El domingo 14 de mayo, desde las 20, Ariel Echarren presentará su obra “Yo, Dragón” en la Sala Marechal del Teatro Municipal "1° de mayo" (San Martín 2020).

El músico, productor y live performer presentará una versión ampliada de la puesta que estrenó en febrero pasado, desarrollada a partir de sus búsquedas artísticas en diálogo con textos de Federico Coutaz. En diálogo con El Litoral, este experimentador sonoro interesado en la dinámica escénica y corporal repasó experiencias de años decantadas en este proyecto.

El domingo 14 de mayo, desde las 20, Ariel Echarren presentará su obra “Yo, Dragón” en la Sala Marechal del Teatro Municipal "1° de mayo" (San Martín 2020).
A partir de un texto de Federico Coutaz, el artista santafesino monta una propuesta escénica performática atravesada por lenguajes escénicos, visuales y sonoros para darle vida a este “animal fabuloso inventado por distintos pueblos desde tiempos lejanos”. Tomando como hilo conductor la guitarra eléctrica, y con guiños a Steve Vai y Wagner, Echarren va entretejiendo los distintos momentos y emociones de la obra. Participará como músico invitado Ricardo Rojas.
El Litoral dialogó con el veterano músico y novel performer escénico, para desandar el camino vital que desembocó en esta puesta.
-¿Cómo surgió la idea de “Yo, Dragón”? ¿Cómo apareció el texto de Federico Coutaz?
-Del 2020 a esta parte sufrí como una transformación: no soy el mismo que era. En la locura de la pandemia escuché mucha música nueva y mucha música del pasado con oídos adultos. Pasaron un montón de cosas, y entre ellas mi vinculación con el tema de la danza: había arrancado unos años antes con yoga, había dejado después por la pandemia. Cuando tenía que empezar algo de nuevo dije “¿qué hago?”; averigüé algunas opciones y decidí empezar danza contemporánea, como para hacer algo con el cuerpo.
Y fui abducido por el mundillo de la danza, todas las cosas empecé a hacer son relacionadas con eso: estuve primero en la obra con Ricardo Rojas, que se llamó “Viajeros en el umbral”; y después ya con Julieta Taborda y Roberto Galván (Meraki Transmedia), con los que hicimos “Orfeo y Eurídice 1.0”. Con Julieta hice también otras cosas en dúo, yo en sintetizadores y ella bailaba; por ahí yo participaba un poco en el movimiento, pero no tanto.
Haber pasado por “Orfeo” también me rupturó un poco, en esto de decirme: “No sé si quiero hacer un disco solista, me parece que quiero hacer una obra”.
-Esa dualidad de performer físico integral y músico, al mismo tiempo.
-Claro. En “Orfeo”, si bien la propuesta era de Roberto, como es una co-creación ya aporté de lo que venía haciendo: no se sabe cuál es el principio.
Siempre estaba la idea, desde hace muchos años, de hacer un material mío: un disco o una obra. Siempre lo de uno se lo pospone, estaba más por delante hacer los proyectos de los otros: las colaboraciones en películas, audiovisuales, todas esas cosas.
Renuncié en algún momento en la parte literaria, de hacer letras para un proyecto, y dije: “Voy a llamar a alguien que sea letrista, armar una fórmula Gardel-Le Pera, pero ahora”. Me puse a ver quién podía ser, y lo llamé al Fede: “¿Tenés ganas, o tenés algún material algo para que puedan ser las letras de un disco? Estoy pensando en una acá un disco onda ‘Clics modernos’, pero actual”. “Bueno, nos vamos juntando, te muestro las cosas que tengo”. Siempre uno viendo las cosas que tiene, tanto yo como el Fede en este caso (Roberto a “Orfeo” la venía craneando hacía no sé cuántos años, y se le dio la oportunidad ahora).
