Manos a la obra. En este Centro todos colaboran. A los voluntarios puede vérselos limpiando, cocinando, sirviendo comida o atendiendo las consultas de los vecinos.
La voluntad de un pequeño grupo de personas puede mover montañas. Ayudar a cientos de pequeños y ancianos es la premisa fundamental del Centro Comunitario de barrio Piquete Las Flores.
Manos a la obra. En este Centro todos colaboran. A los voluntarios puede vérselos limpiando, cocinando, sirviendo comida o atendiendo las consultas de los vecinos.
Son las 11 de la mañana y, poco a poco, varios grupitos de chicos y ancianos se acercan al Centro Comunitario Corazón de Jesús a buscar un plato de comida caliente. Esta institución, que hoy cumple un papel esencial dentro del barrio, comenzó muy modestamente, sostenida sólo por el deseo de un conjunto de personas de hacer algo por el prójimo.
Dora Toledo es la presidenta del Centro Comunitario. Ella recuerda que todo comenzó en mayo de 1998 bajo el cobijo de las instalaciones del antiguo Club de Piquete Las Flores.
Con los años y por motivos de fuerza mayor debieron abandonar el lugar, aunque jamás sus ganas de trabajar.
Fue así que montaron una media sombra en la casa de quien hoy es coordinador del Centro y desde esa humilde “carpita” siguieron brindando comida y contención a los vecinos necesitados del barrio.
“Luego, como cada vez eran más las personas que pedían nuestra ayuda, tuvimos que expandirnos. El coordinador decidió ceder la mitad del terreno de su hogar y yo la mitad de un terreno mío y construimos esta institución que en la que hoy funcionamos”, recuerda Dora.
No fue sencillo. “De a poquito y con la ayuda constante de comercios y vecinos hemos levantado este espacio que hoy le da de comer a 400 chicos en dos turnos. Trabajamos de 7 de la mañana a 7 de la tarde, siempre tratando de cubrir todas las necesidades posibles”, explica.
“Se brinda un servicio de almuerzo, la copa de leche, clases de apoyo y educación física a adultos mayores y niños, no sólo del barrio sino de toda esta zona. También les damos vianditas a los chicos que tienen hermanitos o familiares que por estudio o trabajo no pueden acercarse al centro”, cuenta Dora.
Pero un plato de comida caliente lamentablemente no alcanza, y menos en esta época del año en la cual comienzan los primeros fríos. “Esta semana hemos recibido ropa gracias a un aporte de Cáritas de barrio Santa Rosa de Lima y se la hemos dado a los vecinos. Es algo que falta mucho: abrigo y calzados para el invierno”, explica.
Hombro con hombro
El centro se mantiene en pie gracias a sus colaboradores, varios comercios y los mismos vecinos de la zona. Además recibe un aporte del PNUD y una ayuda económica de la Provincia y la Municipalidad.
“La verdad es que no nos podemos quejar de las autoridades porque siempre han atendido nuestros pedidos. Ahora, estamos esperando el zanjeo, que es muy necesario en esta zona. Pero también es cierto que la Municipalidad nos dio una mano muy grande con la construcción de la cancha. El playón 39 es uno de nuestros fuertes porque allí los chicos pasan sus horas, se hacen festivales, se realizan las clases de educación física y de baile”, explica Dora.
Mirando al futuro
Si hay algo que no existe en este centro es la idea de sentarse en los laureles. La realidad económica y la voluntad constante de colaborar hacen que siempre se estén proyectando nuevas metas.
En este momento, se están gestionando clases de tango y folclore, algo que Dora considera como “creativo y cultural para los niños” y también un centro de alfabetización para los abuelos que tienen el deseo de aprender a leer.
“Los chiquitos y los abuelos también nos están pidiendo la cena, pero no damos abasto. Ya no tenemos solvencia para hacer frente a la necesidad de tanta gente”, lamenta Dora. “Lo que lastima es no poder cubrir todas las necesidades de los abuelitos. Pero al menos ellos vienen y saben que tienen su platito de comida y no saben cómo agradecerlo. En este momento, tenemos unos 15 abuelitos y también hay vianda para ellos”, agrega.
¿De dónde saca fuerzas esta mujer? “Le debo todo al Sagrado Corazón de Jesús. Siempre le pido a Jesús que no me falte comida para toda esta gente. A veces, tengo más chicos que alimentos, te soy sincera, pero la seguimos peleando”, concluye Dora.
Comida calórica. En diferentes turnos, 400 chiquitos se alimentan de lunes a viernes en este Centro. Cuando Crónicas de Barrio los visitó disfrutaban de un delicioso plato de polenta durante una de estas frías jornadas.
Un clásico de los mediodías. Cerca de 15 abuelos disfrutan todos los días de un plato de comida en esta institución. “Ya nos conocemos todos y nos hemos vuelto amigos”, comentan entre bromas y risas.
El dato Qué se necesita Quienes deseen ayudar a este Centro Comunitario, pueden acercarse a su sede, en J.P. López 4230 o comunicarse al teléfono 4889113. Toda ayuda es bienvenida. Sobre todo necesitan: ollas grandes, alimentos no perecederos, abrigo y calzado para niños y adultos, platos, tazas y cubiertos.