En mayo de 1979, al cumplirse cien años del nacimiento de Cesáreo Bernaldo de Quirós, el Museo Provincial Rosa Galisteo de Rodríguez le rindió un emotivo homenaje.

El pintor nacido en Gualeguay, transformó la vida rural en arte universal y dejó marcas en la historia argentina. Su estrecho vínculo con la ciudad de Santa Fe.

En mayo de 1979, al cumplirse cien años del nacimiento de Cesáreo Bernaldo de Quirós, el Museo Provincial Rosa Galisteo de Rodríguez le rindió un emotivo homenaje.
Allí, su sobrino carnal, Julio Bernaldo de Quirós, ofreció una charla titulada "Quirós en familia". La entonces directora del museo, Nydia Pereyra Salva de Impini, expresó que el artista "vivió al servicio del arte animado por un magnífico ideal de belleza".

Y destacó que "nuestro museo tuvo el honor de ser custodio de sus obras por propia elección de Quirós". No fue casual que ese espacio fuera elegido para celebrar su legado.
Nacido en Gualeguay el 27 de mayo de 1879, Entre Ríos, Quirós tuvo una infancia atravesada por la naturaleza y el paisaje rural, claves en su futura obra. Su padre, español, quedó a cargo de ocho hijos y once sobrinos tras enviudar en 1895. Fue él quien decidió enviar a Cesáreo a Buenos Aires.

En la capital argentina, el joven ingresó a los círculos artísticos de La Colmena y la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, y se formó con el pintor valenciano Vicente Nicolau Cotanda.
Allí comenzó un recorrido que lo llevó a obtener premios como el Premio Roma en 1899 y una medalla de honor en la Bienal de Venecia de 1901 por "La vuelta de la pesca". En Italia, sorteó penurias económicas pintando por encargo para otros artistas y estrechó lazos con figuras como Gabriele D’Annunzio y Máximo Gorki.

También vivió una historia de amor con María, madre de sus hijos y musa en obras como "Mi familia" (1911), conservada en el Museo de Bellas Artes de Río de Janeiro.
Tras alcanzar reconocimiento internacional y el Gran Premio de Honor en la Exposición del Centenario de 1910, Quirós abandonó los salones porteños y regresó a su tierra para emprender una serie monumental: "Los gauchos".

Aislado en el interior entrerriano entre los años 1916 y 1926, observó y retrató la vida rural con un realismo profundo y una mirada casi etnográfica.
"Si bien abordó desde el paisaje hasta la naturaleza muerta, en el conjunto de su obra se destacan especialmente aquellas pinturas dedicadas a gauchos y otros personajes identificados con la vida rural y la historia argentinas, en especial la época de las montoneras", escribió Marta Penhos.

Y añadió: "Quirós se retiró al interior de Entre Ríos, donde estudió minuciosamente a los hombres y mujeres que trabajaban y frecuentaban el lugar, materia prima a partir de la cual realizó la serie de Los gauchos, presentada en una gran exposición en Amigos del Arte (1927)".
El vínculo entre Quirós y Santa Fe es interesante. Su primera gran exposición en el Museo Rosa Galisteo fue en 1937, donde recibió el Gran Premio de Honor y Medalla de Oro. En 1945, la ciudad volvió a recibir su serie "Los gauchos".

En una columna publicada en El Litoral el 23 de mayo de 1937, Horacio Caillet Bois expresó: "Quirós es, sin duda alguna, la más auténtica expresión universal del arte de los argentinos".
"Su obra, que podríamos definir de colosal sin temor a la latitud del término, tiene esa raíz profunda en el pasado y esa fuerza de proyección hacia lo porvenir, que sitúa a un artista en todos los lindes de la tierra".

"Su acento nacional y cosmopolita a la vez, como las corrientes encontradas de nuestra sangre indoeuropea; la vaguedad y la síntesis expresiva de su estilo, correspondientes en su pintura a las mismas inquietudes que se observan en nuestro profundo despertar como nación".
"Su dominio 'en grande' de los temas plásticos y la sabia arquitectura de sus cantos en color dan a su plástica el sello y el carácter que la hacen representativa de un instante de transición".

El viernes 11 de junio de 1937, el propio Quirós ofreció una conferencia en el Rosa Galisteo. Allí compartió una mirada sobre su evolución artística y el rol de la pintura argentina.
Aseguró que su caso era el caso de la pintura argentina, ya que él, como sus colegas de arte, habían sufrido las mismas contingencias artísticas que derivan de un problema fundamental de cultura y tradición.

Analizó las expresiones plásticas de su primera época como pintor hallando en la pintura de Velázquez, Goya y Sorolla las influencias determinantes que le quitan espontaneidad.
Se apoyó en su segundo periodo, el de los gauchos, que ya anuncia una nueva orientación, si bien refleja todavía, en los problemas que se plantea, la influencia de Velázquez y de Rembrandt.

Con la ayuda de proyecciones luminosas pasó revista ante el público de las mejores piezas que integran esta serie y las analizó en sus virtudes y en que él llamó sus defectos.
"Estos defectos -según publicó El Litoral el 12 de junio de 1937- radican, especialmente, en que todavía el asunto domina sobre los problemas fundamentales de la pintura que son los únicos que, a juicio de Quirós, deben preocupar al pintor".

Por último, Quirós habló en esa oportunidad de sus nuevos intentos de una expresión plástica y simbólica de los ríos, las llanuras y las montañas del país, "realizada dentro del impresionismo pero con mayor solidez".
Desde Santa Fe, pasando por Buenos Aires, Roma, Venecia y Nueva York, la obra de Quirós representa un diálogo entre lo local y lo universal.

En 1967, la provincia de Entre Ríos le otorgó su máxima distinción. Y aunque sus últimos años los pasó en calma, junto a Loló, con quien se casó en 1960, su trabajo sobrevive.
La presencia de Quirós en el Museo Rosa Galisteo y en la memoria santafesina es una afirmación del arte como vehículo de identidad.
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