A poco de haber llegado a Trelew, el equipo de Patagania 360 conocía cuál sería el itinerario de los días en la ciudad. Luego de una pasada por el Hotel Tourning y de haber conocido a una de las ancianas más simpática que hubiera podido imaginarme decidimos recorrer los kilómetros que nos separaban hasta llegar al puerto de Rawson y conocer Playa Unión.
En el desayuno Mariano, que gentilmente había venido del Entretur hasta el hotel para darnos algunas indicaciones, nos manifestó que el día era ideal para ese recorrido, y sin pensarlo demasiado hacia allá fuimos. En el camino levantamos algunos bizcochos para el mate, y pensamos en un momento en algo para una picada, un poco de fiambre, pan, y la típica de sándwich en la playa. Pero como todavía teníamos en mente los mates, lo postergamos.
Así fue que marchamos a la playa con la idea que seria un paseo quizás con pic nic. Lo que nunca sospechamos es que íbamos a terminar saboreando uno de los mejores almuerzos de nuestro primer tramo de viaje.
Una parada inesperada
El recorrido por el puerto, podría haber sido uno más, como el de cualquier otra ciudad pero en medio de ese paseo un cartel nos llamó poderosamente la atención Langostinos . Pasamos una vez por el frente sin decir nada y acto seguido nos miramos y dijimos… diez??? Diez qué??? Diez pesos el kilo – dijo Pablo ; no puede ser dije yo, es imposible…. Diez pesos cada uno es una locura sentenciamos casi al unísino.
Pero como la duda y las ganas de probar ese manjar eran más fuertes, sin dudarlo dijimos… ¿y si sale una ensalada de langostinos en la playa…? No se tardó un minuto más. Freno, balizas y 10 minutos después mostraba orgullosa mi bolsa con dos kilos de langostinos frescos. Compras más, compras menos, a los 20 minutos nos instalábamos en la costa, equipo de camping en mano a lavar y cocinar lo que seria un almuerzo gourmet: unas paltas, un poco de perejil, algo de salsa golf, y unos tomates eran la compañía perfecta para estos crustáceos patagónicos.
El viento parecía no apiadarse así que lo mejor fue encerrarme en la parte trasera de la camioneta y con un kit de cocina preparado para la ocasión. Hacer magia es literalmente que aparezcan cosas donde no las hay y algo así nos pasó. De golpe con un poco de ingenio, una ollita de agua hirviendo y tan sólo sal fina y aceite de oliva como aderezo fue posible crear delicias.
Media hora después almorzamos a la orilla del mar ensalada de langostinos con salsa criolla, langostinos con palta y salsa golf, y langostinos al natural. Todo lo que pudiera venir después de eso era irreal, excepto por las cerezas que de camino cruzamos en una finca patagónica que hicieron de postre perfecto, pero ojo el dato…… también a el kilo.
Patagonia a veces sorprende. Y por suerte las sorpresas parecen no acabarse por ahora. Seguimos en ruta, recorriendo los rincones más hermosos de nuestro país. En breve les contaremos todos los secretos de la cultura galesa de Trelew y sus alrededores, del Centro de la memoria y de las casas de té de Gainman. Cada día un poquito más al sur.
Alina Pozzolo
Fotos: Pablo Benigni






