Por su cercanía con el centro, hace 45 años estas tierras fueron las elegidas por un grupo de personas dedicadas al cirujeo que echaron raíces. Con apoyo de entidades de bien público, hoy Villa Oculta pugna por progresar.

Si bien no figura en el mapa catastral de Santa Fe, las trescientas familias que habitan sus calles luchan por urbanizar el barrio.

Por su cercanía con el centro, hace 45 años estas tierras fueron las elegidas por un grupo de personas dedicadas al cirujeo que echaron raíces. Con apoyo de entidades de bien público, hoy Villa Oculta pugna por progresar.
En el borde. Ahí viven las 300 familias que habitan Villa Oculta: la estrecha lonja de terreno que bordea el límite centro-oeste de la ciudad que nació como villa y hoy lucha por constituirse en barrio. Su nombre encierra el mayor estigma: alude al sector oculto tras la vía, más allá del puente férreo de Naciones Unidas y Salvador Caputto que oficia de entrada. Por su cercanía con el centro, hace 45 años estas tierras fueron las elegidas por un grupo de personas dedicadas al cirujeo que echaron raíces y levantaron sus ranchos. El recuerdo dista mucho de la imagen actual: con casas de materiales y cada vez más servicios, hoy las familias pugnan por progresar.
En sus inicios, la necesidad atrajo la mirada de entidades de bien público que se abocaron a acompañar a las familias y hoy marcan el pulso de crecimiento del barrio.
Hace sólo tres años que las calles tienen nombre: el que eligieron los vecinos para la arteria central, la “Avenida Padre Atilio Rosso”, habla del protagonismo del Movimiento Los Sin Techo en la vida diaria de sus habitantes (ver “El desarrollo de Los Sin Techo”). Cuando Graciela Underner llegó a Villa Oculta, el paisaje de bañado se confundía con el de basural: “No había casas, sólo basura y ranchos de chapa. Había un pozo inmenso donde la gente sacaba agua con una manguerita. El cambio en el paisaje fue provocado por el Movimiento Los Sin Techo”.
Graciela no forma parte de esa entidad; es voluntaria de la Casa Padre Catena que también brinda contención a los vecinos. Bajo ese techo “siempre procuramos no dar, no asistir, sino acompañar el crecimiento de los nenes, desde muy chiquitos y hasta los 20 años”.
Salir adelante
En las paredes de la Casita Padre Catena, como le dicen los vecinos, se brindan talleres y todo tipo de actividades culturales y deportivas. Es un brazo de la parroquia Cristo Obrero ubicada en el barrio vecino, Villa del Parque.
En su cocina, de lunes a viernes, un grupo de mamás prepara viandas para compartir en casa, en familia. Inés Mancilla es una de las 11 voluntarias que hacen desayuno y almuerzo, en forma gratuita: lo único que recibe a cambio es una vianda para llevar a casa como los demás. “Me trajo una compañera y me refugié acá. Empecé a colaborar y me quedé porque lo que brindan a la gente es muy lindo”, cuenta con timidez. A su lado está Virginia Cruz, asistente social y voluntaria desde hace 13 años en “la casita”. Nadie le pregunta, pero ella aclara que “al contrario de lo que piensa la gente, nunca me pasó nada”. Al principio llegaba en bicicleta, hoy su automóvil blanco se mezcla entre los carros, los caballos y el paisaje. Su voz confirma lo que indica la mirada: “Acá las necesidades materiales son muchas, pero la mayor es la identitaria: la urbanización, la identificación de Villa Oculta como barrio de la ciudad. Fueron los vecinos quienes propusieron nombrar las calles porque necesitan esa referencia de localización. Más allá del nombre, es marcar donde uno vive, el domicilio”.
Sin saberlo, Graciela Underner coincide con su compañera. Al recordar los comienzos de la Casa Padre Catena, sostiene que “Villa Oculta no era lo que es hoy, ha tenido un buen desarrollo. Llegamos pensando que todos los seres humanos merecen la posibilidad de aprender y desarrollar sus capacidades para poder insertarse en lo laboral y en lo familiar, para insertarse en definitva a la sociedad. Villa Oculta parece estar tapadito, fuera del contexto social, pero los vecinos se procuran que el barrio sea conocido, trabajan para que los chicos puedan salir de atrás de la vía”.
Todo indica que, poco a poco, lo están logrando.
En cifras 280 chicos de entre 4 y 12 años, y 80 bebés y sus mamás participan de las diferentes actividades de la Casa Padre Catena y reciben una vianda de comida para compartir en su casa, en familia. La entidad estima que en esta zona viven unas 300 familias, con un promedio de 6 integrantes por grupo familiar.
Para saber Servicios. Los vecinos de Villa Oculta cuentan con alumbrado público, agua potable y energía eléctrica. En su mayoría, gracias a la gestión del Movimiento Los Sin Techo, que todavía pugna por conseguir más servicios para el barrio. Sólo las viviendas entregadas recientemente por el Movimiento, en Pasaje Borges y Aguado, no tienen agua potable todavía. Transporte público. Ninguna línea llega a Villa Oculta. No hay escuela ni comisaría, ninguna calle es de asfalto. Espacios verdes. Hay una sola plaza y una cancha de fútbol creadas por Los Sin Techo. Centros de Salud. El único es el Centro de Salud de Los Sin Techo con atención primaria a la salud; pediatría y ginecología y dos promotores comunitarios que caminan las calles repartiendo leche y medicamentos.
Staff: Textos y entrevistas: Florencia Arri y María Víttori Fotos: Flavio Raina Cámara: Juan Manuel Víttori Chofer: Mario Hereñú