Fede me pasó un librito que había sacado, que yo no lo tenía. Después me pasó el texto de “Dragón”: en realidad es un material para chicos, está dentro del “Diccionario enciclopédico de las cosas que nos gustan”. Llamaron a varios escritores de la región, y al ser le tocó la D de dragón. En vez de hacer un artículo en tercera persona. “El dragón es tal cosa”, lo hizo en primera: “Yo, Dragón”. Cuando lo leí automáticamente dije: “Chau, soy este personaje, lo voy a hacer en una obra”.
Fue bastante rápido: en diciembre, enero nos habíamos juntado, y en enero consigo una fecha de un mes a otro en la Marechal. Con esta política que vengo implementando, de producir o crear en base a la fecha y no al revés (no tener una banda y después ver cuándo tocamos), trabajar para la fecha concreta, tenía el 12 de febrero, y ahí empieza la idea de concreta ya de hacerlo: “Estoy con este texto, tengo que darle forma”.
Lo que hago es recitar ese texto, adornado o atravesado por una puesta, con vestuario, con una pantalla atrás con visuales, y con una música que voy creando todo.
-En “Orfeo”, si bien estabas como performer, no eras la cabeza de la actividad escénica, en este caso todo pasa por vos, o a la mayor parte: es un desafío.
-Sí. Roberto hizo la puesta para esa vez; ahora ya no está, pero respeto algunas cosas (otras no). También colaboró con algunos consejos escénicos Julieta; el Guille Ibáñez por el tema de la voz. Cada vez que viene el Guille (que ahora vive en Europa) tomo clases de canto con él: la juntada son eso: ir a clases y de paso charlar.
Él fue el que me introdujo al sistema de Fedora Aberastury de movimiento consciente. Es como una especie de tai chi, una cosa de movimiento lento, que labura la relajación y la conciencia de cadenas musculares internas, no sólo las externas, que son las que más usamos. Lo usan mucho los cantantes, los músicos que por ahí tienen tendinitis y que tienen que recuperarse prueban con esto. No era mi caso el de la tendinitis, pero me sirvió para explorar una conciencia corporal extra, más interna a la que ya había experimentado con la danza.
-¿Cómo se conecta ese aprendizaje con Steve Vai?
-Fue mi primer ídolo: Rubén Paolantonio (profesor de guitarra) me dijo: “Mirá, este es el mejor guitarrista del mundo, tomá”. Me dio el casette de “Flex-Able”, y el de “Passion and Warfare”. Del 92 al 98 escuchaba eso nomás, lo fui a ver dos veces al Gran Rex, en el 95 y el 97, vino con “Alien Love Secrets” y con “Fire Garden”.
Pero después no seguí tocando ese estilo: me tranquilicé, me empezó a gustar U2, Radiohead: por ahí fueron los proyectos después. Creo siempre me siempre me quedó en el corazón, pero no seguí fanático; le perdí el rastro al tipo, a los discos que sacó después.
Me empecé a dedicar a la música por otras vías: el sonido la mezcla y la docencia, más la composición y los sintetizadores; y la guitarra en segundo plano: tocaba en Experimento Negro, en Los Cohibas, pero no estudiaba guitarra muchas horas por día ni nada de eso; cumpliría con una con una interpretación que había que hacer
En 2020 me reencontré con el tipo, empecé a ver qué pasaba con la guitarra, volví a tocar. Tuve más tiempo en esos días, y empecé a ver videítos, y a ver que había toda otra clase de información que antes no había. En YouTube había miles de clínicas del tipo, videos donde le enfocaban siempre la mano, cuando yo en el 94 tenía que ver si de pedo podía conseguir la película “Encrucijada” para ponerle pausa y ver con todas las rayas cómo ponía la mano. Ahora estaba con una cámara en mano derecha y otra en la izquierda, pudiéndole bajar la velocidad: era la gloria.
