Hay solo dos motivos por los que se le pueden plantear exigencias a Diego Osella: 1) la situación que ya comienza a ser apremiante en la tabla de promedios; 2) los “nombres” que tiene este plantel de Colón, aunque muchos de ellos no están demostrando —desde hace un tiempo— esa jerarquía y ese potencial que alguna vez exhibieron.
En lo demás, resulta ingrato e injusto que un técnico haga, en menos de un mes de trabajo, lo que otros no lograron con mayor tiempo y más comodidad u holgura para poder encontrar un funcionamiento que sus equipos no exhibieron.
Entonces, entre las urgencias que están y que Osella sabe perfectamente que existen y que tienden a convertirse en una suerte de “espada de Damocles” sobre sus espaldas, y ese tiempo que es absolutamente necesario y hasta ahora insuficiente, el técnico se debate en ese desafío que una vez más vuelve a tener en Colón, ahora con un plantel diferente, de mayores posibilidades individuales y con más experiencia que aquél que tuvo que dirigir en 2014 y apenas con la chance de sumar a un solo jugador: Ezequiel Videla.
La inteligencia de Osella, además de su trabajo, se deberá demostrar en cuál es el camino ideal para que este equipo logre, de una buena vez, jugar al fútbol. Después, si será defensivo, ofensivo, contragolpeador o lo que sea, podrá llegar a convertirse en un motivo de gustos particulares o de debate futbolero. Pero el desafío de Osella es que por fin Colón “juegue a algo” y encuentre lo más preciado que puede tener un equipo: solidez, confianza y eficacia.
Ante Central Córdoba, lo único que se vio fue orden defensivo y un objetivo muy elocuente: no perder. Nada de juego y mucho menos de ataque. La propuesta ofensiva no existió y a lo único que podía aspirar, era a aguantar los 90 minutos. Casi lo logra. Burián salvó lo que era una jugada muy clara de gol (doble atajada sensacional de la figura sabalera) y Silvio Trucco le dio un penal en una de esas jugadas que abundan y que casi nadie cobra, para que Central Córdoba logre un justo triunfo.
Seguramente, Osella no se iba a confundir si Colón, en vez de perder, empataba el partido de su vuelta al club. Aquella vez, “cocinó” con lo que tenía y al final le salió un plato rico del “horno de su trabajo”. Podrá no haber gustado las formas, pero nadie discute dos cosas que consiguió: 1) darle un funcionamiento al equipo a partir de una idea; 2) eficacia.
Ahora tiene otra clase de jugadores, más experiencia, más potencial, más cantidad y a priori más jerarquía, algo que no se demuestra desde hace un tiempo. El desafío de Osella es hacer que eso funcione.