"Para mí, una obra de arte debe ser una interpretación elevada de la naturaleza. La búsqueda de lo ideal ha sido el propósito de mi vida. En el paisaje o el marino, amo por encima de todo el motivo poético".

La pintura está basada en un episodio bíblico y muestra a Adán y Eva llorando la muerte de Abel. Combina simbolismo religioso, clasicismo y tragedia personal.

"Para mí, una obra de arte debe ser una interpretación elevada de la naturaleza. La búsqueda de lo ideal ha sido el propósito de mi vida. En el paisaje o el marino, amo por encima de todo el motivo poético".
El 19 de agosto del año 1905 falleció en La Rochelle, la que fuera su ciudad natal, William-Adolphe Bouguereau, uno de los artistas más influyentes, pero también polémicos del siglo XIX.
Formado primero en la École des Beaux-Arts de Burdeos y luego en París, fue un trabajador aplicado, que hizo del academicismo un lenguaje de precisión y lirismo. Sus logros tempranos lo catapultaron al Premio de Roma. Se sumergió entonces en la obra de los maestros del Renacimiento, cuyas huellas lo acompañarían de por vida.
Al volver a París, expuso en los salones más cotizados y se ganó al público con retratos y ciclos decorativos. En 1855 obtuvo la segunda medalla en la Exposición Universal de París, reconocimiento que le ayudó en su carrera.

Poco después, Napoleón III lo convocó para retratarse a sí mismo y a la emperatriz. Fue nombrado Caballero de la Legión de Honor. Sin embargo, con la irrupción del impresionismo, su prestigio comenzó a decaer.
Los críticos marcaron esta tensión. Miguel Calvo Santos escribió que "su estilo es naturalista, auto-complaciente, casi onanista. Bouguereau demuestra continuamente su evidente dominio de las técnicas pictóricas academicistas (y también de las claves sociales de la hipocresía burguesa)".
"Bouguereau pinta lo que el burgués quiere mirar: mujeres desnudas (a veces también hombres), que disfrazadas como escenas mitológicas, suben tanto la inteligencia como la libido".
No obstante, su aporte al arte decimonónico es indiscutible. Como sostienen Tomás Fernández y Elena Tamaro: "Su considerable obra era característicamente académica: técnica depurada para los numerosos bocetos previos, buen acabado, colorido variado y temática narrativa y sentimental desde una perspectiva clásica".

En el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, una de las obras más admiradas por el público es "El primer duelo", pintada en 1888. El óleo sobre tela muestra a Adán y Eva junto al cuerpo sin vida de su hijo Abel, asesinado por Caín.
La escena, considerada la primera muerte humana según la tradición bíblica, contiene el drama de la existencia: la pérdida, el dolor y la violencia fundante de la historia. El título, en español, se mantiene fiel a la inscripción que figura en el museo porteño, aunque algunos especialistas también lo llamaron "El despertar de la tristeza".
La pintura está atravesada por la biografía del propio Bouguereau, quien había sufrido la pérdida de su segundo hijo poco antes de concebir la obra.

La historiadora del arte María I. Baldasarre subraya la monumentalidad y el trasfondo clásico de la composición. "El primer duelo, temática cara al siglo XIX ya que permitía el despliegue de los cuerpos dolientes en este significativo drama vinculado a la historia bíblica, fue una empresa de largo aliento para Bouguereau", asegura.
La lectura de Baldasarre también señala que "el foco mayor de pesar, el rostro de la madre llorosa, está también velado, al ser cubierto por las manos. El manejo de las carnaciones alude asimismo a la tradición clásica: el hombre más moreno, la mujer más clara, casi marfileña", sostiene.
"El cuerpo del muerto es bello, con una belleza idealizada que omite cualquier signo de la violencia perpetrada por Caín. El drama está evocado por la mancha de sangre sobre el suelo", indica después.

"En el fondo, el altar con la ofrenda humeante realizada por Abel. El humo se mezcla con las nubes de un cielo tormentoso dando cuenta del origen del episodio y su trágico desenlace", finaliza.
"El primer duelo" fue presentado junto con Baigneuse en el Salón de París de 1888, donde Bouguereau aún sostenía su prestigio como maestro del academicismo. La monumentalidad de la obra, su carga simbólica y la tensión contenida la convirtieron en una de las piezas más recordadas de su producción tardía.
Su presencia en Buenos Aires, en el Museo Nacional de Bellas Artes, la volvió parte del imaginario local: cada año, miles de visitantes se detienen ante el silencio contenido de Adán y Eva.
Incluso su influencia se proyectó en soportes inesperados: el cuadro fue incluido en el Fotodrama de la Creación (1914), pionera del cine sonoro dirigida por Charles Taze Russell.

"¡Hay que buscar la belleza y la verdad! Como siempre les digo a mis alumnos, hay que trabajar hasta el final. Solo existe un tipo de pintura: aquella que ofrece al ojo la perfección, esa clase de esmalte bello e impecable que se encuentra en Veronés y en Tiziano", afirmó una vez el pintor.
A 120 años de muerte, su obra queda como un registro claro de esa forma de concebir el mundo y el arte.
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