a su auto, que estaba en marcha más atrás. Entonces, aceleró y trató de atropellar a mi amigo, que estaba viendo los daños en su vehículo. Como no pudo, frenó e hizo marcha atrás. Entonces yo agarré a mi amigo de la ropa y lo tiré hacia la vereda. Él estaba en shock. No reaccionaba. En ese momento, mi ex nos tiró el auto encima a los dos. Después me mandó un mensaje, reconociendo que a él lo quería matar. Para la Justicia, no fue tentativa de homicidio. Cuando llegó la policía, él ya no estaba. Fuimos a hacer la denuncia. Lo detuvieron, pero al rato, otra vez lo querían largar. Antes de que yo pueda renovar la medida de distancia. Finalmente, lo dejaron salir a la tarde. Me enteré, porque lo primero que hizo fue llamarme. Fui escribiendo todo lo que había pasado y me decidí a publicarlo en el Facebook cuando exploté. Él seguía pasando por enfrente de mi casa. Yo tenía el botón de pánico, pero cuando llegaba el patrullero él ya no estaba”, contó Cintia a El Litoral.

“Me cansé de estar expuesta a que me agarre en la calle. Sólo salgo para trabajar. Mientras yo estaba presa en mi casa, él vivía libre y tranquilamente. Cuando hice público el caso en las redes sociales, me tomaron más en serio. La fiscal (María Gabriela) Arri me atendió muy bien. Me escucharon, pero ahora me preocupa el Código Penal. Que no tenga una condena fuerte por todo lo que hizo. Lo más probable es que ni siquiera vaya preso y que siga todo igual. Si la sentencia no es lo suficientemente importante, nada va a cambiar”, opinó con resignación.
Exposición
“Me demoré un año en empezar a denunciar lo que me pasaba, porque tenía miedo. Él me amenazaba. ‘Si me llegás a denunciar, va a ser peor’, me decía. Esperé respuestas. Fui a todos lados. Ya lo habían citado. Estaba imputado y el día que publiqué la historia en el Facebook lo tuve en la esquina. Por la difusión del caso me llamaron. Lo detuvieron. Realmente sentí que me habían escuchado esta vez. Es tremendo tener que exponerse de esta manera para que te tomen en serio”, se lamentó Cintia.