—¿Qué recuerdos del viejo tren de Paiva, donde naciste?
De colarse en los vagones para entrenar en Colón a vivir frente a la residencia de verano de los Reyes de España en la isla de Mallorca. Así y todo, no duda desde ese paraíso: “Si me llaman de Colón, no lo dudaría en volver”.
—¿Qué recuerdos del viejo tren de Paiva, donde naciste?
—Muchísimos, porque yo vivía del otro lado de las vías del tren, el pueblo se dividía en Pueblo Nuevo y Pueblo Viejo, separados por la vía del tren. Yo vivía del lado nuevo y tenía que cruzar todos los días las vías para ir al Colegio. En la época que había un montón de trenes haciendo maniobra, eso te retrasaba la llegada al Colegio. La verdad, hacíamos barbaridades.
—Contame una, total ya prescribió...
—Mirá, saltamos para cruzar con los trenes en movimiento, pasábamos por debajo de los enganches de los vagones cargueros, cualquier cosa. Y después, las anécdotas con el “Obrero”: se llamaba así al tren que iba y venía desde Santa Fe, llevando y trayendo los obreros que trabajaban en el taller.
—¿Qué hacías vos tan pibito, a esa edad, en un tren de obreros?
—Pasa que llegaba a Paiva uno a las 5 de la mañana y a las 6 de la mañana salía para Santa Fe de vuelta. Era ese el que yo me tomaba de pretemporada en inferiores, porque nosotros entrenábamos a las 8 de la mañana. Para estar a las 6 en el tren había que levantarse tempranito.
—¿Y así venías de Paiva a Colón?
—¡Claro! A veces no teníamos para el boleto y andábamos corriendo arriba del tren para que no nos agarre al guarda. Más de una vez nos descubrió y nos bajó, por lo que no quedó otra que hacer dedo. Después, al tren lo quitaron. Muchos recuerdos: vivo a dos cuadras de las vías del tren, en la estación de Paiva.
—Eran otros tiempos Gustavo, tan distinto todo...
—Me bajaba en la Estación Belgrano, porque ese ramal salía de ese lugar. Entonces, de ahí, tomaba el “8” en la esquina de Boulevard y Güemes, para bajarme en la cancha de Colón.
Así, desde los 35 grados de Palma de Mallorca, el recordado Gustavo Lionel Siviero atiende a El Litoral y Radio Gol 96.7. Vive en la isla, justo enfrente de la residencia de verano de los Reyes de España: ahora mismo Don Felipe y Doña Letizia están allí para intentar darle un empujón al castigado sector turístico en el post Coronavirus.
“Estamos empezando el veranito, sufriendo el calor”, dice el ex defensor sabalero en esos tiempos donde faltaban más cosas de las que sobraban en Colón.
—¿Cómo impactó el Covid-19 allí en la isla?
—La verdad, fue mucho más duro de lo que todos pensábamos y nos nos preparamos en consecuencia. Por eso acá pegó tan fuerte acá. Estamos empezando a salir, acá en la isla, donde la situación es diversa, porque si se quiere se puede controlar un poco mejor: cuando se tomaron las medidas acá en Mallorca, cerraron el aeropuerto y el Puerto. Se controló mejor que en el continente.
—Hablando de Mallorca: ¡no todos salen a la puerta de su casa y ven los Reyes de España!
—Ellos tienen su residencia de verano en Palma y suelen venir. Quieren dar un empujón, porque arranca una subsistencia clave en la isla que es el turismo. La presencia del Rey marca normalidad y vienen por algunos días. Vivo cerca de la residencia de los Reyes y de enfrente de casa se ven las fragatas que hacen las veces de custodia de los Reyes.
—Te pregunto lo mismo que al “Zurdito” Verdirame que se radicó en Monterrey: ¿Cuál es el momento en el cual tomás la decisión definitiva de quedarte a vivir en España?
