La banda colombiana, hoy con base en México, lanzó recientemente su séptimo álbum, en el que colaboran varias figuras del rock latino, incluyendo a Mateo Sujatovich de Conociendo Rusia como embajador argentino. En diálogo con El Litoral, el guitarrista Daniel Álvarez compartió la experiencia de realizar este álbum, las colaboraciones internacionales de “Buitres & Co.”, y la experiencia de sostener un proyecto musical en el tiempo y el espacio.
El cantante Juan Galeano y el guitarrista Daniel Álvarez, coequipers en una aventura que ya lleva siete discos en una década, shows en los grandes festivales, y colaboraciones con artistas del norte y el sur de América. Foto: Gentileza producción
El grupo colombiano Diamante Eléctrico, integrado por el cantante Juan Galeano y el guitarrista Daniel Álvarez, está presentando su séptimo álbum, titulado “Leche de tigre”. En este flamante material (compuesto por 12 canciones, grabadas en una semana de febrero de 2022 en Casa Estudio El Desierto, de Ciudad de México) el que cuentan con la colaboración de grandes amigos y artistas, como Mateo Sujatovich de Conociendo Rusia, Leonel García de Sin Bandera y Adrián Quesada, guitarrista de Black Pumas.
“Persona Favorita”, canción que forma parte del álbum, fue presentada en vivo por Diamante Eléctrico y Conociendo Rusia en un concierto realizado en El Palacio de los Deportes (Colombia) a fines de 2022. El registro de dicho estreno celebrado por el público, fue plasmado en un video que transmite la química de este encuentro musical.
El Litoral conversó con Álvarez para adentrarse en la cocina de este álbum y en el trabajo de este proyecto que, hoy con base en México, abre puertas para todo el continente.
La portada del disco, compuesto por 12 canciones grabadas en una semana, en febrero de 2022, en Casa Estudio El Desierto de Ciudad de México. Foto: Gentileza producción
Colores mexicanos
-¿Cómo fue hacer “¿Leche de tigre”, y cuánto influyó estar en México para que las canciones tengan ese color y esa forma?
-“Leche de tigre” llegó después de “Mira lo que me hiciste hacer”, que fue nuestro álbum de 2020: a nosotros la pandemia nos trató muy bien, la gente estaba en casa dispuesta a oír música, a descubrir música, y creció todo; somos otra banda después de pandemia. “Leche de tigre” es nuestro séptimo álbum, pero para mucha gente es el segundo álbum de Diamante, porque recién llegó hace dos años.
Entonces tenía todo este bonito compromiso y bonita obligación de ser un disco que nos explicara bien, ante la gente nueva y la gente que está llegando. De ser un disco poderoso, de ser un disco groovero con unas letras que te dijeran cosas y que te conectaran: porque el diamante se empezó a tratar de eso desde 2020: la gente está aquí para cantar, para enamorarse, para desenamorarse, para bailar o para sentirse bien abajo algún día de su vida y reflexionar. Entonces el “Leche de tigre” tenía esa necesidad de ser muy groovero, muy bailable, pero tener una cantidad de letras que te dijeran muchas cosas.
Lo hicimos en México; la banda está casi radicada en México: Juan vive allá, yo vivo en Colombia pero me paso mucho tiempo allá; y volvimos al formato de banda. Volvimos a meternos todos en un estudio a grabar en vivo, a vivir las cagadas del otro, y si el otro la caga, pues te toca volver a empezar. Entonces es un disco que encapsula todo ese momento de nuestra carrera.
-La canción “Leche de tigre” es desde la letra misma muy mexicana, en algunas palabras y en la sonoridad.
-Colombia y México tienen una conexión que yo no te sabía explicar, pero tenemos una conversación diferente a la que tienen los colombianos con cualquier otra nacionalidad, o los mexicanos con cualquier otra nacionalidad. Y nos atraviesa desde México hasta el sur la “CH”: chido, chingón, chévere, Chapultepec, Chapinero, chapín en Guatemala, chuzo en Costa Rica. Nos atraviesa la “CH”, ya siendo mitad mexicanos mitad colombianos la tenemos por los ojos, por la boca, por las narices.
