Cuando las autoridades del Museo Rosa Galisteo habilitaron una oficina del primer piso para la entrevista, Kevin Caillet Bois evocó un momento de su niñez: él mismo, correteando en ese lugar, mientras su papá ordenaba papeles.

Kevin, que hoy vive en Mendoza, recordó junto a El Litoral momentos de su niñez junto al primer director del museo Rosa Galisteo. Archivos, cartas y sonetos que muestran la dimensión cotidiana de un pionero de la vida cultural.

Cuando las autoridades del Museo Rosa Galisteo habilitaron una oficina del primer piso para la entrevista, Kevin Caillet Bois evocó un momento de su niñez: él mismo, correteando en ese lugar, mientras su papá ordenaba papeles.
Kevin, que vive en Mendoza desde hace varias décadas, estuvo en Santa Fe en el marco de la selección de artistas que lleva el nombre de su padre, Horacio Caillet Bois, gestor cultural y primer director del museo.
Durante su visita, accedió a charlar un rato largo con El Litoral. La conversación, íntima y reveladora, le permitió recordar la figura multifacética de su progenitor, alguien fundamental en la historia de la cultura de la región.

"Mi papá tenía una inclinación por despertar en la gente joven el gusto y la apreciación de las bellas artes", comenzó Kevin. Precisamente, Horacio promovía la pintura, el grabado y la escultura, pero también la música y la danza. Su convicción era que el arte debía formar parte de la vida cotidiana.
Kevin recordó cómo su padre combinaba vocación docente y pasión por la cultura. "Era profesor de literatura, disfrutaba enseñar porque podía inducir a los chicos al conocimiento de cosas espirituales y culturales".
El hogar de los Caillet Bois estaba marcado por ese mismo espíritu. "Prácticamente su casa era el museo. Iba a casa a almorzar, dormía una siestita y volvía hasta la noche, pero siempre estaba rodeado de amigos, artistas, músicos. Incluso los domingos, después de misa, había tertulias en la puerta de la catedral", relató Kevin.

Horacio dejó marca en las artes plásticas, pero su visión abarcaba otras disciplinas. Según Kevin, promovió la creación de la Escuela Superior de Música y Canto de la UNL y fomentó la llegada de músicos de renombre a la ciudad.
"Él entendía que la música, los concursos literarios y los conciertos eran esenciales para la ciudadanía, incluso sin ser músico profesional", explicó.
Entre sus recuerdos, Kevin destacó la vitalidad del Rosa Galisteo. "Era un lugar muy vivo, con exposiciones, conciertos, conferencias. Hubo pianistas internacionales, recitales, todo organizado por mi padre".
Además, evocó con emoción los vínculos de su padre con artistas y gestores culturales de la ciudad. "Trabajó codo a codo con figuras como Washington Castro y Carlos Guastavino. Su aporte fue multidisciplinario: pintura, música, literatura. Su huella está en toda la vida cultural de Santa Fe" .

Kevin trajo a colación detalles de la infancia que ilustran la dedicación de Horacio. "Me fascinaban las cartas que llegaban de Europa. Yo pegaba las postales en un álbum, aunque no entendía mucho. Eso despertó mi curiosidad por la estética y el arte".
Sobre la influencia familiar en su formación, confesó que su papá era metódico, "pero también nos llevaba a apreciar la cultura. Era una figura imponente, pero cercana. Su vida familiar y profesional se entrelazaban en un propósito: acercar el arte a la gente".

"Ahora que reviso sus documentos, me doy cuenta de que Horacio fue el autor cultural más importante que ha habido en Santa Fe. Creó escuelas, promovió concursos literarios y musicales, y vinculó a la ciudad con artistas de todo el mundo", afirmó.
Kevin también destacó la importancia del archivo y la preservación de los textos y objetos personales. "Hay sonetos inéditos, notas, correspondencia. Quiero entregarlo todo al museo para que la gente conozca la magnitud de su trabajo".

El hijo de Horacio cerró con un mensaje alentador. "Santa Fe ocupa hoy un lugar importante en la cultura argentina, y mi padre fue un impulsor de eso. Trascendió la pintura; su aporte fue integral".
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