—¿Y el habano, “Turco”?
—Ya fue.. No fumo más. No por la salud, eh. El tema es que me sancionaron... Y la verdad, no quiero perjudicarme ni perjudicar al equipo. Nunca imaginé que me iban a dar fechas de suspensión. Pensé que me iban obligar a pagar unos mangos y listo. Pero no. Las reglas están claras y prometo cumplirlas.
—También te vas a tener que cuidar de los gestos a la tribuna...
—No... Fue una sola vez que me pasó. ¿Qué querés que haga? Los de San Lorenzo me putearon todo el partido y me la banqué... Sólo levanté una copa. Eso es folclore.
—¿No hay mucha locura en los bancos?
—Pasa que los entrenadores absorben muchas presiones. Por eso a veces observás a alguno que se saca. Es que, para mí, son el centro de todos los males. Cuando el equipo juega mal, los hinchas y los dirigentes se acuerdan del técnico. Es así: el escudo que tienen los dirigentes y los jugadores es el técnico. Todos miran a los técnicos y cuando entrás a la cancha la gente se te tira de palomita.
—¿Cómo se hace para convivir con eso?
—Es cómo lo tome cada uno. Yo no me lo tomo a la tremenda. Disfruto mucho de la previa, de la semana, del vestuario. También sufro cuando pierdo.
—La nueva camada de entrenadores, vos, Diego Cagna, Luis Zubeldía, ¿puede ayudar a que esta profesión cada vez sea menos traumática?
—Ojalá. Hay entrenadores muy jóvenes, con ganas. Estaría piola descontracturar un poco la cosa. Igual, creo que la edad en este caso importa poco. Eso depende de cada uno. Por ejemplo, yo en Huracán sufrí muchísimo, porque mi familia, mis hijos, son hinchas del club. Había otros sentimientos. En cambio acá en Colón disfruto un montón.
—¿Tus equipos son ofensivos porque vos eras ofensivo? ¿Suele darse esa regla de dime cómo jugabas y te diré cómo jugarán tus equipos?
—No, no siempre es así. Yo soy ofensivo. Por momentos reconozco que me excedo. Pero hay entrenadores defensores que ponen equipos agresivos o delanteros goleadores o ex volantes ofensivos que son extremadamente austeros. No creo que haya una reglita.
Diario Clarín