“Leche de tigre” es por un lado es un juego de palabras, alrededor de la “CH”, que nos lleva a hablar de “Leche de tigre” por sonoridad, y además es una celebración de gastronomía. Y por otro lado es con Adrián Quesada, un mexicano norteamericano, artífice de todo el sonido de Black Pumas. Entonces es una celebración de ser latinoamericano, no sólo desde el río Bravo sino al norte del río Bravo: Estados Unidos y todo el latino-alternativo gringo, hasta el sur.
Sé que ustedes también tienen coqueteos con la “CH”, tal vez no tan intensos como los nuestros; pero en Chile hay mucha “CH”, empezando por el nombre del país; ustedes también tienen cosas. Por eso suena como suena como una olla que está hirviendo con una cantidad de maravillas gastronómicas.
Estrategia y sorpresa
-El disco se publica completo este año, pero se grabó también completo en una semana, en febrero de 2022; y lo fueron publicando: “4 del 20” fue el primer single, después salieron varios más. ¿Hay una idea de encarar el mercado en la que cada canción se defienda sola, o se instale sola entre la gente?
-Tratamos de contar historias desde dos perspectivas. Una: me encantaría ser súper hermético a lo Tolkien, que te cuenta una historia en siete volúmenes y todo conduce, y todo el rollo. Pero por otro lado está cómo la gente realmente se porta allá afuera: tienes que darles cosas que tengan capas. El que viene con toda la historia del Diamante y quiere conectar esta canción con otra del primer disco tiene eso; pero el que acaba de llegar le da “play” y funciona. Y eso es un poquito lo que tratamos de hacer: que la canción funcione para quien sólo quiere oír esa canción, o quien acaba de llegar, o quién llegó hace una canción; y que después tengas todo el disco y te permita el juego.
Por eso lanzamos un poquito menos de la mitad del disco en sencillos, revelándole a cada persona cada canción en su momento. Pero cuando viene el resto del disco ahí es donde realmente te pega el mensaje. Somos una banda de discos y ahí es donde te aterriza el mensaje: la gente necesita con Diamante tener algo para descubrir, no le gusta que le piquen todo y se lo vayan dando por pedazos; porque sale el disco y dices: “Pero ya lo vi todo”. No es ese tipo de artista.
Tratamos de jugarlo a múltiples niveles, desde las narrativas más herméticas, más profundas, hasta lo más sencillo: te encontraste este video en YouTube, te gustó lo metiste en la playlist, nos fuimos. Ese el rango que tratamos de cubrir.
-¿Cómo se eligen los que solos y los que aparecen cuando sale todo junto?
-Creo que en este punto de la banda ya hay un compromiso con “conectar”: lo más bonito que le puede pasar a la música, cuando la vocación se vuelve de conexión. No es hacer música de puertas para adentro, sino de puertas para afuera. Entonces sí estamos pensando siempre cómo vamos conectando a la gente de una manera poderosa: ahora es con un hilo de sencillos que terminó en el álbum.
Pasó una cosa muy chistosa que responde a tu pregunta. Empezábamos con “Daniboy”, que era una canción “arriba”, potente, en el video hasta bailamos. Pero siendo muy Diamantes dijimos: “Puta, viene el 4/20, todo el mundo fumando mota; saquemos ‘4 del 20’ el 4/20; hagamos el videoclip en la tarde”. Tiene otra tapa diferente al resto del disco y la mezcla la hizo Juan porque todavía no estábamos mezclándolo.
Por un lado somos muy estrategas, marketeros, tenemos la cabeza abierta a las métricas, todo el rollo. Pero por el otro lado está “preparemos esto en dos semanas”, y la gente lo agradece; porque en bandas como esta viene a sorprenderse. Si no quisiera sorprenderse, pues estaría oyendo radio Top 40 y diciendo: “Perfecto todo me viene más picado” y listo. Es respetar eso: impactar, pero también permitirle a la gente sorprenderse.
