Graciela Prieto Rey


Graciela Prieto Rey
Hay dos pasajes en esta novela que me quedaron resonando en la lectura, el primero está en el principio y dice "Hay en la vida de un hombre un instante preciso que lo define. No es destino, se compone de reflexión y voluntad". De esa manera la historia abre la puerta y deja ver un hombre, Santos, y la ciudad oculta por la niebla; habrá que despejar esa niebla, internarse en ella, para llegar al corazón.
Podría arriesgar que estamos en presencia de una novela policial, si es que necesitamos tomar una posición antes de empezar a disfrutar, saber qué estamos por leer, y no tomar la lectura y dejarnos enredar en la trama, ingenuos e indefensos, solo por placer, ser un poco Santos atravesando la niebla, pero no, no me atrevo; me inclino por decir solo que, en mi opinión, estamos ante una novela que nos pone delante de actitudes conocidas de la sociedad, que duelen o, por lo menos esta vez, nos involucran. No podemos más que zambullirnos ahí.
La historia comienza con Santos caminando en la niebla hasta "donde la ciudad nace" y, desde ahí, el narrador nos lleva, como un avezado guía, por lugares claves que van construyendo, paso a paso, la trama en la que quedaremos atrapados sin darnos cuenta. Atravesando la niebla. Los lugares no son geográficos. Quizás en algún momento podemos parar la lectura para pensar adónde vamos, sabemos que hay un hilo que seguir para encontrar la punta, podemos sacar conjeturas adelantadas pero el narrador es un seductor y hay como una preferencia por dejarse llevar.
Volvemos al género de la novela y enumeramos: hay un periodista, un viejo policía retirado, amores traicionados, la muerte… , pero llegamos al bar de la japonesa y nos encontramos con los personajes de otra novela de este autor, una especie de agradable sorpresa nos envuelve, como cuando se encuentran viejos amigos, dejamos las conjeturas y otra vez estamos enredados en la historia, tomando un café con los Varela, y enterándonos de algunos detalles, que no conocíamos, de una novela anterior: Los ariscos. Y hasta el título de esa otra historia se queda en esta de alguna manera. Esto que ofrece Ulrich me remite a los universos literarios propios, como la obra de Juan José Saer. Pero además hay un narrador que en la ciudad, tras la niebla, dice verla como "a través de un vidrio esmerilado", una frase que remite directamente al cuento de Saer "Sombras sobre vidrio esmerilado". Este intertexto casi palimpsesto, además, sitúa: es el "ahora" el momento, pero el presente es un gran recuerdo.
Hay un buen motivo, un buen tema, una buena trama, un ritmo parejo y un estilo del narrador muy cuidadoso con el protagonista, que va transmitiendo su tensión, su vibración, en todo momento. Con la delicadeza que requiere la muerte como tema, desde el concepto Heideggeriano de que el ser humano no es alguien que muere, sino un ser para la muerte, que transita un camino hacia ella, y es ahí, en ese contexto, que resuena ese principio del instante preciso. Hay muerte en esta trama, contada casi sagradamente, ontológicamente. Y hay traición pero también fidelidad, amor. Todo está en el mismo lugar, mutan sus títulos, sus definiciones, pero no sus esencias, sus esencias se tocan, se pegan. Al principio dije que había dos pasajes de esta novela que me hicieron detener y reflexionar. El segundo dice:
"… la desazón es vacío, por la ausencia a la que es preciso habituarse, para no morir uno mismo…"
"… olvidar sería una segunda muerte, quizás la definitiva".
En ese habituarse hay un intento de recuperación a través de la memoria, una especie de resistencia a lo que se va disolviendo, un intento de traspasar los límites para conquistar ese espacio. Las palabras de Germán Ulrich en este pasaje de su novela, me llevaron a otro autor y un fragmento de otro libro: Milán Kundera en "El libro de la risa y el olvido", que cito: "… el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo…"
No es solitario el tema de la memoria y el olvido en la obra de Ulrich, sino más bien, como anoté antes, es parte, es tema de su universo literario. En obras como "En el Oeste" y "Otilia. Crónicas de dolor, rebeldía y lucha", se habla también de esa resistencia y conquista.
Dejé para el final el amor que es, para mí, el motor de esta historia, o la excusa para la historia. Lacan piensa que el duelo es como un agujero en lo real, en épocas actuales en las que los ritos son descalificados o con sociedades indiferentes a ellos, se produce una elaboración patológica de los duelos. ¿Puede darse, en este contexto, también una versión patológica del amor filial? Santos, frente a su padre, piensa que querer a ese cuerpo que ha sido abandonado por la razón es como querer a una cáscara cuyo fruto ya no tiene sustancia… entonces piensa en los viejos tiempos… y es en los viejos tiempos, en la memoria que no permite el olvido, en la memoria tenaz, donde se gesta y prevalece y se conserva el instante preciso.
"Orejano" se refiere a la persona huraña que rehúye el contacto con la gente. Es un sinónimo de "arisco", con este título Ulrich nos invita a seguir la historia, desde allá, desde "Los ariscos", hasta acá, en el mismo escenario geográfico, Santa Fe; los personajes pisan nuestras veredas antes o después que nosotros mismos. "El Orejano" es también una canción del poeta uruguayo Serafín García, cuyos versos en la voz de Cafrune nos orillan: "Soy chúcaro y libre, no sigo a caudiyos ni en leyes me atraco…"
Orejano es una novela con una magnífica trama que permite escarbar, ahondar, en las relaciones personales, y es también una fuerte crítica a uno de los lados oscuros de nuestra sociedad.