—Yo creo que es cuando empiezan a nacer los hijos, cuando tu foco cambia y todo varía en la vida. Empezás a pensar en función de los demás y lo que les podés ofrecer en el futuro. Nuestros hijos nacieron aquí, se criaron aquí, empezar a crecer, formarse, tener educación, sus amigos. Mi hija mayor tiene 21, la otra 18 y el “enano” 13. Cuando uno ve como se van desarrollando y teniendo su vida acá, pone en la balanza todo eso para quedarse en las mejores condiciones posibles.
—¿Cómo se lleva el ex jugador con el Siviero entrenador?
—Estuve entrenando a varios equipos en España y el último proyecto del que formé parte estuvo en Chipre, antes de la pandemia. Con todo esto, estoy esperando como se va a reestructurar todo, porque se están dando por finalizadas algunas ligas en el mundo. Habrá que barajar y dar de nuevo.
—Hablemos de los entrenadores argentinos en España
—Dale, con gusto
—No me quiero ir a esas viejas historias de don Jesús Gil y Gil, en el Atlético de Madrid con Menotti y Basile. Vamos a estos tiempos: ¿el “Cholo” Simeone marcó un antes y después?
—Puede ser, aunque es cierto que el entrenador argentino siempre fue bien visto. El “Cholo” está sosteniendo un trabajo excepcional e increíble, haciendo historia; es el entrenador con más historia en el Atlético de Madrid, superó a una leyenda como fue don Luis Aragonés. Está dejando su seña, su marca. Y eso abre las puertas para otros profesionales que se dedican a lo mismo.
—Y después del “Cholo”, ahí en España, ¿quién?
—Acá también hizo muy buenas campañas Mauricio Pocchettino, algo que continuó también en la Liga inglesa. Estuvo Mauricio Pellegrino, el “Tata” Martino. Ahora mismo se habla de Heinze al Español y Gallardo al Valencia. Se está viendo otra faceta de los entrenadores sudamericanos en Europa.
—¿Cómo y cuánto se disfruta y se sufre Colón a la distancia?
—Muchísimo, estoy siempre muy pendiente de lo que le pasa a Colón. Estoy informado a diario, me levanto y leo las noticias de allá. Me pasa desde que estoy acá, hace 22 años. Siempre esperando que vaya mejor, que el futuro sea mejor que el pasado. El fútbol argentino es reiterativo en los errores, en no dar ese salto definitivo.
—¿Cuál es el ADN de Colón visto de lejos?
—Esa enorme masa de aficcionados que están detrás de ese club es un valor incalculable y habría que aprovecharlo para crecer. Y ubicar al club en la conversación de todo. Pero da la sensación que todo cuesta muchísimo.
—¿Qué pasa si un día, en ese paraíso que es Palma de Mallorca, llega un llamado de Colón para Siviero?
—Bueno, es algo que no depende de mí. Uno siempre piensa que se pueda dar esta situación con muchísima ilusión de mi parte. Uno no trabaja donde quiere sino donde lo llaman. Yo mentiría si dijera que no es una posibilidad, la de Colón, que contemplo; todo lo contrario. Es un gran sueño, pero no quiero que se entienda ésto como ninguna candidatura a nada. Es lo que siento, de ahí a lo que pase nadie lo puede saber.
—El otro día Verdirame me contó que Vignatti lo llamó a Monterrey cuando contrató a “Dida” y luego porque quería fichar a Cardona. En tantos años en Europa y vinculado al fútbol: ¿nunca te llamaron de Colón para consultarte por algo?
—No, no hubo contacto formales. Yo me fui en el año 2005 y no tuve ningún contacto. A través de un amigo, hubo algo informal cuando buscaban secretario técnico.
—¿Qué te acordás de esos inicios en Colón?
—Me acuerdo todo de mi llegada a Colón. Al “Gringo” Carlos Zuliani le tengo un cariño especial. Fuimos de Paiva a jugar en la antigua cancha Sergio Verdirame y llevábamos 20 minutos: ¡los jugadores de Colón “volaban”!. Yo venía de Paiva, sólo había jugado en equipos de ahí, en Liga Esperancina y un partido en novena en Liga Santafesina.
—Contáme la del “Gringo” Zuliani...
