Dos actitudes de Marcelo Gallardo —desde mi punto de vista el mejor entrenador argentino— enaltecen a Unión. Una se dio en el desarrollo del partido, cuando sacó un marcador central (Martínez Quarta) para poner a un volante netamente ofensivo (Juan Fernando Quintero). La otra cuando todo había terminado y el domingo consumía sus últimos segundos para dar paso al lunes y señaló que “Unión nos planteó un partido incómodo”.
Tenés que leerMadelón: "Los pibes dieron todo"En cuanto a la primera, al cambio, es cierto que Gallardo se dio cuenta que le estaba sobrando un central porque Unión jugaba con un solo delantero de punta (Bou, de enorme actuación), más volantes que llegaban libre e indiscriminadamente (Cabrera, Bonifacio y algunas veces el propio Milo). Pero también es verdad que el DT de River se encontró con un jeroglífico que no podía resolver: el de entrarle a una defensa que esperaba bien agrupada con cinco jugadores (Milo se sumaba a la línea de retaguardia), con un doble propósito: 1) cuidar muy bien la subida de los dos laterales de River (Casco y Montiel), que se convierten muchas veces en “wines”; y 2) juntar gente en el medio (con tres defensores y dos volantes centrales) para evitar los pases filtrados que también se convierten en un peligroso fundamento de ataque del rival, cuando la pelota pasa por los pies de Nacho Fernández o de Quintero.
Después, todo lo que se le conoce y destaca a este Unión que ha sorprendido en estos dos partidos con rivales de jerarquía, más allá de los resultados. La contracción al esfuerzo que no se negocia, la intensidad, el orden y la confianza para jugarle a equipos que por jerarquía y nombres, tienen más.
Muchas veces se ha dicho y escrito que Madelón es un entrenador que “sabe sacarle jugo a las piedras”. A veces hasta exagerando en esa confianza —de adentro y de afuera— que lleva a pensar que “está todo bien, total Madelón se las arregla”. Soy uno de los que piensa, aún, que a este equipo le sacaron jugadores titulares y que los que llegaron tienen que demostrarlo. Hasta ahora, el único fue Cabrera (interesante y fácilmente adaptado al esquema del técnico). Por eso, la apuesta arriesgada de este domingo ante River es tan elogiable como también se convierte en una prueba irrefutable de esto que se está analizando.
¿Quién se iba a imaginar, hace tres meses, que Unión iba a recibir al puntero con una defensa integrada por Gerometta, Blasi, Calderón y Corvalán?. Por un lado, el acierto de tirar a la cancha a pibes que responden (Calderón ya es una tangible realidad y Gerometta, debutante, jugó un muy interesante partido). Por el otro, un riesgo que se asume como una suerte de salto al vacío. Que no está mal, que es muy saludable (a los chicos hay que ponerlos y darles confianza), pero que genera ese cosquilleo producto de una decisión que parece avezada y sorpresiva.
Madelón se arregla, es cierto, porque varias veces lo señalamos: es un entrenador que mejora a los jugadores. Y estos saben que vienen a un club en el que el DT tiene un perfil muy alto y hay algo que no se negocia ni se resigna: el esfuerzo. El que no corre, en Unión, no juega. Pero no exclusivamente se trata de correr, sino de pensar y de intentar jugar. El técnico planifica para que las diferencias no se noten. Y lo logra.
“La verdad que hay que reconocer que el planteo que hizo Unión nos complicó y por eso tuve que cambiar sobre la marcha para ordenarnos. A partir de ese cambio prematuro de Juan Quintero por Lucas Martínez Quarta durante el primer tiempo logramos un poco el control que no tuvimos de entrada”. Marcelo Gallardo, entrenador de River