Ignacio Andrés Amarillo
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El sábado desde las 21, Cabezones hará su penúltimo show antes de que César Augusto Andino se someta a una necesaria operación, que le demandará una larga recuperación, y barajar y dar de nuevo. Por eso, prevén dos horas de viejos temas de siempre y los del último disco.
Participarán del show la banda revelación del under porteño Coralies, y el solista rosarino Martín Capra. Las anticipadas se consiguen en Tribus y en La Santa Tatoo (Irigoyen Freyre 2540).
Cambios
“A mí me gusta hacer cíclica la cosa”, responde Andino ante la pregunta sobre el fin de una etapa, de las varias que tuvo Cabezones. “Pero esta etapa es importante para mí, porque después de esto tengo la urgencia de operarme y salir un poco mejor físicamente después de tantos años dolorido y penando, y con mucho esfuerzo. Le quería dar un punto final para recuperarme lo mejor posible y ver si puedo volver a tocar o mi vida se dirige para otro lado.
Estoy muy feliz con todo lo que pasó con la banda, desde que empezó hasta hoy. Hace dos años, casi tres, que estamos tocando con los chicos de acá de Santa Fe, y le dio un empuje extra. No pensaba que a esta altura no pensaba que iba a pasar eso”.
—Se dio una química...
—Sí, pero no solamente acá, sino en todo el país: cada vez que nos subíamos a un escenario pasaba algo, y realmente me fue convenciendo de que era el momento para seguir. Después sucedió que tocábamos mucho y yo terminaba muy cansado, y es como una rueda: más dolorido, más calmante, más estar en la cama. Llega un momento en que tocaba viernes sábado y domingo, me recuperaba el miércoles, y ya me levantaba para ir de nuevo, y no tenía tiempo para hacer otra cosa. Primero soy papá y después soy músico.
Ser músico en la Argentina significa tocar en todos lados para que a fin de mes te rinda. Los chicos tienen otros trabajos también. Con esta formación, habremos tocado 140 shows, es una enormidad, cuatro o cinco por mes.
Éste es el punto final para mí, tenía que ser acá con la gente mía, mis amigos.
—Igual hay un punto final en Buenos Aires.
—Sí, el 21 en Vorterix es un show más “corporativo”, una despedida formal en un lugar lindo, con un marco de promoción diferente, se transmite por la radio. Esto es más íntimo, nos despedimos entre nosotros, los que nos conocemos, y es como un empujón anímico. Lo otro es porque tenemos que cerrar y que la gente se entere de que vamos a parar, y porque los chicos nunca habían tocado en el Teatro.
Mario (Pergolini) se portó muy bien, me mandó muchos saludos. Hice una nota con (Fabricio) Oberto en Vorterix Córdoba, y esa nota la pasaron mucho en Buenos Aires; y con el Twitter Mario tuvo unas palabras muy lindas. Siempre tuvimos buena onda.
Acá viene mucha gente de afuera: viene gente de Belle Ville, de San Francisco, la verdad es emocionante.
Mutaciones
—A la gente le gustó esta formación, vio una autenticidad.
—Creo que revalidó la banda. Siempre hubo buenos músicos tocando los temas, pero es muy difícil lograr una química entre los integrantes que vienen desde distintas partes y después con el público.
Eran músicos, otro espacio, pero esta banda se armó como banda, no como un solista y músicos.
La formación original tuvo personalidades muy fuertes: Pichu (Serniotti), el Ale (Collados), Gustavo (Martínez), se tornaron en un momento irremplazables. Pasó un tiempo, del 2006 al 2011, cuando me vine a vivir de nuevo a Santa Fe, que tocamos en lugares muy buenos pero la banda se iba desgastando.
Cuando vine acá lo primero que hice fue juntarme con Eugenio (Jauchen), que trajo a Damián (Gómez), y por decantación vino Marce (Porta), porque siempre tocó con ellos. Después empezamos a cambiar de bajista porque Marce trabajaba, pero siempre fueron chicos de acá los que nos ayudaron, como Agustín Ramo.
