"Aquí aparece Abela, provincial y redondo; tabaqueros, guajiros, sirviéndole de fondo". Este fragmento escrito por el poeta Nicolás Guillén, al evocar al artista Eduardo Abela, es una síntesis muy lúcida.
Fundó una estética que fue vanguardia y espejo social. Este año, fue centro de una retrospectiva en Miami. Retratista del alma cubana, creó "El Bobo", símbolo de la crítica popular.
"Aquí aparece Abela, provincial y redondo; tabaqueros, guajiros, sirviéndole de fondo". Este fragmento escrito por el poeta Nicolás Guillén, al evocar al artista Eduardo Abela, es una síntesis muy lúcida.
Es que en la pintura de Abela, y sus caricaturas, aparece una Cuba dolida, vital y contradictoria. Este 3 de julio, al cumplirse 136 años de su nacimiento, su obra vuelve a dialogar con la coyuntura, gracias a una reciente retrospectiva.
Abela nació en 1889 en San Antonio de los Baños, cuando Cuba recién empezaba a transitar su accidentada experiencia republicana. Dejó pronto su oficio de tabaquero y se trasladó a La Habana. A partir de allí, su vida de artista y diplomático, estuvo cargada de exilios, búsquedas y retornos. Pero siempre con la mirada fija en lo cubano como dilema cultural.
"Fue un fiel exponente de lo cubano, pero no en un sentido reductor", sostiene la crítica especializada. Su obra se alimentó de las corrientes estéticas internacionales, pero sin perder de vista las contradicciones internas de su país.
Abela retrató un malestar: "Me preocupa considerarme un hombre sin mañana", afirmó. La respuesta llegó con los años. "Como ocurre con todo genuino creador, el tiempo actuó a su favor y demostrado la validez y contemporaneidad absoluta de su obra", señala el investigador Roberto Cobas Amate.
Cobas Amate considera que Abela logró "captar, a través de una emoción poética genuina, atributos medulares de lo cubano, transmutarlos en alegorías pictóricas y proyectarlos con inusitado vigor, al otorgarles una resonancia universal".
Si hay una creación que concentra el genio de Abela, es "El Bobo". El personaje, aparecido por primera vez en la Revista de Avance y reproducido luego en otros medios, nació como caricatura, pero se convirtió en símbolo.
Bajo la apariencia ingenua del manso, del torpe, del que no sabe, dijo lo que nadie se atrevía. Ridiculizó la corrupción, la violencia y el servilismo de los gobiernos republicanos, en especial el de Gerardo Machado. Y lo hizo desde la risa.
"El simpático y pícaro Bobo, ‘el Bobo de Abela’, es lo que la mayoría de los cubanos reconoce cuando se menciona su nombre", sostiene Susana Besteiro Fornet.
Y subraya una paradoja: "pocos pintores cubanos del siglo pasado tuvieron a lo largo de su vida tantos estilos diferentes como Eduardo Abela". Sin embargo, lo que permanece en la memoria popular es esa figura que supo reírse del poder.
Durante la década de 1920, Abela se instaló en Madrid. Un concurso de portadas para revistas le dio su primer premio y con él, algo más que el sustento económico. "Fue entonces cuando su obra adquirió una connotación más realista, bajo el influjo de grandes pintores españoles, como Goya", apunta la crítica.
La exposición en la Galería de Arte Moderno consolidó su nombre. Más tarde, sus viajes por Francia e Italia lo pusieron en contacto con el dadaísmo y el surrealismo. En 1934, fue nombrado cónsul en Milán.
Pero Abela no se dejó atrapar por una sola estética. Cada etapa suya se define por una apertura. Nunca repitió una fórmula, su arte fue inquietud constante. Y por eso, de regreso en Cuba, se convirtió también en formador.
En 1942 fundó el Estudio Libre para Pintores y Escultores, un espacio de enseñanza no convencional que marcó generaciones. Entre 1942 y 1952 cumplió además misiones diplomáticas en México y Guatemala.
En los años siguientes, y ya de regreso definitivo en la isla, produjo obras más íntimas, en formatos pequeños, verdaderas joyas que revelan otra faceta: un Abela introspectivo, onírico, por momentos melancólico.
Una muestra retrospectiva realizada en 1964 en la Galería de La Habana permitió ver esa evolución. Tras el triunfo de la Revolución, Abela no dudó: se sumó a la diplomacia cubana.
Este año, la Galería Latin Art Core de Miami organizó una retrospectiva clave para su revalorización global. Según EFE, la exposición "marca el regreso tras cuatro décadas de las obras de Abela, uno de los exponentes más significativos de la Primera Vanguardia cubana".
La muestra reúne 65 piezas pertenecientes a la colección Rudman, considerada una de las más completas del arte latinoamericano. Tal como apunta la nota de EFE, esta retrospectiva "constituye un homenaje al legado de Abela y un puente vital entre las raíces del arte cubano y su relevancia en el mundo contemporáneo".
En una de sus últimas entrevistas, Abela confesó sentirse "un hombre sin mañana". Una vejez lúcida, pero pesimista. El tiempo, sin embargo, corrigió esa impresión. Lo dijo con claridad el mencionado Cobas Amate: "Para un artista de tal magnitud, el futuro sólo puede deparar un mañana luminoso".
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