Amigo argentino
-Lo nombrabas a Adrián Quesada de Black Pumas que es tex-mex, mexicano-estadounidense; está Leonel García de Sin Bandera en “Pérdida total”; y está nuestro crédito argentino, Mateo Sujatovich de Conociendo Rusia en “Persona favorita”. ¿Cómo fue ir eligiéndolos y convocándolos, también de acuerdo a la canción?
-Creo que Argentina y México son los dos lugares de Latinoamérica que son mucho más que un lugar para todos nosotros: son gastronomía, sonidos, cine, fútbol. Sobre todo Argentina: el que conciba Argentina era como “sólo un país” pues nació en otro planeta. Te dicen “Argentina” y lo oyes, te sabe, lo ves; está tan embebido dentro de nuestro imaginario latinoamericano que tú sabes cuando estás haciendo una canción que te suena a Argentina.
Cuando estábamos sentados haciendo “Persona favorita” en mi casa, fumándonos un porro Juan y yo, sonaba Argentina: la armonía, el tempo, te empieza a decir “Argentina”. Y cuando tú dices Argentina en 2023, pues dices Conociendo Rusia: lo que está haciendo Mateo me parece muy innovador, porque es muy sincero y porque es como un gran álbum de grandes canciones del rock argentino traído al 2023. Es un embajador actual del rock argentino.
Hay otras bandas: Bandalos Chinos me vuela la cabeza todos los días de la vida; Usted Señálemelo, también. Pero Mateo era como esa persona para esa canción. No es como que nosotros hagamos la canción y nos metamos a un cuarto de guerra del Pentágono a ver qué números nos convienen; no, se hace la canción, dijimos “Mateo” y ya llamamos al management: “¿Hay chance de tener una buena conversación con Mateo?”.
Buena conversación quiere decir: nosotros sólo colaboramos con gente que ya es amiga o que será amiga, pero no colaboramos con “hola, desconocido, gracias por tus tres minutos remotos en el estudio”. Tiene que ser una persona que se quede en nuestros corazones. Mateo vino al Palacio de los Deportes en Bogotá, cantó la canción con nosotros; nos compenetramos más allá de simplemente una estrategia de marketing. La canción levantó la mano y dijo: “¿Pueden poner a Mateo aquí, por favor?”, y pues sólo hicimos caso.
-Lo invitaron al Palacio de los Deportes, que es como invitarlo a casa.
-Y Cantamos a la vez con él. Porque no se trata de “a ver, móntate en un avión a soportar nuestro show”; no, vamos a cantar a la vez y vamos a contarle a la gente, que está muy clara con Mateo. Pero eso es lo que podemos hacer realmente cuando interactuamos entre artistas en Latinoamérica: “Ven, usa el espacio, preséntate”; es crecer, sobre todo.
Armar equipos
-Venían de una experiencia previa, “Buitres & Co.”, una revisión de “Buitres” pero con los invitados: Bunbury, Alison Mosshart de The Kills, Billy Gibbons de ZZ Top, Kase.O. ¿Cómo fueron esas experiencias, y qué significó para ustedes tener como carta de presentación los feats con esa gente?
-Ese disco es una de esas cosas que todavía no puedo creerme que haya hecho. Tengo el cerebro partido en dos: tengo el profesional de la música de 39 años y tengo el niño de 13 años que sueña con tocar guitarra, y que nunca se podría creer que tiene un disco con Bunbury y con Kase.O y con Alison Mosshart. Para mí es asombroso desde las dos perspectivas.
Es un disco que abrió muchas puertas: Venezuela, con Rawayana y Los Mesoneros. Hoy vamos a Venezuela como unos locales. Si tú te fijas en el top 10 de Spotify están “Rotos” sin Rawayana y “Rotos” con Rawayana dentro de las 10 primeras canciones más escuchadas: ese cuento no te lo cuenta nadie.
Vicente García era una canción inédita, “Solo tú, dueles” nos abrió todo otro universo de gente que decía: “Ah, yo pensé que ustedes eran una banda de rock”. “Mucho más que eso, escúchate esto”. Alison Mosshart que dice: “La quiero grabar en español”; llega con su micrófono, conecta su micrófono, que andar para arriba y para abajo, y que es una experiencia que te vuela la cabeza.
