"Me cuesta pintar, y me cuesta trabajo en el sentido de que estoy ante el lienzo blanco y no sé qué hacer con él". A 95 años del nacimiento de Lilia Carrillo (1930-1974), el Museo del Palacio de Bellas Artes de México revisita su figura.

Nacida hace 95 años, fue parte de una generación que buscó nuevas libertades estéticas en su país. En su obra se conjugan abstracción, denuncia y una sensibilidad que es muy contemporánea pese a su temprana muerte en 1974.

"Me cuesta pintar, y me cuesta trabajo en el sentido de que estoy ante el lienzo blanco y no sé qué hacer con él". A 95 años del nacimiento de Lilia Carrillo (1930-1974), el Museo del Palacio de Bellas Artes de México revisita su figura.
Lo hace a través de una exposición que se sostiene en un eje principal: restituir la intensidad de una artista que encontró en la abstracción un lenguaje para expresar lo invisible.
Desde su apertura en septiembre pasado, la muestra titulada "Lilia Carrillo. Todo es sugerente" permite recorrer más de 20 años de creación que, aún cuando se vieron truncados por la muerte temprana de la artista, alcanzaron una plenitud inusual.
Es que, en total, son más de 100 obras (entre óleos, collages, litografías y dibujos) que demuestran su tránsito del realismo académico hacia una pintura de carácter interior, donde la forma se vuelve una huella del pensamiento.
Descrita como "informalista, Carrillo expresó las tendencias que surgieron del diálogo con las corrientes no figurativas que se expandieron tanto en América Latina como en Europa durante la segunda mitad del siglo XX.
A pesar de ese intercambio heterogéneo, alcanzó una voz singular. Como pocos artistas de su generación, fue capaz de reconciliar abstracción y figuración en una síntesis personal, a la vez evocativa y profunda.

Lilia nació en la Ciudad de México el 2 de noviembre de 1930. A los 17 años ingresó a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda", donde fue alumna de Manuel Rodríguez Lozano, Agustín Lazo y Pablo O’Higgins.
Su formación fue clásica, pero pronto comenzó a desviarse del camino dictado por lo académico. Impulsada por Juan Soriano, viajó a París en la década del 50 y continuó su formación en la Academia de la Grande Chaumière, donde entró en contacto con las vanguardias europeas.
El contacto con el cubismo, el surrealismo y el informalismo abstracto la llevó a entregarse a otras variantes dentro de la pintura. En 1954 realizó sus primeras exposiciones en Francia (en la Maison du Mexique y en la colectiva Artistas Extranjeros en Francia) y poco después regresó a México.

A partir de ese momento, su estilo se apartó de los lenguajes geométricos y se adentró en una zona de ambigüedad expresiva. Obras como "Tormenta de fuego", "Encuentro" o "Esencia 1" dan cuenta de esa transición.
Una vez que formalizó su regreso a México, Carrillo se integró a la llamada Generación de La Ruptura, un grupo de artistas que desafiaron el dominio de la Escuela Mexicana de Pintura y su modelo nacionalista.
Esa vertiente, surgida después de la Revolución Mexicana y paralela al muralismo, intentaba generar conciencia social sobre la identidad mexicana a través de temas populares y míticos. Carrillo fue hacia otro lado.

Junto a Manuel Felguérez, Vicente Rojo y Roger von Gunten, fundó el Salón Independiente, un espacio autogestionado que impulsó nuevas formas de libertad creativa y crítica frente al centralismo cultural.
La pintura de Carrillo no implicó nunca eludir el contexto. Desde la abstracción, incorporó temas de su tiempo: la contaminación, el caos urbano, la amenaza ecológica. A modo de ejemplo, el mural "La ciudad desbordada, contaminación del aire", presentado en la Expo Osaka 1970.
Allí, la artista hizo de la no figuración una forma de denuncia: una visión del desborde moderno, la asfixia de las ciudades, del aire que deja de ser invisible para volverse "materia".

Su trabajo se abrió a otras disciplinas: fue escenógrafa, vestuarista e ilustradora, colaboró con el teatro experimental de Alejandro Jodorowsky y participó en numerosas exposiciones internacionales.
En 1951, una caída desde un andamio selló su destino. Dos décadas más tarde, aquella lesión derivó en un aneurisma medular que la obligó a largas hospitalizaciones. Aun así, siguió pintando.
Su obra de los últimos años (reunida en la sección "Últimas obras de la muestra") es la más conmovedora: un conjunto de piezas donde la materia se vuelve leve, espiritual. Allí figuran "Elixir para una frustración de amor" o "Inconclusa".

Jaime Moreno Villarreal escribió sobre ella: "Posó una mano sobre el escote con un gesto recatado que era también de afirmación, como si dijera simplemente: yo".
Y añadió: "Quienes la conocieron recuerdan sus ojos grandes, expresivos, y después su silencio. La pintura de Lilia se centraba en ese silencio: las figuras son sustituidas por manchas, destellos, pausas. El lenguaje callado se vuelve forma".
Esa concepción atraviesa toda su producción. Desde la década del 60, su abstracción se convirtió en una manera de pensar el cuerpo y la conciencia. Pintar era, para ella, una forma de resistencia frente al "ruido" del mundo.
El periodista y gestor cultural Gerardo Ochoa Sandy, sostiene que Carrillo no fue una figura marginal ni un caso aislado dentro de la pintura mexicana de su tiempo.
"No fue una pintora marginada en la plástica de México ni dentro de La Ruptura, sino una artista que, como ilustra esta exposición, experimentó desde sus inicios su faceta figurativa, aunque varios de los dibujos muestran que ya estaba en busca de su propia ruptura ante las convenciones", señala.
Y añade que Carrillo "se distingue de sus contemporáneos. La presencia de la figura humana continuó como una constante reformulada dentro de su aventura abstracta. Interesada y atenta al entorno político y social, lo incorporó a su plástica, distante de activismos o militancias".
Lilia Carrillo murió en 1974, a los 43 años. Dejó una obra breve pero decisiva para pensar el arte mexicano en particular y latinoamericano en general. En ella, la abstracción se volvió una forma de introspección y también de lucidez. A 95 años de su nacimiento, su pintura sigue interrogando.