En la pandemia dio un montón de charlas: hay por lo menos 14 videos de dos horas, todos le hacían preguntas y él contestaba. Ahí entendí conceptos técnicos de la guitarra que yo nunca había experimentado, como la relajación, la postura, el tono, la presencia, el control. Él habla también de la economía de movimientos para poder tocar rápido: es concentración, control y relajación. No podés tocar un pasaje rápido todo duro, o haciendo un movimiento muy grande: que cuando bajaste la púa te pasa un montón de tiempo hasta que subís. Es todo muy mínimo, muy chiquitito, y una cuestión de conciencia corporal.
-Aparte te podés agarrar una tendinitis en mano izquierda.
-Directamente no vas a llegar nunca a las notas por minuto, no te da el metrónomo. Ahí se entrelaza la cuestión corporal con la performance. Lo otro que empecé a ver del tipo es toda la parte corporal, que él el mismo blanquea: “Cuando toco esta nota hago con la boca así, y cuando muevo la palanca hago así”.
Empecé a sacar temas suyos, y a descubrir toda una teoría técnica: más allá de tocar la los temas me encontré toda una información técnica que se podría aplicar a cualquier estilo. Hoy te puedo decir: “Atendiendo estas cosas de la economía de movimientos, la relajación, la atención y la concentración, tranquilamente podés tocar música brasileña, o cualquier cosa”.
Lo que te hace poder desenvolverte mejor con un instrumento va más allá de las horas de práctica, de repetir algo, sino de estas cuestiones que son más interiores; que las tenés que sacar de otro lado, no estudiando guitarra.
Y como era lo que venía haciendo se incorpora también entonces a “Dragón”: toda la parte de sintetizadores, de música electrónica que venía haciendo, más la guitarra. De alguna forma tenía que sacar esto de la guitarra que estaba que estaba haciendo: no sabía si iba a hacer una banda de hard rock, un tributo a Steve Vai, o bueno: salió la obra. En la que meto guiños, y va a haber un par de covers en esta edición: en el estreno no toqué ningún tema de Vai, pero sí guiños y cosas con la palanca como hace él; cosas con wah wah y el tapping.
-Vuelve a tomar protagonismo en tu vida la guitarra.
-Incluso no tenía más la Ibanez; venía tocando con (Gibson) Les Paul y Fender. En la pandemia tuve la suerte de poder de conseguirme de vuelta una Ibanez S: de otro color, pero el mismo modelo que la que tenía en la adolescencia.
-Hay referencias a las ideas compositivas de Richard Wagner.
-Wagner es mi lado más académico: la parte del Instituto de Música, de la formación occidental, europea. De él tomo una cita de la ópera “Sigfrido”, el leit motiv del Dragón.
-El pensaba un motivo musical para cada personaje.
-Motivos asociados a personajes o a estados. En la Tetralogía de Wagner (“El anillo del nibelungo”) el Dragón es un motivo: ponés en YouTube “Leit motiv del Dragón” y está.
Arranco con eso, y después tomo también de Wagner es el desarrollo del motivo: una melodía que se va transformando y se va fusionando con otra y así. Hay uno de los conceptos que es el de “melodía infinita”: es más complejo que esto, pero básicamente es no hay silencio; es una melodía que se va encadenando con otra, y esa con otra, hasta el final. Voy pasando por la guitarra, la voz y los sintetizadores y por todo lo que va haciendo a la obra, hasta la nota final. Va cambiando una notita, o se va haciendo más lento y se va transformando en otra cosa,
-Es como un sistema de variaciones.
-Sí, pero la variación te remite a “original y variaciones”; esto es un desarrollo constante, se va a transformar en otra cosa y después en otra.
-Está anunciada la participación de Ricardo.
-En febrero no hubo invitados; acá como es más largo el tiempo, metí más cosas: el texto de Fede es el mismo, se alargan los momentos musicales. Y en uno de eso interludios musicales entra Ricardo, y hacemos unas cosas a dúo.
-¿Entra como músico o como bailarín?
-Qué pregunta (risas). Entra en principio como músico, porque tiene ahí sus instrumentos; pero algún bailoteo vamos a hacer (risas).
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