Danilo Chiapello
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Dramáticos momentos se vivieron anoche en un comercio de barrio Sargento Cabral.
Se trata del autoservicio Camel, el que se ubica sobre Salvador del Carril al 1100, casi esquina con Dorrego, esto es, a escasos metros de la avenida costanera.
Eran cerca de las 22 cuando un sujeto ingresó al negocio y solicitó una leche. Para cumplir con dicho pedido uno de los empleados se retiró de la parte principal para llegar hasta el mostrador de los lácteos.
Pero cuando se tramitaba dicho mandado un segundo individuo entró al local. Sin más se ubicó junto a la cajera y dio a conocer la verdad del asunto.
“¡Quedate quieta y dame toda la plata!” fue el grito de guerra con la que comenzó una violenta faena que se prolongó durante varios minutos.
A partir de entonces ambos malvivientes tomaron el mando de la situación. Sacaron a relucir sendas armas de fuego con las que redujeron a sus víctimas.
El empleado de los lácteos fue obligado a tirarse al suelo boca abajo. En tanto la mujer fue obligada a caminar hasta la caja registradora. Allí, bajo amenazas, se le ordenó que entregue todo el dinero y las tarjetas de carga para teléfonos celulares. La víctima cumplió con el pedido hasta que no hubo más plata.
La furia
Hasta allí la situación no había deparado mayores sorpresas. Pero el hecho tomó un curso dramático cuando el malviviente advirtió que en otro sector del mostrador había más dinero en efectivo.
Este detalle enfureció al delincuente que comenzó a golpear con el cañón de su arma a la cabeza de la mujer. “¡Vos no sabés lo que hiciste!”, dijo. “¡Tenías más plata y no me la diste!”. “¡Mirame bien porque voy a volver y te voy a matar!”, fue la terrible sentencia del caco.
Antes de fugar se hicieron de bastante dinero en efectivo, además de las ya mencionadas tarjetas para teléfonos, cartones de cigarrillos y otros efectos. El perjuicio económico rondó los 5 mil pesos, según estimaron hoy los afectados.
Apurados por el reloj los sujetos se dieron a la fuga a bordo de un motocicleta. Dicho rodado sería del tipo de una CG.
De los delincuentes se supo que son dos hombres de más de 25 años. Uno de ellos es morocho, de pelo corto, estatura mediana. Su compinche es de similares características, aunque de tez blanca.
Harta de excusas
Melina es la empleada que atravesó tan duro trance. Esta mañana, en diálogo con este diario, se mostró indignada no sólo por lo ocurrido, sino por las respuestas que recibió cuando acudió a la policía.
“Lo de anoche fue increíble en todo aspecto. Nos robaron, nos maltrataron, amenazaron con volver, todo con una impunidad increíble. No se puede creer que estos tipos anden por la calle tan tranquilos”, se quejó.
“Encima de lo que padecimos, cuando voy a la seccional me atiende una mujer que lo único que hacía era darme excusas por su ineficiencia. Me dijo que estaban desbordados, que les faltaba personal, que estaba atados por la ley, que cuando ellos agarraban a alguien enseguida viene el juez y lo libera”.
“Entonces exploté... le grité de todo. A mí no me interesan sus cuestiones. Yo todo lo que quiero es trabajar para poder sostener una familia, para progresar en la vida. Sin embargo, por la ineficacia de ellos, todo esto se ha vuelto una pesadilla.
Por último reclamó, como un ruego, algo de seguridad. “Estos tipos (por los cacos) amenazaron con volver. Tengo mucho miedo porque lo mismo pasó con Toniutti. A ellos también los habían asaltado antes de que ocurra la tragedia. Los malvivientes siempre vuelven. ¿Y nosotros qué hacemos?”, se preguntó.