Kase.O o Bunbury siendo generosos: en este disco nadie llegó “a cumplir”. Porque hoy en día es muy común que tú colabores y cumplas; llamas al artista y dices: “Óigale, tengo una hora en Miami, aparezca en el estudio, grabe sus tracks y me los manda. Pero un Bunbury entregado, interesado, consciente de lo que está haciendo; un Kase.O además escribiendo un verso... Toda esa experiencia tuvo tanto de inteligente desde el punto de vista promocional como de real desde la interacción con los artistas.
Para mí es la puerta de todo lo que está pasando: esa fue la trochita que tomamos para caer en el “Mira lo que me hiciste hacer” y el “Leche de tigre”.
-Eso es importante, porque si bien hoy es muy común esto de poder hacer feats o colaboraciones con diferentes artistas, el público siente cuando es auténtico y no solamente meter un pedacito.
-Hay canciones de ese disco. como “Rotos” con Rawayana o “Hacia la noche” con Bunbury, que se cantan diferente desde que colaboramos ellos: eso es lo más poderoso que le puede pasar a una colaboración.
“Rotos” con Rawayana es otra canción: me llamó Juan cuando estaban la haciendo en México, a esa primera sesión no fui. Me dijo: “Aquí está Abeja, el guitarrista, vamos a volar el 80% de tus guitarras”; y yo: “Por favor, vuelen el 100; aportémosle algo a la gente, no es simplemente una nueva voz”.
Hay una canción que es “Oro”, que existe con LosPetitFellas y sin LosPetitFellas. Con ellos, para su público, es una canción de LosPetitFellas con Diamante. Entonces vamos y tocamos esa canción con ellos en vivo y es la canción de ellos. Ahí es donde realmente ganamos: no es como “mira, antes este plato era con milanesa y ahora con pollo frito”. No, ahora es otro plato.
Dinámicas de trabajo
-Hablábamos de lo que es entrar a México: es difícil para muchos artistas entrar a ese mercado, pero por el otro lado es a su vez una cabeza de playa para un montón de lugares de Latinoamérica y el sur de Estados Unidos. ¿Cómo es hacerse camino en lugares nuevos a partir de ahí?
-México es muy difícil, pero es fiel: creo que en la música, en el amor, en el trabajo, lo que tú quieres es un reto, pero que te lo mantengan. En Colombia, Lima, Quito, etc., tú puedes tocar para mil personas un año, pero al próximo año no sé si te aparecen: te toca ir medio construyendo. En México tienes mil, tienes mil; tienes 1.200, tienes 1.200. Obviamente hay que trabajar el mercado y estar ahí: la mitad de nosotros vive allá, la banda es más mexicana que colombiana ya, yo soy el único que está acá. Pero es un mercado que te da la tranquilidad de que lo conquistado no se te deshace en tres meses. Y eso hace que sea muy emocionante trabajar ese mercado; que es muy grande, y completamente sobreinformado: la oferta de música para la gente es infinita, como para que tú te les cueles. Hoy a las tres de la tarde que quieran escuchar una canción y se les cuele la tuya, es un trabajo de muchos años y muy cabrón; pero una vez te cuelas, ahí estás.
-Con Juan hicieron siete álbumes en una década, y tocaron en conciertos y festivales en muchos países. ¿Cómo es la dinámica de trabajo entre ustedes, y cómo se renueva esa química y esa energía para que eso no pese? Para que siga siendo interesante (y siga funcionando) después de tanta ruta, tanto estudio, tantas horas.
-Me encanta la pregunta, porque el problema de las bandas es que están llenas de músicos. He tenido bandas de democracia perfecta, con números pares, y “hasta luego, despídete”: no vas a poder tomar una decisión, si todo lo tienes que consultar.
Diamante Eléctrico está donde está porque fue liderado y supo ser liderado desde el día uno. Juan armó esta banda, nos dijo cuando arrancamos: “Vengan que yo sé para dónde vamos”. Y pusimos el ego y la vanidad en un lugar adecuado para decir: “Me voy a sentar acá en el lugar de copiloto”. Y arrancar con un rumbo, con una dirección estética; con una toma de decisiones sensata, rápida, decisiva.
