Emerio Agretti
Salvo contadas excepciones, las internas abiertas poco han aportado en su condición de tales, en el sentido de contribuir a la confección de las listas de candidatos de cada partido.
En sobrecompensación, sí llevaron al extremo su función colateral: la de servir como un “testeo” de los posibles resultados de octubre, habilitar lecturas sobre el ánimo y la disposición del electorado, hacer brillar u opacar nuevas y viejas estrellas del firmamento político, y servir como insumo para las estrategias de campaña de los contendientes en los comicios generales. En los próximos días, se cruzarán miradas torvas y cómplices, tendrán lugar intentos de seducción y pases de factura, adhesiones atropelladas y preparativos de fugas subrepticias.
Pero esto forma parte de los intereses y tácticas de los partidos. Lo que más interesa a la ciudadanía -que volverá a pronunciarse, esta vez de forma definitiva, de acuerdo con la oferta ya decantada con la que se encuentre en las generales- es qué hará el gobierno en el interín, y sobre la base del cacareado “mensaje de las urnas”.
¿Buscará tomar medidas efectivas para corregir los principales problemas que la sociedad advierte y por los que seguramente reclama con el “voto castigo”? ¿Derrochará medidas demagógicas y aparato propagandístico? ¿Profundizará los términos del “modelo” -sean cuales fueren, llegado el caso- y dejará que los votantes “se hagan cargo”, como insinuó la propia Cristina?
El gobierno leyó a su manera los resultados electorales. ¿Cuál será el mensaje que elegirá devolver a los votantes?




