Darío Pignata
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Clavados los 25 minutos del primer tiempo: Unión logra encerrar en el arco de “La Bomba” al equipo del “Chulo” Rivoira. Lo pelotea, le mete tres llegadas juntas, empuja de cualquier modo y no es gol por casualidad en el área de Atlético Tucumán. Entonces, el grito baja ensordecedor de las tribunas del 15 de Abril: “Te vinimos a ver... te vinimos a alentar...”, con escenografía en rojo y blanco. Unión llevó a la cancha mucha más gente que hace 15 días contra la CAI, consecuencia directa del “batacazo” en Rafaela que lo había puesto a sólo dos puntos del puntero sanjuanino.
Se notaba, más allá de la cantidad de hinchas ocupando las cuatro tribunas, que la gente había armado su propia fiesta. Al sol y “en cueros”, con la bandera o la camiseta en la mano, para desafiar los 30 y pico del termómetro. De paso, teléfono a los dirigentes: si se hubiera jugado de noche viernes o sábado, habría ido más gente todavía.
Segundo tiempo, entre los 6 y los 17 minutos. Llegaron los goles tucumanos y Unión se cayó a pedazos atrás. Tres gritos en 9 minutos, pero faltando más de media hora. Sin embargo, de golpe, la gente le cerró el crédito al equipo, empezaron a llover los insultos y el clima era verdaderamente insoportable desde el entorno. “Jugadores, la c... de su madre... por qué no ponen huevos... si no juegan con nadie”, bajaba, hiriente, desde la misma tribuna que hacía un rato emocionaba con su aliento incondicional y ensordecedor.
Entonces, Claudio Guerra —8 goles en 10 partidos— se descargó con todo y le dedicó el gol del 1-3 a la platea Redonda. Paulo Rosales clavó de penal el 2-3 y también buscó con el dedito a alguien, sin saber si era para dedicarlo bien o mal. A esa altura, todo daba lo mismo. En la misma vieja tribuna detrás del arco de la Perón, los socios discutían entre ellos y volaban trompadas. En otro lado, algunos pensaban que la hazaña estaba a mano, porque restaban más de 20 minutos y... otra vez vuelve el aliento en lugar de los insultos.
El “Mudo” Reynoso, justamente un ex Colón, sacó dos pelotas de la línea, una a Pereyra y otra a Torres. A “Tarrito” Pérez le pasó lo mismo. Se lo perdió Rosales, de rebote y a la carrera, por arriba del travesaño. Otra vez le quedó al “10”, de buen partido, pero cuando quiso habilitar para el último toque al gol, apareció una pierna salvadora en Tucumán.
El final ofreció reacciones dispares en la multitud. Estaban los que insultaban, silbaban y buscaban responsables. Estaban los que se conformaban con esas ganas de Unión por ir a vender cara la derrota, achicar 2-3 y quedar cerca de la hazaña.
Desde un sector, lo despidieron a Aseff con un grito que asomaba como a relaje, coreando el nombre del arquerito Luis Ojeda. Era algo más raro que un perro verde: en la cancha, el arquero no se había comido ninguno de los tres goles y había evitado dos veces el cuarto gol de Atlético Tucumán. ¿Será que algunos, con efecto residual, le facturan recién ahora y con alto precio el error involuntario en el gol de Carranza por la Promoción con Jujuy? Si no es así, no se entiende: figura con la CAI y recontrafigura en Rafaela, hincha de tribuna como ellos y comiéndose “calladito” el banco cuando Quiroz lo sacó de la titularidad.
Uno hace ya casi 20 años que va a las canchas a comentar partidos de fútbol. Sólo un ignorante podría pedirle a un hincha de fútbol que sea racional, equilibrado, medido, pensante. Pero dio la impresión de que al hincha de Unión ayer se le fue la mano, aun admitiendo que tres goles en nueve minutos “sacan” a cualquiera y sabiendo que la gente se está cansando de jugar en la “B”. El reglamento marca, claramente, que a final de 2008 no se asciende, sino en la mitad del 2009. Además, Unión venía de ganar dos partidos seguidos y clavar un “batacazo” en un reducto inexpugnable contra Rafaela, estando “prendido” en la discusión por los puestos de arriba.
En lo único que hubo “Unión” entre el equipo y la gente fue en esa sensación de desequilibrio. Porque el de Quiroz es, entre otros defectos, un equipo sin equilibrio en el campo. Y los hinchas tatengues, que pasan del aliento al insulto en un ratito dentro de un mismo partido, están en las tribunas igual que el plantel en la cancha.






