Joaquín Fidalgo
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José Humberto Vargas tenía 71 años y estaba jubilado. Había logrado el beneficio hace unos meses.
“Se puso contento, porque gracias a esa platita había podido comprarse un buen televisor y algunas herramientas para su pequeño taller metalúrgico, en el que hacía algunos trabajos para ‘rebuscársela’, pero le robaron todo”, recuerda uno de sus vecinos.
En el barrio, todos lo conocían como el “Gordo” y lo respetaban. Con él, las gauchadas iban y venían.
Aunque últimamente era poco lo que podía ofrecer, porque la grave enfermedad que padecía no lo dejaba levantarse de la cama. “A veces se caía al suelo y entonces nos llamaba para que le ayudemos a subir”, explicó un amigo.
Vivía en una humilde casa de barrio Pompeya, en la cuadra de calle Pavón al 3800, junto a su hijo de 40 años, que presenta cierta discapacidad mental.
A mediados de septiembre, ya le habían entrado a robar, aprovechando su estado de total indefensión, y lo despojaron del flamante TV led. El miércoles 1° de octubre, a media mañana, los ladrones volvieron a atacar, pero esta vez con menos piedad aún.
Entraron a plena luz del día por un pasillo lindero y luego a la vivienda de Vargas por la parte trasera.
Con una violencia demencial, los asaltantes golpearon al hijo y al padre, que terminaron tirados en el piso, con politraumatismos y cortes en distintas partes del cuerpo, fundamentalmente en sus cabezas.
Los delincuentes se tomaron su tiempo. Con las víctimas reducidas, fueron sacando las máquinas y herramientas, el lavarropa, otros electrodomésticos y hasta el nebulizador que José Humberto necesitaba a diario para su tratamiento.
Cuando los ladrones finalmente desaparecieron, el hijo del propietario salió y buscó el auxilio de los vecinos.
“Entre dos pudimos subir a Humberto nuevamente a la cama. Estaba todo ensangrentado. Quedó muy mal después de eso”, recordó un vecino.
José Humberto Vargas debió ser internado unas horas más tarde. Su cuadro de salud se había agravado. Seguramente nunca podrá saberse con precisión cuánto influyó para ello la dramática situación que soportó en su hogar. Lo cierto es Humberto, tres días más tarde, el sábado 4 de octubre, dejó de existir.