Nunca fui de ensayar dos años, tiene que salir bien pero no es la Novena Sinfonía. Hay que salir a tocar. Fue un proceso de que ellos fueron conociendo al público y en diferentes lugares: tocar en Neuquén y después en un Quilmes Rock con Evanescence.
—Mucho barro ese día...
—Mucho BArock (risas). Pero yo los vi a los pibes de la misma manera que en cualquier otro escenario.
—Eso se va aprendiendo, a vos te había pasado antes.
—Sí. Está bueno vivirlo: en el primer Quilmes Rock había que probar sonido a las 10 y los chicos estaban desde las 9. Yo caí como a la 1, y se largó a llover, la prueba no sirvió. Vivir la prueba, el camarín, donde nos encontramos con Alex de Maná, con Corvata, con Andrés Giménez, en eso fueron madurando muy rápido.
Eugenio, Marcelo y Damián tienen mucho escenario. Pero la idea era ver cómo reaccionaba adelante de la primera línea: ese show lo transmitió Vorterix, Pergolini me decía cuánta gente había entrado para vernos, eso te va cebando. Ellos respondieron perfecto, y la gente lo vio. Y cuando se bajan del escenario son tipos humildes, cero pose.
Son como la formación definitiva. Ahora se sumó Diego (Canastrelli), así que son como los Levitar con Cabezones.
—“Levizones”...
—Eso. Yo estoy feliz, me tranquiliza escuchar bien las canciones, que la pasen bien. Y dentro de ese marco surge esto, que tendría que haber hecho hace tres o cuatro años y lo fui posponiendo por diferentes motivos: primero no me sentía seguro, después había dos puntos de vista de los médicos, después tuve que acostumbrar la cabeza a verme de otra manera, porque es la opción que más secuelas me iba a dejar.
Cuando empezó el año me puse un punto final que era julio: invierno, siempre dicen que es mejor operarse en invierno. Fuimos avisando a la gente y me fui presionando con el afuera. Me fue ayudando mucha gente, amigo en San Francisco que me dan una mano con lo de la prótesis; chicos de acá también. Es una operación de varias personas: yo entro al quirófano solo pero hay varios que me dan el empujón final, conteniendo, y quieren que lo haga porque no me ven muy bien tampoco.
Aprendizajes
“Una vez hacíamos Rafaela y Santa Fe en colectivo, y Amiguito (Damián) llamó a los papás para que nos busquen porque yo no daba más. Agradezco estar en esta posición de nuevo, después de todo lo que pasó, del accidente, pero no mucho tiempo más puedo seguir así. Es muy difícil dejar, pero hay otras opciones en la vida. Yo hago esto hace 25 años, parece poco, pero es un montón”.
—Es la edad de varios que te van a ver.
—Cabezones debe tener 20, yo empecé siendo plomo de bandas que me gustaban, después las iba a ver, formé una banda, y vino Cabezones, y no paramos nunca más.
—Y todo se resume en el sábado...
—Va a tener la emoción de un Tecla2, media punky que había antes. Vamos a hacer un set largo. Estoy muy contento por cómo están tocando, cómo se ensambló Diego.
—Un músico interesante, muy técnico para tocar...
—Diego es muy prolijo. Amiguito era espectacular, era indetenible: te dabas vuelta y estaba tirando palos para todos lados, era otra cosa. Y Diego se atiene a lo que es la canción. Amiguito va tocando lo que el quiere, y está bien (risas), siempre fue así. Y Diego toca lo que la canción pide.
Aprendí a que en lugar de que ellos se acostumbren a lo que es la banda, yo acostumbrarme a la manera de tocar de ellos. Siempre pedí y pedí, y ahora estoy escuchando lo que me dan, me sorprenden y está buenísimo. En lugar de estar como un viejo cascarrabias, disfrutar y concentrarme en cantar, que gracias a Dios la gola está bien y puedo cantar las mismas canciones que hace 15 años.







