Cómo sostener una rutina familiar saludable en medio aislamiento
Kit de "supervivencia" doméstica: juegos simbólicos y freno al exceso de pantallas
Desde la psicología infantil, una especialista recomienda usar el tiempo de la familia en la cuarentena para -por ejemplo- representar teatralmente situaciones de la vida en el “afuera”. También, que el uso de dispositivos electrónicos (celulares, Netflix, etcétera) sea una experiencia compartida y con “producción subjetiva”.
Agencia Xinhua El teléfono móvil muestra una videollamada donde se ve un padre (Juan), su esposa y su hijo de 12 años, en un departamento de Buenos Aires. Nada es igual (en cuarentena), pero tratamos de armarnos rutinas que nos ayuden a todos , dice Juan.
Al principio todo genial. “¡Qué bien, no vamos a la escuela!”. Pero después de 15, 20 o más días de encierro, la cosa se complica. Que los chicos no puede ver ni estar con sus amigos, ni con los abuelos, ni a con tíos o tías, y aparecen los berrinches. Esto pone a padres y madres en el desafío diario del cuidado y de la crianza que, antes de la pandemia, era distinto. Además, la mayoría de esos padres empiezan a trabajar desde una computadora y en su propia casa. Y todo va generando un microclima emocional doméstico denso, por momentos sofocante: es el “efecto aislamiento”.
Entonces, ¿cómo pilotear ese complejo barco que se llama familia y evitar que empiece a naufragar en choques, discusiones y peleas? Ahí aparece el “kit de supervivencia” doméstica: “Pensemos en el juego simbólico: en el hogar, alguien del grupo familiar hace de cajero de supermercado, el resto va pasando sus ‘alimentos’ para pagar. O bien, uno conduce un colectivo imaginario, y todos van sentados y charlan, sentados en las ‘butacas’ que son las sillas del comedor”, le dice a El Litoral Lorena P. Aguirre, psicóloga (Mat. 340, F70, L2), psicoanalista, Mg. en Salud Pública y jefa del Sector Salud Mental del Hospital de Niños Orlando Alassia. También es docente de la UNL.
Esta estrategia doméstica es una forma traer “el afuera” —la calle, ese lugar en el que no se puede estar— hacia la casa. “Hablamos de hacer actividades lúdicas donde se generen escenas de la vida cotidiana de ese afuera (por el momento vedado). ¿Para qué? Para devolvernos la idea de que en este aislamiento obligatorio, ser creativos es una forma de oposición al padecimiento”. La opresión del claustro, la necesidad de salir, “dejan de sentirse como circunstancias desdichadas para convertirse oportunidades creadoras”, agrega, citando a la antropóloga francesa Michèle Petit.
Las pantallas
—El uso de pantallas dentro de un contexto familiar por parte de los chicos (celulares, televisores, Play Station, etcétera), ¿debe ser “regulado” en horarios? ¿Los padres deben en buscar y establecer algún punto de equilibrio? Porque con el aislamiento, ese uso puede pasar a ser un abuso.
—No hay una receta. Pero el exceso es malo, como lo es el exceso de cualquier cosa: el exceso de las comidas, del trabajo, del deporte. Es un concepto que no es saludable. Si un niño o una niña se pasa todo el día mirando la tele o jugando a “la Play”, seguramente va a haber que plantear ciertos límites. Y en el caso de las infancias y adolescencias, al límite lo tiene que poner el adulto, que es quien instala este límite de decir: “Eso (tantas horas delante de la tele) te va a hacer mal”, como también te va a hacer mal comerte 10 chocolates en un ratito. En los límites, el adulto tiene que estar siempre presente.
¿Y cuál sería la propuesta? Veamos juntos esa película o lo que sea que el niño esté viendo. Y después la charlamos, y también dibujamos sobre lo que nos dejó esa película, por dar un ejemplo. Hagamos juntos una torta, juguemos juntos a algo. Cuando hay un exceso también hay cierta ausencia de algo: de un vínculo humano doméstico. Y el adulto también tiene que regularse en ese exceso (si abusa de las series de Netflix, por ejemplo) para poder “regularlo” al niño o a la niña.
Pero ojo: ese límite no implica decir: “Bueno, hoy sólo vamos a ver dos horas de televisión por día”. No se trata de la cantidad de horas, sino de pensar la lógica del exceso. Si los padres caen en ese abuso de pantallas y no pueden regularse, no podrán regular a sus niños. Esto, creo yo, tiene que ser reflexionado en el ámbito familiar.
Productividad subjetiva
—Poner una determinada cantidad de horas para ver una película (siguiendo el ejemplo), pero luego comentarla y hacer alguna actividad compartida sobre el film, ¿eso es mejorar la productividad familiar en un día más del encierro prolongado?
—Esa idea de productividad no la pienso tanto desde el paradigma capitalista de la “meritocracia”, sino lo productivo entendido en términos subjetivos. ¿Qué significa esto? Que te sirva a vos y a tu familia. Para otros, quizás sea una “pavada” simular teatralmente el juego del colectivo. Pero si a los integrantes de la familia esa experiencia lúdica les significó algo positivo, se sintieron contentos, se generó bienestar y se calmaron los nervios, entonces se logró algo subjetivamente productivo.
Guillermo Di Salvatore / Archivo El Litoral La psicóloga y psicoanalista Lorena Aguirre, jefa del Sector Salud Mental del Hospital de Niños. Además es profesora de la UNL.
La psicóloga y psicoanalista Lorena Aguirre, jefa del Sector Salud Mental del Hospital de Niños. Además es profesora de la UNL.Foto: Guillermo Di Salvatore / Archivo El Litoral
“Algo de lo humano se está movilizando”
“Estoy advirtiendo que esta pandemia nos va llevando a reflexionar más sobre lo humano y lo subjetivo, en el sentido de poder conectarnos con lo verdadero, con lo real que hay en casa. Lamentablemente, no todos los sectores sociales viven esta situación de la misma forma, ni con los mismos recursos. Hay muchas familias en situación de pobreza y vulnerabilidad, y las implicancias sobre las infancias y adolescencias de estos sectores poblacionales podrían ser muy graves”, advierte Aguirre.
Pero, en términos generales, “hay algo de lo humano que se está jugando. Vale decir en esta línea que la pandemia está movilizando sueños: hay más producción onírica (sueños), hay más regresiones a otras épocas de la vida de uno, y a personas que ya no están”, concluye la psicoanalista.