El 31 de julio de 1905, en San Salvador de Jujuy, nació el pintor Guillermo Buitrago. Formado primero con su tío abuelo, el obispo Pablo Padilla y Bárcena, su temprana sensibilidad sería el horizonte de su camino artístico.

Nacido en Jujuy en 1905 y fallecido en 2000, formó parte de una generación que pensó lo latinoamericano desde la imagen y la enseñanza. Un repaso por su obra y sus ideas.

El 31 de julio de 1905, en San Salvador de Jujuy, nació el pintor Guillermo Buitrago. Formado primero con su tío abuelo, el obispo Pablo Padilla y Bárcena, su temprana sensibilidad sería el horizonte de su camino artístico.
Luego vendrían Rosario y Buenos Aires. En la provincia de Santa Fe cursó sus estudios iniciales, y más tarde ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes, donde absorbió los detalles del oficio sin perder de vista sus raíces andinas.
En sus propias palabras, escritas en una carta de 1929 a José Carlos Mariátegui: "Nuestros pueblos carecen de una conciencia americana, y la realidad va demostrando que el no poseerla significa la ruina".

A lo largo de su carrera, Buitrago construyó una iconografía americana, identitaria. Ilustró libros como "Los cantores tradicionales de Tucumán" de Juan Antonio Carrizo, y adoptó como temas pictóricos a la "Puna", el "Pastor", el "Labrador", sin obviar su arraigada vocación religiosa.
Obras como "San Martín de Tours", "Santa Juana de Arco", "El ciego salvado" o "Templo de Tiahuanacu" lo muestran como un integrador de lo devocional con lo telúrico.
Según el Portal Arte de la Argentina, "Buitrago pintó inicialmente con un criterio verista, tipos y paisajes de su tierra en obras animadas por un espíritu de comunicativa dramaticidad".
Pero su evolución artística lo llevó a una síntesis formal más abstracta y simbólica: "Con las tendencias modernas, gravitó hacia la simplificación geometrizante de las formas y de la composición".
Para Inocencio Garzón, la obra de Buitrago "revela a través del cuadro, de la materia pictórica, su interpretación de la realidad".
El gesto pictórico está subordinado a una búsqueda espiritual: "Con un generoso registro cromático, compuso una paleta en la que no ahorra materia para resolver, con técnica segura y toque preciso, paisajes en los que la luz -siempre la luz- asume un rol protagónico".
No es una luz cualquiera, es iluminación interior. "Son obras que transmiten una vibración casi religiosa, un orden y una claridad en el lenguaje que nos invitan a penetrar más allá de la superficie del plano", agrega Garzón.
Y concluye con una frase que hoy, a 120 años de su nacimiento, resuena con fuerza: "Evocar al pintor desde el presente, oteando con la mirada en su pasado, es lo que lleva a reconocerlo".

En 1950, el óleo sobre madera "Pastora" le valió el Primer Premio Adquisición del V Salón Municipal de Otoño de Artes Plásticas. De hecho, hoy forma parte del acervo del Museo Sívori de Buenos Aires.
Buitrago también fue un maestro. "Valorizar su labor docente y creativa nos lleva a experimentar su pintura como pálpito de vida, como actividad vital y esencial. Como la sumatoria de hombre y naturaleza, existencia y trascendencia", escribió nuevamente Inocencio Garzón.
Su obra religiosa se encuentra dispersa en iglesias de todo el país: Jujuy, Mendoza, Tucumán, Río Negro, Santa Fe, Paraná y Santiago del Estero.
En Buenos Aires, sus vitrales y murales pueden verse en la capilla del Cementerio de la Chacarita, el Colegio Belgrano, la Capilla de los Monjes Benedictinos y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina.
En 1990 donó doce pinturas a la capilla de Santa Rita del barrio Los Perales en la capital jujeña. Y en 1992, el Arzobispo de Buenos Aires le otorgó el Premio "Estrada" por su notable aporte al arte sacro nacional.

Desde su temprana correspondencia con Mariátegui, Buitrago se pensó y proyectó a sí mismo como parte de un proyecto cultural continental.
"El acercamiento de estos pueblos, por medio del conocimiento y la comprensión de sí mismos, sería un enorme paso favorable. Creemos que a la juventud corresponde esta misión, y sobre todo a los artistas", escribió en 1929.
Allí vislumbraba ya lo que vendría después: una vida dedicada a tender puentes entre lo popular y lo sagrado, entre lo andino y lo universal, entre la materia y el espíritu.
"Buscó lo fundamental, y bajo la aparente sencillez de sus planteos plásticos, se oculta un razonador profundo y de no poca sabiduría pictórica", señaló Garzón. Murió en Buenos Aires en el año 2000, a los 95 años, luego de una larga enfermedad. Fue un pensador visual que buscó, con cada trazo, construir una estética americana.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.