La lupa sobre las rayas, esos enormes parientes de los tiburones que habitan nuestros ríos
Un grupo de expertos monitorea la biología y los hábitos de vida de estas especies a lo largo del río Paraná medio, incluyendo la laguna Setúbal y otras lagunas asociadas. Cuentan que existen ejemplares de hasta 1.70 metros de ancho de disco y más de 200 kilos. Cómo evitar un ataque y cómo colaborar con el proyecto.
Raya gigante de unos 200 kilos capturada en el sistema Leyes Setúbal a principios de este siglo. Archivo.
En la inmensidad parda del río Paraná, allí donde los remansos se arremolinan en silencio y la arena dibuja ondulaciones bajo el agua, habita un grupo de criaturas tan antiguas como discretas: las rayas de agua dulce. Silenciosas, esquivas, apenas perceptibles cuando se entierran bajo el fondo, forman parte de un patrimonio natural que late a la par de la vida ribereña. No es casual que los científicos las observen con una mezcla de fascinación y urgencia.
“Estudiarlas nos permite proteger un componente clave de nuestra biodiversidad fluvial”, afirma Diego Martín Vazquez, Investigador Asistente del Instituto Nacional de Limnología (INALI, UNL-CONICET). Él, junto a Luis Lucifora (investigador independiente de la misma institución), integra el grupo “Diversidad, Ecología y Conservación de rayas de agua dulce”, dedicado a descifrar los secretos de estos peces cartilaginosos que conviven desde siempre con quienes habitan el río.
Un pescador coloca la marca a esta raya capturada en la zona. Gentileza.
Vazquez las define como “un componente muy particular de la ictiofauna del río Paraná”. Su historia vital es lenta: “Tienden a tener una vida larga, tardan muchos años en reproducirse, y tienen pocas crías. Esto las hace muy vulnerables a la sobrepesca y a la alteración de su hábitat”.
En la laguna Setúbal —afluente del Paraná y escenario habitual de veranos santafesinos— conviven varias especies de rayas. Allí se las ve deslizarse en aguas bajas o protagonizar accidentes cuando alguien, sin querer, pisa una de estas sombras vivientes ocultas en la arena. Conocerlas, coinciden los especialistas, es un primer paso para evitar riesgos y, al mismo tiempo, protegerlas.
¿Cuánto mide? Los pescadores estudian el ejemplar capturado antes de colocarle la marca.
“Nuestro trabajo busca, mediante la utilización de técnicas cuantitativas modernas, diseñar estrategias de uso sustentable que aseguren el mantenimiento de las poblaciones de rayas a largo plazo, para asegurar la conservación de nuestra biodiversidad y de un recurso pesquero del que dependen miles de personas a lo largo del río Paraná”, resume Vazquez.
Un mundo diverso bajo la superficie
Las rayas de agua dulce —familia Potamotrygonidae— son parientes cercanos de los tiburones y forman parte de un linaje de unas 1.200 especies distribuidas en el planeta. En Argentina, el Paraná alberga 6 especies de agua dulce obligadas: la raya overa o de ocelos (Potamotrygon motoro), la imponente raya gigante (Potamotrygon brachyura), la raya negra (Potamotrygon amandae) y otras como P. falkneri, P. histrix y P. schuhmacheri.
Raya gigante. Archivo.
Sus tamaños también varían. La pequeña P. schuhmacheri apenas llega a los 30 cm de ancho; la popular overa rara vez supera los 50 cm. Pero la verdadera protagonista del sistema es la raya gigante (P. brachyura): un “megavertebrado” que puede alcanzar los 1,70 metros de ancho y superar los 200 kilos. Una presencia descomunal que, sin embargo, pasa inadvertida en el fondo turbio del río.
Vazquez en su laboratorio. Gentileza.
En cuanto a sus hábitos, estas rayas son criaturas exclusivas del agua dulce. Prefieren los fondos blandos y arenosos, los pozos, los bancos de arena, los remansos donde encuentran presas como peces pequeños, cangrejos, moluscos y otros invertebrados. Durante el día suelen enterrarse, volviéndose invisibles para sus presas; y para los bañistas.
La marca de la raya. Gentileza.
Mitos y cuidados necesarios
Aunque su sola mención despierta temor, los especialistas desmienten rotundamente la idea de que sean animales agresivos. “Definitivamente, no”, asegura Vazquez. “La mayoría de los accidentes ocurre cuando alguien las pisa sin querer y el animal reacciona con un movimiento reflejo de la cola, donde se encuentra el aguijón, que es utilizado a modo de defensa”.