—En el medio del partido de práctica se cruza el “Gringo” y se me acerca. Yo estaba defendiendo y Zuliani me pregunta: “¿Su pase de quién es?”. Le digo que es mío, que soy jugador libre.
—¿Y entonces?
—Me dijo “Cuando termine quiero hablar con usted. Imagináte el baile: la práctica era contra el “Zurdo” Verdirame, el “Chavo” Olmedo, el “Dani” Mozas. Me dijo Zuliani: “Mañana venga con su papá y los documentos porque los vamos a fichar”. Tenía 17 años y al otro día volví con mi viejo.
—¿Te habías venido a probar a Colón?
—Nada que ver. Ni se me cruzaba, pasa que me invita un amigo de Paiva con el que jugabámos de chicos y que lamentablemente ya no está. Fue él quien me trajo. Había conseguido una prueba, a través de su padre y para no venir solo me invitó a mi.
—¿Te acordás su nombre?
—Por supuesto: Carlos Arias se llamaba y creo que hay una filial con su nombre. Renato Arias era su papá. Fue un día de febrero, de mucho calor, esa prueba en Colón. Así empezó mi historia, casi de milagro en Colón. Yo le debo haber llegado a mucha gente: Carlitos Arias y su familia que me invitaron; al Gringo Zuliani, al “Patón” Aguirre, a Horacio Daguerre, al “Tete” Alessio, al “Piqui” Graña, el “Pollo” Ingaramo, el “Zurdo” Verdirame, la “Rata” Rivera.
—¡Tenés todos los recuerdos bien claritos!
—No me voy a olvidar, ni me quiero olvidar...Yo tenía la sensación que yo no iba a jugar en ese equipo, que no podía jugar. Mirá, en la primera pretemporada que hice llegaba a casa y no podía ni comía. Me fui poniendo a la altura.
—Si llegara un llamado de Colón, ¿dejarías esa tranquilidad en una isla como es Mallorca para volver a Santa Fe?
—Siempre es un sacrificio tomar decisiones de este tipo pero yo estoy dispuesto. Yo me fui a Chipre, aquí cerca supuestamente: ¡tardaba 12 horas en ir y 12 en volver...casi como un viaje a Argentina!. Esta profesión es así, mi familia ya lo sabe.
—Justamente, habláme de “Los Siviero”
—Ya tengo tres hijos. La de 21 vuela sola, la de 18 está terminando la secundaria y el de 13 juega en las infantiles de Mallorca. Mi señora lleva adelante la casa, sin ella yo no podría irme a ningún lado.
—Vos fuiste de una generación que le hizo honor a la palabra “Pertenencia” en Colón mucho antes que la dijera “Pacho” Maturana
—Yo no se si dejé poco o mucho. Sí se que me traje muchísimo de Colón, soy lo que soy por lo que se viví en ese momento. Fue una época muy dura...durísima del club, pero nos formamos en esa adversidad y fuimos capaces de soportar lo que fuera. Fue tan fuerte lo que vivimos que con el “Juanjo” Ferrer, el “Tato” Enrique, el “Toro” Blasón y Maximiliano Cincunegui, por nombrar a algunos, seguimos conectados
El recuerdo del fútbol que “fue” con el fútbol que hoy “es” resulta inevitable. ¿Cómo era ese fútbol en cuanto a dinero, ingresos, lujos, visibilidad?. Desde Palma de Mallorca, Siviero recuerda: “Nosotros en Colón no teníamos autos. Por ejemplo, yo el primer auto de mi vida me lo compro siendo jugador de San Lorenzo, pero porque no me quedó otra alternativa, ya que no tenía cómo llegar, no había manera con las distancias de Buenos Aires”.
Y luego, cuenta lo más llamativo para estos tiempos: “Me fui a vivir a un departamento en Güemes al 37, a dos cuadras de Boulevard. Entonces, me compré una bicicleta para ir a entrenar a Colón. Salía por Güemes, iba hasta Alem y me enganchaba atrás de un camión. Iba pegado, me llevaba en el aire hasta el Centenario. ¡Yo ya era jugador de Primera en Colón!”, recuerda Siviero.