Lideró Juan, después llego yo y empiezo a ganarme mis espacios, y desde el punto de vista del marketing, del negocio, de todo, el proceso creativo lo lidera Juan y yo voy con él. Es un proceso creativo que tiene un sí y un no; no “todo vale”, “todo es arte”, “bienvenida tu expresión creativa”.
Después de 10, 11 años de carrera ya llegamos a que el “Mira lo que me hiciste hacer” es coescrito por los dos, el “Leche de tigre” fue escrito por los dos. Pero necesitas a alguien en tu ecosistema al que tú le digas “esta canción, ¿va o no va?”: “No, no va”. Versus “votemos, involucremos al management, ¿qué dice la disquera?”. Diamante es un claro ejemplo del poder del liderazgo dentro del arte, y de aprender a decir que sí, de aprender a decir que no, y de aprender a decirlo a tiempo.
Somos orgullosamente liderados, creo que eso es una cosa que en el en el arte está muy desprestigiada. porque venimos del mundo del “todo vale”. Y si todo vale, y ustedes son ocho o seis personas en una banda personas en una banda, pues probablemente van a vivir con los pies entre el fango durante un rato muy largo.
-Es importante construir esos códigos para que en ese “sí o no” no haya egos heridos; que sea simplemente una cuestión ejecutiva.
-Completamente. El arte es un ejercicio de vanidad: ninguno de nosotros se pararía al frente de una cámara, o en un escenario, si no lo estuviera haciendo desde la vanidad; el solo hecho de decir “tengo algo que mostrarte” es una actividad vanidosa. La ventaja de hacer una banda de grande (nosotros empezamos con Diamante a los 28, 30 años) es que ya tienes el ego puesto en el lugar adecuado: ya sabes que un solo más, un solo menos, no te hace ni te ni te deshace. Si estás ahí (que no es fácil) va a fluir muy bien; si no estás ahí la vas a pasar del orto.
Públicos reales
-Ya está publicado el álbum completo, ¿cómo sigue el 2023 para Diamante Eléctrico?
-En el 2023 vamos a hacer tres cosas en vivo (vamos a enfocarnos en el vivo en lo que queda del año). Vamos a hacer capitales colombianas: Colombia es un país particularmente descentralizado, aquí hay cinco, siete ciudades en las que puedes tocar; diferente de las dinámicas en Argentina, sobre todo; Ecuador también es un poquito así. Entonces vamos a intentar tocar al capitales colombianas, capitales mexicanas y capitales sudamericanas: Esos son los tres focos.
Queremos ir a Lima por primera vez: aterrizar, ver cuánta gente aparece; Quito: aterrizar, ver cuánta gente aparece. Ojalá Buenos Aires; pero puta, estamos muy cagados para llegar a Argentina en general porque la tasa de cambio, todo el rollo, está carísimo. Pero ojalá Buenos Aires: llegar, poner a la venta cualquier cosa y ver cuánta gente llega. Estamos en esa fase de la carrera de decir: “Ya ganamos gratis, ya colaboramos con Bunbury, ya tocamos en Coachella, ya tocamos con Billy Gibbons; lo próximo que me interesa averiguar es cuánta gente hay en Lima dispuesta a pagar mi ticket”.
-Es como salir a conquistar el mundo real.
-Es muy chistoso, porque esta industria se llenó de formas de medirte. Tú puedes decir: “Ah, tengo tantos followers y tú tienes tantos otros”. Avanza el tiempo, yo además hago management (soy socio de una empresa de management que maneja a Bomba Estéreo, a Santiago Cruz, a una cantidad de artistas) y lo único que nos importa al final del día con todos los artistas es cuántos tickets venden. El resto se ve hermoso en tu pared: tengo tres Grammy que están en la casa de mis papás; muy bonitos, son divinos, pero creo que les sirven más a mis papás que a mí, para que se los muestre a la visita. Yo necesito tickets vendidos, y el año pasado le vendí 3.000 tickets a Bogotá: eso es una carrera.
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