La mayor parte de la ceremonia es cantada y la homilía es más extensa que una misa tradicional. “Cuando el padre habla, te hace llorar. Tiene una manera increíble de llegar a las personas. Está cortado por otra tijera”, señala una joven.
Hasta el año pasado, Ivanildo hacía imposición de manos. Pero el número de asistentes fue creciendo hasta el punto que tuvo que dejar esta práctica. “Si ahora tuviese que hacer imposición a cada uno que viene, tendría que estar hasta las 8 de la mañana del otro día. Por eso dejó de hacerlo”, comentó una de las mujeres que asiste desde los comienzos.
Uno de los momentos más místicos es cuando el cura exhibe el santísimo sacramento del altar. “Es un momento único”, “No tengo palabras para describirlo”, comentan los fieles.
La misa termina tarde y la gente sale renovada y esperanzada. “Uno sale distinto”, “Te deja una paz increíble”, “Me hace bien”, aseguran los asistentes.