Una raya capturada para el estudio y devuelta al río; junto al investigador Vazquez. Gentileza
Por eso, las precauciones básicas son simples: ingresar al río en playas habilitadas, atender indicaciones de guardavidas, hacer ruido o chapotear y, sobre todo, avanzar arrastrando los pies para evitar pisarlas de golpe. También es fundamental no manipularlas sin experiencia: usar un trapo o una pinza para sujetar el aguijón, o colocarlas boca arriba para extraer anzuelos, siempre desde la zona donde están los ojos, manteniendo las manos lo más alejado posible de la zona del aguijón.
En la marca hay un teléfono de contacto para alertar a los investigadores sobre la presencia de una de las rayas investigadas. Gentileza.
En caso de accidente, los especialistas recomiendan actuar rápidamente. Lavar la herida; sumergirla en agua lo más caliente posible —sin quemar la piel— durante 45 a 90 minutos para inactivar la toxina; no intentar extraer fragmentos del aguijón; y acudir a un centro de salud. “En la inmensa mayoría de los casos, el cuadro evoluciona sin complicaciones si se actúa rápido”, aseguran.
La marca. Cada una tiene una numeración identificatoria. Gentileza.
Ciencia que crece con la comunidad
El equipo del INALI desarrolla múltiples líneas de investigación. Por un lado, analiza la distribución de las especies en Sudamérica para determinar áreas prioritarias de conservación. Por otro, utiliza descartes de la pesca artesanal —las carcazas— para estudiar edad, crecimiento, reproducción y alimentación. Las vértebras, como los troncos de los árboles, registran anillos que revelan el paso del tiempo.
Marcada y al agua nuevamente. Gentileza.
La colaboración con pescadores deportivos permite además estudiar los movimientos de la raya gigante a través del marcado y recaptura. Es un trabajo que involucra a decenas de personas y está respaldado por organizaciones internacionales como Save Our Seas Foundation y The Mohamed bin Zayed Species Conservation Fund.
Una chuza de raya. Gentileza.
Y es también una experiencia de ciencia ciudadana: una forma de hacer investigación que se teje con saberes locales. “Los científicos somos pocos, pero la cantidad de ojos, manos y experiencia que tiene la comunidad es enorme”, explica Vazquez. Ese vínculo, agrega, “fortalece el lazo social con la conservación de la naturaleza”.
Otro ejemplar de raya gigante. Archivo.
El desafío, reconoce, es sostener ese puente a lo largo del tiempo, garantizar recursos, escuchar a los pescadores y lograr que los datos se traduzcan en decisiones concretas para lograr un manejo adecuado y la conservación del recurso a largo plazo..
Señales de alerta
Hasta el momento, los investigadores detectaron una disminución en la abundancia de rayas no oceladas en el Paraná medio, dominadas por la especie gigante. Todo indica que la sobrepesca impacta con fuerza en una especie de crecimiento particularmente lento. El objetivo, hacia adelante, será obtener valores más precisos de las tendencias poblacionales, para comprender mejor la magnitud del problema y saber en qué estado se encuentran las poblaciones de cada especie.
Un bañista atacado por una raya en el Paseo de la Laguna. Ocurrió en 2015. Archivo.
Cómo ayudar
La comunidad puede colaborar de varias formas: reportando avistajes o capturas a través de Instagram (@rayasderio_argentina), comunicándose al (02281) 15-418274 si son pescadores asiduos de rayas, y avisando de inmediato ante la captura de una raya marcada. Si es liberada, la marca debe permanecer intacta; si no, igualmente deben informarse los datos.
Una más. Pescadores muestran la raya gigante capturada en la zona. Archivo.
Las recomendaciones finales son claras: evitar lastimarlas innecesariamente y comprender que cada registro suma. Cada raya, cada movimiento, cada mínima señal puede ayudar a reconstruir el estado de un grupo de animales que acompaña, desde siempre, la vida del Paraná.
Una raya gigante con la marca para su seguimiento. Gentileza
En un río atravesado por historias, estaciones y silencios, las rayas siguen allí, invisibles bajo la arena, recordándonos que el equilibrio del agua —y de todo lo que habita en ella— depende también de nuestra mirada.