La hora de la siesta en barrio Guadalupe suele ser un momento apacible. Sin embargo el miércoles, en cuestión de segundos, todo se convirtió en drama.
La hora de la siesta en barrio Guadalupe suele ser un momento apacible. Sin embargo el miércoles, en cuestión de segundos, todo se convirtió en drama.
La secuencia se inició minutos antes de las 14, en momentos que una mujer, de 57 años, barría la vereda de su casa ubicada en Castelli al 200, esto es, a escasa distancia de la costanera santafesina.
Fue en dicha circunstancia cuando aparecieron en escena tres sujetos quienes, bajo amenazas y a los empujones, se introdujeron junto con la víctima en el citado domicilio.
Los gritos de la mujer alertaron a su esposo, de 68 años, que al ir a su encuentro se encontró con tres hombres que cubrían sus rostros con barbijos.
En un rápido movimiento los rufianes redujeron a los propietarios y los encerraron dentro de un baño mientras los hostigaban para que entreguen sus pertenencias.
Acto seguido los intrusos requisaron los distintos ambientes y sustrajeron dinero en efectivo, alhajas familiares, y algunos otros objetos de valor.
Fuga y choque
Logrado su objetivo decidieron dar por terminado el atraco, aunque aun había lugar para otra “sorpresa”.
Es que los malvivientes para escapar del lugar decidieron hacerlo con el vehículo de sus víctimas, un Honda HRV, dominio AD566RZ, de color blanco, con el que salieron a toda velocidad.
Pero la huida de los ladrones no llegó muy lejos porque a las cuadras (en E. Zeballos al 400) estrellaron el vehículo contra un pequeño árbol que arrancaron de cuajo y finalmente contra una columna del alumbrado público.
La colisión tomó por sorpresa a los incautos vecinos que no entendían quienes eran esos hombres que bajaron del coche a las corridas.
“Chofer” a la fuerza
Rápidos de reflejos y aprovechando la conmoción del momento, los malvivientes abordaron una camioneta Chevrolet S 10 donde se conducía un técnico en refrigeración.
A punta de pistola el trabajador fue obligado a trasladar a los delincuentes, que se hicieron llevar hasta Azcuénaga y San Lorenzo, lugar donde finalmente descendieron y escaparon en distintas direcciones.
La investigación de este hecho quedó en manos del personal de la Agencia de Investigación Criminal, que ya dispuso una serie de trabajos en procura de dar con los autores del hecho.